Hace poco más de un año apareció el primer tomo de Los muertos vivientes, cómic de Robert Kirkman que coge las historias de zombies a lo La noche de los muertos vivientes o El amanecer de los muertos y lo traslada al mundo de las viñetas. Una historia recomendable si gusta esta temática o agradan los relatos de supervivencia con un sólido tratamiento de personajes. A los pocos meses salió el segundo tomo y la sensación también fue positiva; se profundizaba en el tono triste y decadente de una sociedad que había perdido sus referentes, se continuaba un intenso trabajo sobre unos personajes puestos al límite, se realizaba un viaje de la «ciudad» al «campo» para explorar las posibilidades de supervivencia,… pero no me decidí a continuarla. En parte porque a pesar de un precio asequible, los gastos suben como la espuma; en parte porque no creí que la historia diese para más; en parte porque el ilustrador Terry Moore dejó los trastos a Charlie Adlard, quizás dotado para hacer cómics de superhéroes o futuristas, en los que es el traje el que identifica un personaje, pero con serias dificultades para caracterizar a gente cotidiana de la que te encuentras día a día cuando vas al super.
Salieron los tomos tres y cuatro y no los compré… hasta que varias entradas en blogs sobre cómic y la recomendación de fonz me hicieron volver a ella. Y encantado estoy de haberme conocido. No sólo existe una progresión nítida de una historia a otra, una idea fehaciente de lo que es el fin del mundo o una evolución de los personajes acorde a los hechos que les toca vivir, sino que el tono me recuerda a una de esas novelas que crea un mal rollo de espanto y hace tanta mella que siempre está ahí, acechando. Una narración violenta repleta de desesperanza que te reconcilia con la ciencia ficción a fuerza subvertir desde los cimientos una temática tan prohumana como la de la invasión alienígena.
Hablo de Los genocidas de Thomas M. Disch (en pie y saluden)
Recapitulando, el inicio es el que más o menos se pueden esperar. Un policía sale del coma después de varias semanas y se encuentra en un desvencijado hospital en el que parece que no hay nadie… hasta que se cruza con un grupo de muertos vivientes. Corre a su casa, no encuentra a nadie, todo está desatendido, hay restos humanos en los sitios más insopechados,… y se topa con otro superviviente que le pone al día de la situación. Los muertos han retornado de sus tumbas, les pierde la carne humana, la sociedad mundial se ha venido abajo,… A partir de ahí se produce un viaje hasta Atlanta donde se reencuentra con su familia y entra a formar parte de un grupo con el que tiene que buscar la mejor manera de salir adelante en este ambiente hostil en el que los zombies acechan y no hay más perspectiva de futuro que sobrevivir hasta mañana.
Este argumento funciona a pesar de necesitar un esfuerzo para suspender la incredulidad: después de varias semanas en coma se hace raro que físicamente el cuerpo se encuentre como el del protagonista y que haya pasado desapercibido; ningún superviviente ha podido forzar la estación de policía ni el coche patrulla; el encuentro fortuito con su mujer, que se encuentra incluida en un grupo muy pequeño en un área en el que viven millones de persona;… Una vez arranca Los muertos vivientes comienza a crecer y no hay quien lo pare.
Comentaba antes de ayer con la madre de Paula, en plena lectura de la colección, que la historia serviría perfectamente para hacer una serie de televisión. El tratamiento que Kirkman aplica se ajusta a la perfección al que se está viendo en las grandes series de éxito que nos llegan de EE.UU., con una historia central bien definida que vertebra la narración (el viaje de supervivencia de un grupo variopinto en condiciones extremas) y una serie de historias secundarias que orbitan alrededor de ella y exploran los personajes (su pasado, su complicado futuro, sus reacciones, su evolución,…), que se van tomando, dejando y retomando con una cadencia prodigiosa. Con el plus que supone que no hay ningún tipo de restricción por parte de productor del invento o contingencia alguna que condicione el desarrollo. De hecho, aunque hay un protagonista principal, el resto de personajes son «prescindibles» y están sujetos a lo que el guionista, que es el que mejor puede medir la necesidad dramática de la historia, imponga. Las situaciones límite se suceden y en esta tesitura nadie permanece inmutable.
Y aquí es donde aprecio ese tono similar al de Los genocidas (por no citar sus antecedentes más evidentes: La tierra permanece de George R. Stewart, o El señor de las moscas de William Golding). Si la opera prima de Thomas M. Disch se caracteriza por algo es por la falta de concesión y su elevado grado subversivo; existen situaciones en las que aunque el espíritu del lector empatice con los protagonistas y estos hagan todo lo posible por salir de una situación inabarcable no hay que perder de vista que no siempre se puede escapar de un callejón sin salida (anda que no hemos vencido a alienígenas tecnológicamente superiores en decenas y centenas de novelas). Que una cosa es tener el espíritu de Robinson y otra muy distinta ser capaz de llevar a buen puerto el sueño burgués de recrear en cualquier situación la sociedad de la que se procede. Algo que Kirkman despliega a todo lo largo y ancho de Los muertos vivientes, extrayendo aire fresco en una temática tan aparentemente apergaminada y encerrada en el estereotipo.
