El atlas de las nubes es la tercera novela de David Mitchell y la segunda que se traduce al castellano. Aunque el apelativo de novela quizás no sea el más adecuado. Como ocurría con Escritos fantasma, en su interior aguardan seis narraciones en apariencia independientes que comparten un mismo corpus conceptual tan variado como difícil de sintetizar. Si en aquélla Mitchell aplicaba la globalización y la teoría del caos sobre las relaciones humanas, en un viaje de oriente a occidente que se iniciaba en Japón y terminaba en Nueva York, en El atlas de las nubes realiza un trayecto similar a lo largo de la Historia, iniciado en 1850 y con su punto final en un futuro a más de un centenar de años vista. Sin embargo, lejos de contentarse con relatar las seis historias cronológicamente, cada una deja lugar a la siguiente llegado su ecuador para ser retomada más adelante durante el retorno al punto de partida. Una decisión que cobra sentido a medida que se descubren los avatares que padecen los personajes y uno penetra en el corazón de la obra.
Así, la primera historia, y también la última en cerrarse, «El diario del pacífico de Adam Ewing», desarrolla el diario de un notario de EE.UU. durante su viaje de regreso desde las islas Chatham (cerca de Nueva Zelanda) a mediados del siglo XIX. Éste deja paso a «Cartas desde Zedelghem», las misivas que el músico Robert Frobisher le envía a su amigo Rufus Sixmith durante un viaje a Bélgica en 1931 para convertirse en colaborador de un viejo compositor. Después tenemos «El primer misterio de Luisa Rey», quizás la narración más convencional (un thriller en presente), sobre una periodista de Buenas Yerbas, ciudad ficticia de la costa oeste de EE.UU., mientras investiga una trama que puede desembocar en un accidente nuclear bastante peor que el de Three Mile Island. A continuación, «El tremendo calvario de Timothy Cavendish» relata la odisea por la campiña inglesa de pasado mañana de un editor que ha tenido el éxito de su vida cuando uno de sus autores asesina a un crítico que había puesto a caer de un burro su última novela y que tiene que huir de sus hermanos, deseosos de hacerse con el dinero. Pasando a las dos últimas historias, que se desarrollan en el futuro y que están situadas, como corresponde con este esquema, a mitad de la novela, tenemos «La antífona de Somni-451″, el diálogo entre un personaje sentenciado a muerte y su antífona que permite reconstruir todo lo que le ha llevado hasta ahí, y ,»finalmente», «El cruce de Sloosha y toda la vaina», la confesión en primera persona de Zachry Bailey, habitante de una de las islas de Hawai después de que la civilización se haya ido al garete no se sabe muy bien por qué.
Como destacaba en la entrada anterior, lo primero que destaca es la voz que Mitchell utiliza para relatar cada historia. Un variado registro de personajes y formas narrativas (diario, relato epistolar, monólogo dirigido,…) conseguido y verosímil, que se ajusta al argumento que relata en cada momento como un guante a una mano. Aunque, quizás, para el lector de Escritos fantasma alguno de los registros suene un tanto familiar y «El primer misterio de Luisa Rey» sea, por comparación con el resto, demasiado estereotipado.
Como ocurre con estas historias enhebradas, uno de los premios gordos y, a la postre, la gran recompensa del lector, está en descubrir cómo se concilian narraciones tan separadas geográfica y temporalmente. En El atlas de las nubes, con un poco de paciencia y una mínima observación, las conexiones se van estableciendo a varios niveles. Por un lado tenemos lo que vendrían a ser los nexos argumentales a los que más habituados estamos. Haciendo un mínimo spoiler, la primera y segunda historias están unidas porque el músico Robert Frobisher encuentra en una mansión de Bélgica un fragmento del diario de Adam Ewing, una lectura que se ve interrumpida porque al libro le faltan la mitad de las páginas. Una relación que también se establece entre el resto de historias consecutivas o, incluso, entre las no consecutivas (el Prophetess, el navio en que viaja Ewing, está anclado en el puerto de Buenas Yerbas en la tercera parte).
