El investigador privado berlinés Bernhard Gunther es contratado por uno de los grandes magnates del acero alemán para investigar tanto la muerte de su hija y su yerno, asesinados y quemados en su cama, como el robo de unas joyas de su caja fuerte. Corre el año 1936, ha estallado en España la Guerra Civil y los nazis lavan la cara a un Berlín a punto de celebrar sus olimpiadas mientras, en la sombra, funcionan a todo trapo los engranajes que conducirán al mundo hacia la Segunda Guerra Mundial.
Violetas de marzo es la novela que abrió, hace 20 años, la serie conocida como Berlin Noir. En principio formada por Violetas de marzo, Pálido criminal y Réquiem alemán y extendida en los últimos años con Unos por otros, Una llama misteriosa y Si los muertos no resucitan. Cada novela se centra en un momento relevante en la vida de Gunther y a través de ellas Philip Kerr explora las entrañas del submundo del estado Nazi para, posteriormente, bucear en la Europa de la postguerra, la gestación de la guerra fría y otros escenarios ya alejados de la capital alemana.
Como todas las series de novelas negras, Berlín Noir fía gran parte de su atractivo a su protagonista y hay que reconocer que Kerr ha creado uno con encanto. Bernie Gunther, antiguo inspector de la policía que abandonó el cuerpo tras las sucesivas purgas acometidas tras la llegada de los nazis al poder. Sarcástico, lenguaraz, oportunista, perspicaz… tanto trabaja a sueldo de las compañías de seguros como para los familiares de los desaparecidos que desean descubrir qué ha ocurrido con ellos. Un cínico de buen corazón que se asemeja a un Rick Blaine transportado desde Casablanca a las calles de Berlín. Una Berlín que es el otro pilar sobre el que se sustenta Violetas de marzo. Una ciudad que en poco se parece ya al convulso crisol surgido durante la República de Weimar y donde la fauna habitual de la novela negra se las tiene que ver, además, con las pavorosas estructuras creadas por el gobierno fascista, centralizadas sobre todo en las SS y la Gestapo. A esto se le añade la corrupción intrínseca que propiciaban sus desmanes y se obtiene el rico humus sobre el que florece una trama que, para recogijo del lector, dentro de su lienalidad, se complica y retuerce constantemente.
La novela para mi sólo tiene un agujero. Llega un punto en el que, después de todas las evidencias que Gunther ha recogido, resulta más que evidente una conclusión a la que alguien de su talento y experiencia, incomprensiblemente, no llega. Quizás porque es humano y está tan metido en otra línea de pensamiento que no la ve. Quizás porque si hubiese llegado a ella antes de tiempo, Kerr no podría haber escrito las últimas 100 páginas tal y como hizo y, de esa manera, se habría quedado sin su desenlace. Uno que nos acerca al horror de los campos de concentración antes de ser como nos los ha mostrado el cine. El lugar en el que sufrieron (y murieron) los comunistas, homosexuales, artistas, librepensadores, primeros judíos… a medida que fueron purgados.
Más allá de esta apreciación, Violetas de marzo es una novela negra tan convencional como sólida que saca partido a uno de esos escenarios que muestra lo más horrible del alma humana y que, por más que hayas leído sobre él, no pierde su demoniaco atractivo.
Como comentario final, no dejo de echar en falta un poco de arrojo en la propuesta inicial. Gunther es un personaje sólido ante el que resulta casi imposible no claudicar, capaz de pensamientos y diálogos tan inteligentes como incisivos. Sin embargo me hubiese gustado ver un protagonista menos asequible para el lector contemporáneo. Un personaje con una ambigüedad moral no sólo de boquilla o, por qué no, menos opuesto al régimen nazi. Más próximo a los millones de personas que, en su momento, lo auparon al poder, aplaudieron sus excesos, miraron hacia otro lado mientras ocurrieron sus crímenes, y fueron partícipes de su locura. Alguien más humano y, me temo, más cercano a nosotros.
Si no interpreto mal tu último párrafo, lo que estás buscando es _Muerte en Breslau_ de Marek Krajewski.
A mí me encantó la novela, sobre todo por esas cien últimas páginas. Es cierto que el arranque y el desarrollo de la trama es muy convencional, un calco de las novelas «hard boiled» americanas de los años treinta y cuarenta – la referencia a Hammett por parte de Goering no es casual – pero conforme avanza la lectura se va imponiendo el crónica de época cercano a las «Hitorias de Berlin» de Isherwood.
Estoy totalmente de acuerdo contigo, también en que la caracterización del personajes es excesivamente complaciente. Tal vez más que ambigüedad moral, se echa de menos cierto estupor ante los acontecimientos sociales y políticos. No me resulta demasiado convincente la equidistancia del personaje en su rechazo tanto del nazismo como del comunismo; eso es algo que un personaje de carne y hueso de la época no se podía permitir, desde mi punto de vista, en las circunstancias en las que le había tocado vivir. Si la novela hubiera sido escrita por el propio Gunther veinte años después de los hechos, sonaría demasiado a revisión retrospectiva.
Un saludo.
Vincent Vega.