Además si Disch supo utilizar el escenario como una metáfora de la situación que atravesaban personajes, con un claustrofóbico último tercio de novela en las lóbregas cavernas bajo la superficie, en una involución salvaje en el que la razón es sustituida por los instintos más primarios, aquí Kirkman consigue algo similar al encerrar a los personajes en un penal. Un aparente espacio de libertad en el que a priori van a poder vivir alejados del peligro y la muerte que les aguarda fuera, y que se convierte en una jaula incapaz de congelar el inexorable y lánguido camino hacia la disgregación y la desintegración.
Como ocurre con todos los seriales cuando no tienes ni idea de la distancia que te separa del desenlace, todavía está por ver si Kirkman es capaz de mantener la atención y conducir su narración hacia una conclusión satisfactoria o, si al contrario, se deja arrastrar por su reconocido éxito, se enquista y alarga innecesariamente la historia más allá de dónde tenía pensado poner el fin. Lo que no me cabe duda es que mientras nos ha entregado uno de los tebeos episódicos mejor construidos y más emocionantes de las últimas décadas. Cosa que no es moco de pavo.
Joer, como mola eso de hablar de tebeos con la suegra. A esa experiencia no he llegado (ni llegaré).
«nos ha entregado uno de los tebeos episódicos mejor construidos y más emocionantes de las últimas décadas»
Pero no sólo eso, es que además de todo eso resulta es un tebeo entretenidísimo y adictivo por ese factor de «imprevisibilidad»; cualquier personaje puede morir en cualquier momento. Hace poco lo releí de un tirón y cuesta dejarlo para comer, dormir o hacer cualquiera de esas irrelevantes tareas diarias. Vamos, que es el típico (y raro) ejemplo de tebeo que lo tiene todo y que puedes dejar a cualquiera que seguramente le va a gustar.
Eso sí, a ver si no se tuerce la cosa. Y si Kirkman se fuera despojando de las maneras televisivas mejor todavía.
Este comic es imprescindible para cualquiera que le guste las peliculas de zombies.
Como ya decía Kirkman en el prologo, lo que más nos jode a los forofos de estas peliculas es el final, cuando nos quedamos preguntandonos que ocurrira con los protas a partir de ese momento.
Afortunadamente Kirkman parece que tambien es un friki, y mientras le dejen (es decir, mientras siga siendo rentable), seguira narrandonos como sobreviven los protas.
A mí me lo recomendó Stunt hace ya un año…
al principio estuve completamente enganchado, mirando cuando iba saliendo cada número en internet para poder seguir con la historia, y, ahora, esperando a que salga a la venta el próximo tomo 🙂
Es todo lo que puede desear alguien que haya disfrutado con una peli de zombies, es poder pasar más allá de esa breve historia que te cuentan y ver el mundo que hay a su alrededor y como la gente cambia, para adaptarse a un mundo que ya no es el suyo
Hombre, es que este tebeo es una vuelta de tuerca al tema de los zombies que da para mucho si se hace bien. Lo interesante es como dice Nacho, ver un grupo de gente actuando bajo presión y como, poco a poco, dejan de lado las convenciones que todos creíamos inamovibles como las leyes, las relaciones humanas y de poder, etc… Vamos, que lo que conocemos como civilización es una capa de hielo muy fina y muy frágil y debajo hay algo oscuro que da miedo.
Aunque luego, en el tema de los zombies, hay otras opciones muy válidas como en «Amanecer de los muertos», que tiran al nihilismo absoluto. De cómo de los monstruos, el caos, el horror, la muerte y la oscuridad de la no-vida en suma, no existe huida posible.
Y todo esto contado de la forma más entretenida posible, que es lo bueno.
A mi me ha sorprendido esa faceta de exploración humana que tiene el tebeo. Después de ver qué cosas hacía para Marvel hace un año y pico(p.e. el nuevo «Marvel Team-Up» o «Los enemigos de los 4 fantásticos»), otros títulos de Image («Battle Pope»), a pesar de lo bien que hablan de «Invencible», lo tenía por un tío palomitero. Un guionista espectáculo, acción,… en una palabra, olvidable.
Craso error. «Los muertos vivientes» es impactante y, además, complejo.
Y aunque no tenga nada que ver me pirro por leer «Marvel zombies».
Más que impactante y complejo es cruel.
No se, los ultimos numeros me hacen dudar que la salud mental de tanta gente pueda degenerar hasta ese punto. Incluso en esta situación.
Digamos que no se corta. Si puedes imaginar una situación adversa, esta ocurrirá.