No obstante estos nexos, que podrían llegar a tildarse de efectistas, van mucho más allá cuando se descubren otros vínculos. Vínculos que trascienden la anécdota y van al propio devenir de los sucesos que modelan la vida de los personajes o, más profundamente, al mismo corazón de la obra. El sustrato sobre el que Mitchell ha construido El atlas de las nubes es el propio de estos tiempos posmodernos que nos ha tocado vivir. Un posmodernismo que sale a relucir, por ejemplo, en la amplia variedad de géneros que «manchan» la historia; en la confusión de unos personajes que tienen problemas para discernir lo que ocurre a su alrededor y malinterpretan el comportamiento de sus semejantes; la manera en que la casualidad va moldeando sus vidas a golpe de cincel; en cómo el tiempo abandona cualquier naturaleza lineal para zambullirse en una espiral que, aunque repite ciertos items (el más evidente, el genocidio de los nativos de las Chatham, contenido en un reflejo especular en una de las historias), no nos lleva siempre por los mismos pasos;…
Y, sobre todo, en un retrato a flor de piel y nada idealista de la condición humana, en la que en todo momento pugnan el deseo de poder y el altruismo, la despreocupación por el otro y el compromiso, el egoísmo y el amor, la crueldad y la bondad, la avaricia y la solidaridad, el respeto al medio natural y su explotación insensata, la traición y la entrega, la opresión y el afán de libertad,…
Como me ocurrió con Escritos fantasma, es un libro que perdura más allá de su última página y que, ahora que se acercan las navidades, puede ser un buen regalo. Tanto para lectores ajenos al género deseosos de ver qué se cuece entre la mejor literatura contemporánea como para lectores afines a la ciencia ficción que quieran descubrir cómo los mejores autores de fuera tratan sus temas habituales. Aunque a mi me guía también un motivo egoísta. Me apetece leer cualquiera de las otras dos novelas de Mitchell: number9dream y Black Swan Green. A ver si hay suerte y la editorial Tropismos no falta a la cita el año que viene.
Ciertamente, la tercera historia es la menos buena. La más futurista es genial, me llega a arrancar una lágrima..¡y mira que me cuesta!
Por cierto, ¿cómo interpretas lo de del cometa en el hombro? Creo que en algún relato se llega a hablar de reencarnación. Yo no le dí (ni le busque) mayor importancia. No la necesitaba para disfrutar la novela.
P.D.: Como me gusta decir esto: ¡ya te lo dije!
Por cierto, ya podías postear en mi blog, ¡gandúl!
El cometa es un motivo repetido también en Escritos fantasma, por lo que de cierta forma los dos libros quedan ligados.
Por cierto que, al hilo de ese deseo que comparto, Black Swan Green figura entre los 100 Notable Books of the Year del The New York Times correspondientes a este 2006, y number9dream fue su otra finalista del Booker Prize. Es decir, que pueden ser incluso mejores que las dos publicadas por Tropismos. Mitchell me parece un autor imprescindible.
Aparte del Cometa, me suena haber visto a Timothy Cavendish en la historia de Londres de «Escritos fantasma».
Sobre la simbología, soy bastante malo viendo este tipo de temas 🙁
Como me gusta decir esto: ¡ya te lo dije!
Exacto 😀
ya podías postear en mi blog, ¡gandúl!
Oye, que escribí un comentario en tu última entrada (Graham Joyce) y no ha aparecido porque lo tienes moderado.
Tengo apuntado El Atlas de las Nubes como futura lectura. Las experiencias que he tenido con estos autores mainstream de claidad que se aventuran en el género ha sido muy positiva.
Nacho-> Pensaba que al tenerlo moderado me permitía borrar mensajes.
Lo acabo de «desmoderar».
Perdón
Kaplan,
Son novelas más convencionales que siguen una única línea argumental.
Black Swan Green es una novela de paso a la madurez sin elementos fantásticos. Dream Number 9 es la historia de un joven japones que llega a la gran ciudad en busca de su padre. Hay elementos fantásticos en la narración – un excelente cuento ciberpunk y una serie de cuentos para niños que recuerdan a Peter Straub- pero en líneas generales están más difusos. Hay unos gansters que aparecen y desaparecen procedentes de lo que parece ser una realidad alternativa. Ha diferencia de “Escritos…” y “El atlas…” no tiene personajes comunes (Por cierto que los Cavendish no son los únicos personajes comunes. ) pero en un momento dado se dice que los débiles son carne que los fuertes devoran. Hay vínculos temáticos.
Nacho, me preguntaba si me puede ayudar. Estoy escriebiendo un texto sobre David Mitchell y estoy necesitando las primeras tres páginas de cualquiera de sus libros. Le escribo desde Colombia donde es muy difícil conseguir estos libros por lo que me tomo el atrevimiento de pedirle este favor, no sé si através de un escaner, de un texto transcrito o de un link donde pueda encontrar este material. Siento el abuso del favor, sobretodo porque no nos conocemos, pero la verdad se me agotan las posibilidades y estoy urgido de tiempo. Mi nombre es Diego Patiño y mi correo es diegopatino@msn.com / mi blog es http://joven-horla.blogspot.com
Saludos.
Diego Patiño
Me ha gustado el libro pero me resulta harto difícil conectar las distintas historias (creo que solo he conseguido conectar 3), si lo llego a saber hubiera tomado notas!!
Saludos
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