A finales de la década pasada una serie de obras marcaron un cambio de guardia dentro del sello Vertigo, hasta entonces bastante orientado hacia temáticas fantásticas de distinta índole. Entre las que explotaron la temática negra había cómics como La escena del crimen, de Ed Brubaker y Michael Lark, Blanco Humano, de Peter Milligan y el tristemente desaparecido Edvin Biukovic, o la exitosa 100 balas de Brian Azzarello y Eduardo Risso. Sin embargo los que, si no me equivoco, inicieron esta «ola» fueron estos últimos autores con este Jonny Double que acaba de reeditar Planeta. Una «recreación» de un personaje de DC de los años 60 eclipsada por los tebeos antes mencionados.
Un expolicía metido a detective es contratado por un hombre para que descubra en qué anda metida su hija. Mientras, ésta y un grupo de amigos postadolescentes le lían para estafar unos cuantos miles de dólares provenientes de una cuenta que lleva varias décadas sin tocarse. Una vez dado el golpe las cosas no son como parecen, comienzan las muertes y desapariciones, los equívocos… lo habitual.
No es un mal tebeo. Sin embargo el guión de Azzarello, aunque perfila muy bien los personajes y las situaciones, camina de estereotipo en estereotipo hasta el gran estereotipo final sin que su intento de actualizar la historia negra llegue a brillar. Además narrativamente petardea en un par de escenas repletas de confusión como la de la discoteca. Por su parte, Eduardo Risso aporta su habilidad para crear ambiente, con una narrativa muy depurada en la que destaca tanto la iluminación como la caracterización de personajes. Personalmente compraría 100 balas, que ahora mismo está reeditando Planeta, a pesar del cabreo que puede producir que pasen demasiadas entregas sin saber hacia dónde se dirige.
Siguiendo dentro de Vertigo, aunque ahora con uno de sus buques insignia, Planeta ha recuperado el especial Hellblazer: Mala sangre, un tomo que recopila una serie limitada escrita por Jamie Delano cuyo protagonista es un John Constantine de más de 70 años… que apenas guarda semejanzas con el Constantine que conocemos. Más cercano al tono de 2020 Visions que escribió a finales de los 90, Delano se pone el traje de bufón y construye una Gran Bretaña de pandereta donde la monarquía se encuentra dando sus últimos coletazos, el gobierno no sabe si esperar a la autodestrucción del rey Carlos o cepillárselo por las bravas, y un grupo de aristócratas se mueven en la sombra para reinstaurarla a su manera, como se debe hacer en estos tiempos en los que la tradición ya no funciona: un buen culebrón protagonizado por la hija ilegítima del príncipe Harry para precipitar los acontecimientos y explotar al máximo ese glamour que para el pueblo llano tiene todo lo que suene a realeza.
Se agradece un tebeo como éste, iconoclasta y con ganas de hacer sátira a partir de sacrosantos «valores» de la sociedad occidental como la cultura de la imagen e iconos ingleses como Lady Di, la monarquía y los soup operas. Una historia un tanto desmadrada y fresca de lo más adecuada para el trazo entre feísta y cartoon de Philip Bond. Sin embargo meter a Constantine dentro resulta (casi) igual de apropiado que poner a Lobezno a descifrar obtusos enigmas de la Edad Media. Su figura se introduce con calzador, tiene un papel bastante secundario y condiciona bastante el elemento subversivo, que por momentos parece un tanto adocenado. Personalmente veo preferible acercarse a la mencionada 2020 Visions, menos atemperada y más salvaje.
Pasando a una de las temáticas de moda, la zombie, seguramente el tebeo estadounidense más esperado en nuestro país sea Los muertos vivientes, del que Planeta acaba de publicar su última entrega. Tras el clímax insuperable con el que se cerraba el tomo anterior, «Lo que más anhelas», entramos en un nuevo escenario. Después de solucionar todos los problemas surgidos en su llegada a la cárcel, el grupo de supervivientes se dispone a convertirla en un hogar cómodo para muchos años. Incluso fantasean con recuperar la electricidad, poder ver su primera película en muchos meses… Sin embargo la aparición de un helicóptero en la proximidades y su posterior caída hace que un pequeño grupo salga al exterior en busca de supervivientes y… ya se imaginan.
Kirkman sabe que estas series episódicas funcionan mientras no llegan al equilibrio. Y cuando parece que lo han alcanzado, se les propina un «zarpazo» (de intensidad mayor que el anterior) para avanzar hacia un nuevo derrotero o, después de unos vaivenes, recuperar la posición inicial. El problema que tiene esta técnica, tal y como se observa en las buenas series de televisión actuales de obligado visionado, es la continua huída hacia adelante necesaria para mantener la atención y, por tanto, asegurar la pervivencia. Un denso campo de minas donde resulta fácil pasarse de rosca y acabar en una situación sin salida razonable (de la que, generalmente, se sale por una puerta falsa; ver si no lo ocurrido con Laura Roslin y su cáncer en Galáctica), o, directamente, desfigurar el original hasta hacerlo irreconocible.
