Tendemos a etiquetar con demasiada alegría cualquier obra como negra cuando su argumento está dirigido por una investigación de algún tipo en la cual se han producido asesinatos, aparecen mafiosos, tráfico de drogas, prostitución… Mientras, perdemos de vista una de las características fundamentales de estas historias desde sus inicios: la crítica social. Cómo ese paseo por el lado oscuro de una sociedad nos desnuda sus vértices más oscuros y deja al descubierto el lodazal bajo el sustrato del «paraíso». Esta es la vertiente desde la que Juan Ramón Biedma hace crecer su última novela, publicada por Salto de página. Una refrescante variación de novela negra.
Todo en El humo en la botella bascula alrededor de cómo se han tratado las enfermedades psiquiátricas en España después de las reformas de las últimas tres décadas. Unos cambios llamados a modernizar los servicios de salud mental, que, sin entrar en excesivos detalles, terminaron con el internamiento en los psiquiátricos y que han generado, entre otras situaciones, un elevado número de personas sin hogar; apenas atendidos por unos servicios de psiquiatría que trabajan en unos niveles de precariedad alarmantes.
Su primer eje argumental nos acerca a Joaquín Anube, Ana Mengele y Peña; tres personajes dañados, con un pasado triste y brutal, abandonados a su propia suerte, que sufren un presente de desarraigo y marginalidad del que esperan escapar mediante el secuestro de un empresario. Paradigmático es el caso de Peña, una mujer joven explotada por su padre cuando era una niña en base a unos supuestos poderes curativos, de la que abusaron de forma sistemática en las instituciones mentales en las que estuvo ingresada y que, por si fuera poco, fue sometida a un tratamiento especial en el Acogimiento de los Padres de Ateneza. Tratamiento gracias al cual ha forjado una relación especial con el resto de pacientes de dicho psiquiátrico.
El segundo eje de la narración se centra en Emeterio Tobasa, Eme, recién fugado del sanatorio donde estaba internado tras recibir un paquete que incluía «La orden de la buhonería»; una novela que adoraba cuando era más joven obra de un autor desaparecido al poco de escribirla. Eme inicia una investigación para descubrir el origen del envío por una Sevilla muy distinta a la que conocemos los turistas: turbia, lóbrega, descorazonadora, casi en blanco y negro, con una fauna urbana que se ha deslizado por los márgenes de nuestra percepción. A través de todos ellos, y de otros personajes que enriquecen ambos hilos, Juan Ramón Biedma descubre este mundo abandonado a su propia suerte y que ha caído presa de todo tipo de depredadores: sexuales, criminales, económicos…
La narración se fragmenta a través de breves capítulos de apenas dos o tres páginas apoyados en un estilo franco, cruel, salvaje, que imprime un ritmo endiablado. El precio que Biedma paga es el de elevar el grado de dispersión de la novela, acentuado por el elevado número de protagonistas, con múltiples relaciones pasadas y presentes diseminadas a lo largo de toda la trama. Trama, además, alargada en exceso en algunos segmentos caso, por ejemplo, de la investigación que conduce a Eme en pos de Michael McFarland, el autor de «La orden de la buhonería». Un hilo absolutamente lineal donde A lleva a B, B a C, C a D y así, casi casi, ad infinitum, difuminando levemente el vigor y la energía de El humo en la botella.
Como muestra de su riqueza no quería terminar sin mencionar otras claves. Algunas más que explícitas, como la impunidad con la que la Iglesia Católica ha actuado en su, por otro lado, innegable aportación a la sociedad a través de la desinteresada entrega de muchos de sus miembros. O la salvaje explotación que florece en los nichos de necesidades que el estado abandona en manos de la iniciativa privada. Otras más implícitas como la confusión que la sobreabundancia de información ocasiona a una sociedad que, en estos comienzos del siglo XXI, presa de la crisis de todos los sistemas morales por los que se ha guiado en el pasado, se antoja más perdida que nunca. En esta faceta es muy suculenta la transcripción de un blog que frecuenta Eme, «El secreto dialecto de los recuerdos manuales», que abunda en todo tipo de teorías de la conspiración sobre el mundo de la atención a los enfermos mentales. Un batiburrillo de hechos que mezclan certezas con fabulaciones y leyendas urbanas que redundan en una mayor sensación de naufragio ante una realidad cada día más difícil de aprehender.
El humo en la botella es una novela honesta, dura, un tanto alargada, llena de imágenes poderosas… que nos arrastra a los más oscuros abismos de nuestra sociedad. Un desolador retrato de unos naufragos de la realidad de los que no estamos tan lejos como podríamos pensar.
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