Hace unos meses leí Caballeros de Viriconium de M. John Harrison y todavía resuena en mi cabeza la manera en que comenzaba…
Los aristocráticos matones de la Ciudad Alta silban mientras juegan a las facciones entre los observatorios en ruinas y las fortificaciones abandonadas de Lowth. A larga o corta distancia, estos intercambios –breves andanadas de órdenes y prolongadas respuestas que a menudo terminan con lo que te imaginas que es una nota interrogativa– forman la base de un idioma complejo, a cuyo eco despiertas de pronto en la hora plomiza que precede al amanecer. Acércate a la ventana: la calle está desierta. Oyes quizá pasos precipitados, o un suspiro. En uno o dos minutos los suspiros se han alejado en dirección al Mercado de Estaño o la Margarethestrasse. Al día siguiente es descubierto un príncipe menor degollado en la cloaca y lo único que te queda es la impresión de guerras secretas, paciencia letal, una astuta maniobra en la oscuridad.
Los niños del Barrio fingen comprender estas señales. Conocen las historias de los hombres más desesperados de la ciudad. Por la mañana, camino del Liceo sito en la Simeonstrasse, examinan hasta el último rostro exhausto.
«Ahí va Antic Horn», susurran, «maestro de la Asociación Filosófica Anémona Azul», y: «Osegrby Practal asesinó anoche a dos hombres de la reina debajo mismo de mi ventana, con su cuchillo… ¡así!, y luego silbó el ‘hallado y eliminado’ del Clan de la Langosta…»
No es sólo que me parezca alucinantemente bien escrito; evoca con una elegancia que se ve pocas veces en un libro de fantasía heroica la extrañeza de un mundo que no es el nuestro. Sin necesidad de contarnos en tres páginas la historia pasada de un reino con 49 nombres más o menos ingeniosamente ideados que parecen estar ahí exclusivamente para crear ambiente, ni recurrir a una escena de acción con espadones de dos metros y hechizos de 5,56 mm. Claro, el autor de las líneas no es un juntaletras cualquiera. Una lástima que el público en España parezca ajeno a su existencia.
Vale, está bien, mi resistencia acaba aquí. Al menos, si he de transigir con la fantasía, que sea con Harrison.
Harás bie, es una excelente trilogía, pero el c*br*n de Harrison no te muestra «sus cartas» hasta que te lees los tres libros, y lo ves todo en conjunto, es entonces cuando te das cuenta que sólo hay un verdadero protagonista que es… (y hasta aquí puedo leer 😉 )
En fin, habrá que buscar el cofre de marras, qué remedio.
Tengo a medio leer «Tormenta de alas» y es mucho mejor que «La ciudad pastel». Se nota la experiencia acumulada por Harrison en los diez años que hay entre ambas (y que ya no es un clon de Moorcock).
Pues a mi la tercera novela me decepcionó muchísimo. Si en «La Ciudad Pastel» puedo coincidir con Nacho y probablemente «Tormenta de Alas» pueda resultar mejor (literariamente hablando) a la primera, «Noches de Viriconium» fue un palo enorme… no me lo explico…
Es una trilogía absolutamente imprescindible: decir sólo que soy un fanático de Tormenta de Alas, uno de mis diez favoritos » de todos los tiempos». Y levantar una lanza por la maravillosa » Nocturnos de Viriconium». No puedes entender la MetaCiudad, la sensación del Tiempo derrapando sobre sí mismo despues de su propia muerte, si antes no te has perdido en el Laberinto de perspectivas urbanas que diseña » Nocturnos»; si antes no has caminado con la Milicia Obrera, armada de lanzallamas, para desinfectar, entre incendios de color azul, los edificios enfermos; si no has combatido a la Policía Secreta en los descampados emponzoñados de porcelana rota, de fruta putrescente, de esa marea absurda y surreal de objetos cotidianos llegados de todos los sumideros de la Era de las Grandes Urbes; si, en fin, no has contemplado el fantasmático espejismo de Edificios Blancos Ondulantes, ardiendo como un millón de reflectores sobre el horizonte de la ciudad, y ello, justo un momento antes de comprender que esa Alucinación Urbana camufla, en realidad, la pesadilla peor: …Viriconium no es una ciudad, sino un inmenso lodazal químico en el que balbucean, un poco más sumergidos cada vez, los agonizantes espectros del Orden Humano y el Tiempo: Y solo entonces podrás decir que, al fin, has oído y sentido los Nocturnos en Viriconium.
Vale, ok, de acuerdo. Ya es suficiente. No me torturéis más. Ni fantasía ni leches; acabas de describir a Harrison en estado puro, y con eso me vale. El sábado me hago con los tres.
Joe, de acuerdo con Kaplan 100%, yo solo he leído el primero pero los otros dos acaban de subir 50 peldaños en la pila…
Dios, voy de cabeza a por ellos!
Un comentario que ya he hecho alguna vez antes.
El primero es un homenaje a R.L.Stevenson.
El segundo es un homenaje a Clark Asthon Smith .
El tercero es un homenaje a David Bowie.