Como se puede ver en «La mejor defensa», Kirkman sigue evitando las consecuencias de esta táctica con una progresión muy medida, siempre ligada a la evolución de los personajes y sus relaciones según van sucediéndose las tragedias. A veces se le va un poco la mano y siembra alguna que otra trampa para subir el nivel de excitación, caso de lo que ocurre con el último capítulo del presente tomo, pero es fácil perdonárselo por ese repertorio de intensidad, coherencia, emociones, horror, violencia, amor, degeneración y costumbrismo que son el sustrato del que se alimenta Los muertos viventes. Una compra obligada.
Tristemente, no se puede decir lo mismo del otro tebeo de temática zombi de Kirkman que nos ha llegado en las últimas fechas, el esperado Marvel Zombies. O cómo los superhéroes Marvel transformados en zombis sobreviven a la destrucción del mundo mientras luchan por la escasa carne fresca que tienen a su disposición. El primer capítulo es lo mejor de la historia: unos zombificados Spiderman, Hulk, El Capitán América, Luke Cage, La Avispa, Ojo de Halcón… luchando a brazo partido contra Magneto para cepillárselo y lanzarse de cabeza sobre sus restos para descuartizarlo y comérselo entero. Una burrada que uno no esperaba ver en un tebeo Marvel. Sin embargo después de que se lo han zampado, la historia deviene en un aburrido más de lo mismo aquejada de una extensión desmedida para lo poquito que había que contar. Sólo algún que otro diálogo entre los muertos vivientes (¡menos mal que hablan!) y los guiños gores amenizan la lectura de un tebeo que debió quedarse en, a lo sumo, 48 páginas en la línea del Punisher Kills the Marvel Universe de Garth Ennis. Mejor gastarse los cuartos en otra cosa.
Nota: Lo mejor, sin duda, las ilustraciones de Arthur Suydam homenajeando portadas clásicas Marvel. Se pueden ver algunas de ellas en estos dos enlaces:
- Arthur Suydam: Marvel Zombies, Galería de Homenajes (Volatilis)
- A mi dadme (Marvel) Zombies (Volatilis)
Y dijo Nacho:
«Kirkman sabe que estas series episódicas funcionan mientras no llegan al equilibrio. Y cuando parece que lo han alcanzado, se les propina un “zarpazo” (de intensidad mayor que el anterior) para avanzar hacia un nuevo derrotero o, después de unos vaivenes, recuperar la posición inicial. El problema que tiene esta técnica, tal y como se observa en las buenas series de televisión actuales de obligado visionado, es la continua huída hacia adelante necesaria para mantener la atención y, por tanto, asegurar la pervivencia.»
Totalmente de acuerdo, ese es totalmente el mecanismo del folletín, dar la sensación de que no paran de ocurrir cosas mientras no se va a ninguna parte. En alguna serie, como «Heroes», se les ha oxidado el mecanismo y a mí la serie me ha acabado por cansar -y eso que al principio me encantaba-.
En «Los muertos…» está pasando un poco lo mismo, la parte de culebrón se está volviendo un coñazo y un poco esperpéntica -la propuesta de trío-, la parte aventurera está bien, con la dosis justa de sorpresas, violencia y manipulación de los sentimientos del lector, aunque un poco sobado el tema este del malo übercabrón que vamos a disfrutar cuando se lo carguen. El final del episodio muy tramposo también de acuerdo. Ah y el Adlard yo cada vez lo veo peor; splash pages sin venir a cuento, rostros muy mal dibujados, no sé…
A pesar de todo sigue siendo muy entretenido, no sé que tiene de especial que le ves las costuras y aún sigue molando. Este mes es el único tebeo que he comprado y disfrutado.
El problema de «Heroes» es el mismo de la mayoría de teleseries. Por cojones cada temporada ha de tener (en la mayoría de casos) 22 episodios y las historias no dan para tanto. ¡Ay si aprendiesen de la HBO!
Lo de las splash, cierto que en este número hay demasiadas, pero creo que se utilizan igual que en los números anteriores: para enfatizar esas grandes revelaciones que acojonan a los personajes. ¿Sobreabundancia de este tipo de momentos? 😉
Y a Adlard le he terminado cogiendo el gustillo. Desde luego ha mejorado bastante desde sus primeros números.
Es verdad que quizás el personaje de Constantine parece un tanto fuera de lugar, pero a mi -que soy adicta al personaje- me ha hecho gracia verlo tan descolocado. Y tamb