Muy interesante todo lo que escribes. Lo único que puedo apuntar es que quizás su rechazo al comunismo se deba a su condición de socialdemócrata. Siempre que lo que dice en la novela sea cierto, claro. En breve me lanzaré a por la segunda, «Pálido criminal».
Y gracias por la recomendación, Luis. La tengo en la pila desde hace un par de años. Si no la he leído todavía es porque los editores seguís publicando novelas muy atractivas.
Sí, es cierto que en uno de los diálogos afirma haber votado a los socialdemócratas. Pero, una vez que los nazis se hicieron con el poder, su rechazo de los kozis – tal vez la única alternativa real al nacionalsocialismo – es un tanto ingenuo.
Tal vez la gran tragedia de su época fue la polarización de las pasiones políticas en sus versiones más extremistas. Bernie Gunther vive políticamente al margen de la historia.
Cuendo tengas tiempo, hazte con un ejemplar de «Historias de Berlín», de Christopher Isherwood, que es un gran contrapunto histórico de «Violetas de marzo», y del resto de la serie, supongo.
Yo también tengo ganas de seguir las aventuras del amigo Gunther 😀
P.D.: Por cierto, la narración elíptica de las últimas páginas de la novela me parece muy brillante.
No sé, habría que ver cómo fue la relación de Gunther con los comunistas en los años anteriores al triunfo de los nazis. Quizás es la pieza que nos falta para valorarlo.
Y sí, la narración de las últimas páginas es cojonuda. El cambio que se aprecia cuando «entramos» en el campo de concentración ya es una muestra de lo abominable de la experiencia.
Por cierto… ¿no te parece que es demasiado extraño que Gunther SPOILER no descubriese que la muerta era la amante y no la hija de Six? Me pareció tan evidente que casi me meto en la novela para darle de cachetes al detective y al escritor :S
Y gracias por la recomendación. «Historias de Berlín» anotado.
Sí, es poco convincente, sobre todo en un tipo que presume de tener mucha memoria para las caras, después de ver la foto la misma noche que lo contratan. Por lo demás, si obviamos ese detalle, la trama está bien armada: la resolución no puede ser otra más que la que es y todo resulta perfectamente creíble.
Sobre los comunistas, sufrieron muchas deserciones ya inmediatamente después de nuestra guerra civil, pero concentraron hasta el final de la segunda guerra mundial siguió atrayendo a los detractores del fascismo y del nazismo. La actitud de Gunther hacia los comunistas no es demasiado importante, pero el personaje sería más verosímil – un funcionario público, comisario de policía, depurado por el nazismo – si hubiera coqueteado con el comunismo. Su actitud política, que sería muy normal en un Phillip Marlow o un Max Thursday, no es muy «europea».
En realidad, la novela es muy fiel a la tradición negra americana. La trama tiene una importancia menor en comparación con la crónica social y la crítica política. Por eso los autores más clásicos de la novela negra americana huyen del modelo deductivo de la edad de oro y construyen tramas o muy simples o demasiado complicadas y llenas de agujeros; da igual, no importa, porque lo que se trata es de denunciar las iniquidades del poder o las desigualdades del sistema social. ¿Alguien entiende la trama de la mayoría de las novelas de Raymod Chandler, por ejemplo?
Un autor que me ha dado muchas satisfacciones desde que lo descubrí hace un par de años es David Goodis. Me parece un autor tremendamente original, que muestra una gran compasión por sus personajes – auténticos desheredados – y ofrece retratos psicológicos muy certeros en novelas como «Viernes negro» (también editada como «Viernes 13»), «Rateros», «La luna del arroyo», «Fuego en la carne», «Cuidado con esa mujer» o «La senda tenebrosa».
Bien está enterarse de un título interesante en novela negra, aunque tendré que borrar de mi memoria el SPOILER que leí sin querer por ahí arriba, ja, ja
Joder, Egan. Lamento el Spoiler. Intenté utilizar la etiqueta que tengo activada en el blog para señalarlos, pero parece que sólo funciona en el cuerpo de los artículos, no en los comentarios 🙁
Estoy de acuerdo con que la novela tiene mucho más de novela negra que de policíaca, aunque creo que la trama de investigación es muy importante y, para mi, todo tiene sentido… salvo ese detalle. Pero no le doy más vueltas que soy un disco rayado.
Te confieso que Chandler me pilla ya un poco en el pasado. Apenas me acuerdo de las tramas de sus novelas, salvo de «Adiós muñeca». Supongo que porque fue la que más me gustó, y me pareció bastante bien urdida (hasta que vayas ahora y me saques algún fallo gordo XD).
Por cierto, que antes de leer la siguiente de la serie, creo que me voy a pillar las dos novelas que abren la colección Es Pop Narrativa. Las he estado hojeando hoy en la FNAC de Bilbao y estoy enamorado de ellas
http://www.culturaimpopular.com/2010/02/llega-es-pop-narrativa.html
Na, las novelas de Chandler no tienen fallos gordos. O, al menos, no tienen fallos gordos que destaquen por encima de los diálogos más sublimes de la narrativa negra americana.
Qué buena pinta tiene esa colección, caramba 🙂