No soy muy dado a publicar comentarios por entregas, pero como no dispongo de mucho tiempo para perfilar esta entrada, he aquí un experimento. No tengo pefilada la conclusión final ni por aproximación, así que es posible que degenere en una sucesión de ideas peregrinas, un poco de perogrullo, sin mucho orden y abocadas a un callejón sin salida (¡toma ya!). Será gracioso verme metido en el brete.
Hace dos semanas, el renacido (y volcánico) blog de Yarhel sacó a colación un tema de esos que sólo cabe tildar como sintomáticos. La total y completa ausencia de obras fantásticas preocupadas por la realidad social, económica, cultural y política actual de España.
Es curioso ver que en casi todos los países donde se cultiva el género fantástico se ha recurrido con gran frecuencia a la ciencia ficción, o incluso a la fantasía y al terror, para poner en tela de juicio las realidades propias, pero en nuestro país esto es algo muy poco frecuente, por no decir que casi inexistente (con alguna excepción).
Una situación en la que no me había fijado y sobre la que se puede discutir bastante.
Unos días más tarde, a raíz de la publicación del comentario de un servidor sobre Mundos y demonios en El sitio de ciencia ficción, intercambié unos cuantos correos con su webmaster, Francisco José Serrano Suñer, sobre Danza de tinieblas, la obra de Eduardo Vaquerizo finalista del premio Minotauro; una novela negra cañí con una fuerte componente steampunk y de aventura urbana, y un aire a las novelas de Alatriste. El motivo central de los correos, algo que se puede intuye en la pregunta de Yarhel: por qué esta novela, y tantas otras de las que se escriben en España en los últimos años, generalmente desde escritores que salen del fandom, huyen de la especulación a fondo para centrarse mayormente en la aventura, la intriga, los personajes, una cierta indefinición a la hora de explicar el componente fantástico de sus obras,…
Ambas son cuestiones atractivas, que se prestan, primero, a una amplia investigación por parte de los conocedores del género patrio. Algo que estoy muy (pero que muy) lejos de ser. A pesar de esto, me gustaría comentar algunos detalles que podrían explicar estos rasgos observados por Yarhel o Francisco José.
El punto capital que encuentro se halla en nuestro innegable déficit histórico. Aunque la literatura fantástica española tiene una tradición bastante desconocida por el lector tipo, no alcanza ni el volumen ni la presencia que tiene la de otros países de nuestro entorno. Y si hablamos en concreto del enfoque referido a poner en cuestión o dar salida a la situación de la sociedad de una época determinada, la distancia es atroz. No hay nada como coger el modelo a seguir, el Reino Unido, y observar cómo, en el momento de nacimiento de la ciencia ficción (considérese cualquier momento del siglo XIX entre la aparición de Frankenstein y La máquina del tiempo), a parte de la novela realista tan al uso, había una voluntad de hacer crítica social, cultural o del tipo que sea utilizando esas arma tan poderosas que son la imaginación, la evocación y la sugerencia.
Pasando de lo anecdótico, y por dilucidar el asunto a las bravas sin extender demasiado la enumeración, tenemos las utopías de Samuel Butler, William Morris o Edward Bellamy, que, independientemente de cómo hayan envejecido, muestran un modelo que España no puede igualar. Y lo mismo se puede decir si mentamos al padre de la ciencia ficción moderna, H. G. Wells, y la práctica totalidad de las obras que publicó entre 1895 y 1904. Un canon que marca un potencial evasivo importante (el componente de maravilla, aventura, sugestión del lector es omnipresente), pero que también juega un papel de contrapunto con la Inglaterra victoriana y, por extensión, de la naturaleza humana. Sentó unas bases ampliamente explotadas por toda una legión de autores ingleses y estadounidenses que constituyen un porcentaje capital de la faceta popular de la literatura fantástica anglosajona. Una faceta popular que tiene una componente de diversión fundamental pero que, muchas veces, servía y sirve para mucho más.
Cojamos la ciencia ficción española (la fantasía y el terror me son todavía más desconocidas). Aunque estudiosos como Nil Santiáñez-Tió o Agustín Jaureguízar han investigado etapas hispanas análogas a la inglesa, el tiempo y el complicado mercado editorial se las han tragado bien profundo. Para el lector de las últimas décadas se puede decir que los antecedentes más próximos del género son las historias del Coronel Ignotus y el Capitán Pablo Rido de José Mallorquí, la saga de los Aznar de G.H.White y los bolsilibros de los años 50 y 60. Sin entrar a valorar su calidad, estamos hablando de una ciencia ficción diametralmente opuesta a la especulativa, que no tiene ni de lejos la más mínima intención de análisis en su ideario. Narraciones en la que la evasión y el disfrute del lector lo son todo y se prescinde de aquello que pueda distraer de estas intenciones.
Incluso, yendo más allá, los que hoy en día se tienen como grandes clásicos de la ciencia ficción española, tres nombres como Ángel Torres Quesada, Gabriel Bermúdez Castillo y Domingo Santos, escritores que llevaron el timón durante las décadas de los 60 y los 70, no se puede decir que rompiesen dicha tradición (ni mucho menos). Las obras más conocidas de los dos primeros son, respectivamente, space opera colorista sin complejos y novelas de aventuras desopilantes. Mientras, Santos… pues no puedo decir mucho, porque apenas he leído nada suyo.
¡Ojo! No quiero decir ni que estos autores no tuviesen interés alguno por la especulación o el análisis del ser humano. Ni que los autores españoles de ahora los tengan como modelo. De hecho, salvo ejemplos puntuales como el divertidísimo Estado crepuscular de Negrete, no han sentado las bases de lo que se escribe hoy en día. Pero sirve para poner en situación.
Es difícil obtener réditos en un terreno donde no hay simiente.
De acuerdo, ya veo a qué te referías con lo de inspiración 😉
Espero con interés el desarrollo del tema y tus conclusiones.
Amén, amén.
El otro día me senté a escribir sobre la gripe del pollo y me sentí como si hiciera algo raro :/
No soy muy dado a publicar comentarios por entregas, pero…
…pero ya estás tardando en publicar las siguientes entregas 😉
Poco a poco, que no dispondo de mucho tiempo ^_^
Lo que me gustaría pedir al respetable es que si encuentra ocasión (y tiempo) se lance de cabeza contra lo que voy escribiendo, ya sea para poner de manifiesto su trivialidad, perogrullismo,… o, en el otro extremo, sus puntos débiles, las equivocaciones, la desinformación,…
Hola, Nacho:
sólo te escribo para comentarte que tu última entrada en el blog me parece una perogrullada trivial, cuyos puntos débiles más destacables son la evidente desinformación de su autor, que no hace otra cosa que amontonar equivocación tras equivocación. XD
ah… qué buena es la crítica constructiva….
(es broma, eh, que no se moleste nadie)
Marc