Tras el éxito de las tres conocidas novelas de Stieg Larsson, el año pasado llegó la «apasionante» maniobra de medio mundo editorial intentando colocar a su rebufo a un nutrido grupo de autores nórdicos de novela policiaca/negra: Arne Dahl, Arnaldur Indridason, Äsa Larsson… A título personal eché a faltar a La Factoría de Ideas, que no debió encontrar a ningún autor al que ponerle el conocido blurb «La novela que en EE.UU. recomiendan leer después de…», y esta vez La reina en el palacio de las corrientes de aire.
Como viene bien estar al tanto de estas modas y la obra de Larsson no me atrae todavía lo suficiente (a pesar de lo que le escuché el año pasado a Lorenzo Silva en una charla en Santander), me sugirieron el nombre de Jens Lapidus. Autor de un estilo más próximo a la novela negra estadounidense. De hecho su nombre suele citarse acompañado de uno de sus maestros: James Ellroy. Dinero fácil es su primera novela, inicio de la denominada trilogía negra de Estocolmo. Una historia con unas coordenadas bien definidas cuyo funcionamiento, me temo, depende demasiado de las expectativas que se tengan.
La novela se sustenta sobre tres historias que siguen a tres personajes que desean abrirse paso en el submundo de la ciudad de Estocolmo. Mrado, un inmigrante serbio que volvió unos años a Yugoslavia para participar en la limpieza étnica de Bosnia-Herzegovina y que trabaja a las órdenes del capo de la mafia serbia de la ciudad; Jorge, un inmigrante chileno que se fuga de la cárcel después de haber pasado un año entre rejas traicionado por Mrado y que busca venganza; y JW, un joven de clase media, el trepa por antonomasia, que quiere ascender a círculos más altos a base de vender farlopa para vestirse con ropa cara, tener un coche de lujo y alternar en los locales más selectos (vamos, lo que queremos todos los chicos con 18 tacos). Las andanzas de todos ellos, al comienzo independientes, se suceden cada pocas páginas mostrando una progresión muy lenta que desemboca en un final donde, como era de suponer, se cruzan.
En este relato de su vida, con vistazos a su pasado, sus expectativas, las maniobras que realizan para conseguir sus objetivos… la narración se desarrolla por terrenos muy corrientes. Se aprecia que Lapidus, un abogado penal, ha buceado en su experiencia y ha retratado con la máxima verosimilitud tanto a los personajes como los bajos fondos por donde se mueven. En Dinero fácil ni las guerras de bandas arrasan barrios enteros ni cuentan sus víctimas por decenas, ni la disciplina que imparten los jefes a sus huestes son más medievales que contemporáneas, ni las fugas de la trena son dignas de un fugitivo del siglo XXII… Lapidus describe los cimientos más oscuros de la sociedad sueca desde la contención argumental y deja al desnudo el grado de globalización alcanzado por el mundo del crimen, la inoperancia de la policía para atajar las mafias o la clara interrelación entre estas y las clases altas del país.
Lapidus da mucha importancia a la escenografía y se preocupa, quizás en exceso, de describir con todo lujo de detalles el oropel que hipnotiza a sus protagonistas, muy especialmente a JW. De ahí que abunden las relaciones de pantalones, camisas, chaquetas, móviles, vehículos… que utilizan los personajes y que, unido a su modus vivendi, dan forma a lo mejor que ofrece Dinero fácil: la descripción casi naturalista de ese submundo que ya nos habían dejado al descubierto las novelas de Henning Mankell y, más recientemente, Larsson. Una Suecia que tiene su propio infierno, tan cálido como el que yace en el sótano de cualquier otro sitio.
A cualquiera que haya leído alguna novela de Ellroy le resultará familiar el estilo de Lapidus: frases breves que prescinde de nexos y una retórica áspera acorde con el mundo en el que se desarrollan las historias. Aunque todavía tiene un trecho muy largo por recorrer para llegar al nivel del maestro. A pesar de las escasas palabras que utiliza, le falta precisión en las descripciones y en el uso del lenguaje. Y este, en ocasiones, está muy descuidado y se hace un tanto blando. Dinero fácil carece de la oscuridad, la violencia, la agresividad, la garra… que podía haber tenido. Además, aunque parezca mentira, es demasiado prólijo. 600 páginas para lo que narra se hace excesivo.
Teniendo en cuenta que la segunda parte, Nunca la jodas, ya está en el mercado y tiene aproximadamente la misma extensión, no sé si me animaré a seguir. Aquí el argumento queda bien atado (punto a favor de Lapidus) y no existe el acicate del «¿qué ocurrirá con…?» para ponerme con ella. Más cuando tengo el gusanillo por releerme América y Seis de los grandes antes de ponerme de una vez con Sangre vagabunda. Más cuando acabo de terminar la primera temporada de The Wire (¡por fin!) y ofrece mucho más que este libro. Más cuando hay tanto ocio donde elegir como para emplear el tiempo en algo que, simplemente, es correcto.
Simplemente… ¡qué palabra más cabrona!
Me siento TAN rancio cuando no me gusta ninguna novela negra moderna y me encuentro disfrutando cualquier libro pulpero hardboiled de los años 30-40 …
Hay que ver con qué cosas os sentís sucios los jóvenes de hoy en día. No es tan grave como decir que sólo te pone la space opera de Doc Smith y Jack Williamson. Eso sí que sería preocupante.
Gracias por lo de joven, salao!