La literatura fantástica española y la especulación (II): La transición intransitada

En la única mesa redonda en la que he tomado parte, durante la HispaCon de Getafe en Octubre de 2003, tuve la fortuna de compartir cartel con Cristóbal Pérez Castejón, Iván Fernández Balbuena y Fernando Ángel Moreno. Nos tocó una hora complicadilla, las once de la mañana, y un tema perfecto para aburrir a las ovejas («El ensayo de ciencia ficción en España»). Sin embargo, la cosa salió razonablemente bien; se le sacó partido al tema.

Entre las ideas que allí se aportaron hay una de Fernando que todavía recuerdo con claridad: sobran biobibliografías y existe una carencia de estudios literarios de fondo. Algo explicable si se considera que la mayor parte de los que escriben este tipo de textos no tienen ni el tiempo, ni la formación, ni la motivación necesarias para afrontarlas con perspectiva de éxito. Pero éste sería otro tema. Lo interesante es que sugirió como ejemplo de ensayo a realizar uno fundamental que aguarda en el limbo a la espera de que alguien lo haga suyo y lo plasme en papel: un análisis de la ciencia ficción española antes, durante y después de la transición.

Servidor no es esa persona por los tres motivos aducidos, pero desde la superficialidad y la precisión que permite un instrumento como este blog, me gustaría apuntar algunas ideas.

Haciendo memoria, básicamente, en los años previos a la muerte de Franco, la única publicación estable que apostaba por la literatura de ciencia ficción escrita en español era Nueva Dimensión, aparecida en 1968 y tristemente desaparecida catorce años más tarde. No resulta difícil imaginar que, con el régimen dando sus últimos coletazos y la mordaza de la ley Fraga en acción, nuestros escritores, los que escribían ciencia ficción etiquetada como tal, estaban muy lejos de tratar la situación de nuestra sociedad a través de sus historias. Más si se considera lo ocurrido con el número 14 de la revista, en el que se incluía el cuento de Magdalena Mouján Otaño «Gu ta gutarrak«. Un ingenioso e ideosincrático relato sobre las raíces del pueblo vasco que supuso el secuestro de dicho ejemplar por atentar contra la unidad de España. Una medida que dejó tocada a la revista por un tiempo y que, obviamente, disuadió mucho a publicar otras historias comprometidas.

Este panorama choca con el que se vivía en el mundo de las letras «generales», donde un cúmulo de autores de lo más variopinto apostaba por un contenido sociopolítico impepinable (aunque desconozco si publicaban en España o simplemente se traían sus textos impresos desde otros países). Y también entra en colisión con lo que se estaba viviendo en nuestro sempiterno modelo en el que inspirarnos, la ciencia ficción anglosajona, por entonces padeciendo el ataque de new wave de la segunda mitad de la década de los 60. Una forma de encarar la literatura más próxima a la literatura general, con un mayor cuidado formal, unas dosis de experimentalismo desconocidas hasta entonces y, muchas veces, con un evidente compromiso social. Nueva ola de la que Nueva Dimensión (y su director, Domingo Santos) fue heraldo y portavoz en nuestro país, publicando muchos de sus autores con un intervalo asumible de tiempo respecto a su edición original.

Para que se hagan una idea, durante la parte central de la década de los 70 aparecieron textos tan significativos como «Arrepiéntete Arlequín, dijo el Señor Tic Tac» y el resto de los mejores relatos de Harlan Ellison, Incordie a Jack Barron (Acervo) y varios relatos de Norman Spinrad, El mundo interior (Acervo) y otras novelas y cuentos de Robert Silverberg, multitud de narraciones de J. G. Ballard, Philip José Farmer, Samuel Delany…

Mi visión está limitada por el hecho que la única etapa de Nueva Dimensiónque conozco con detalle es la final, desde el cambio de formato del número 110 (1979) hasta su conclusión en el número 148 (cosas de encontrar en el año 91 un comercio donde tenían casi todos estos números). Sin embargo… tanto de observar estos números como varios de los que he conseguido posteriormente de las anteriores etapas, no tengo la impresión de que eso sirviese para promover un cambio en la manera de enfocar y escribir el género de nuestros autores, enclaustrados en una visión más propia de los años cincuenta o comienzos de los sesenta, únicamente roto por balas perdidas (me acabo de acordar de la colección de Domingo Santos Futuro imperfecto aparecida en Nebulae 2ª época) o el surgimiento de la nueva generación de autores a finales de los 70 que llevarían la voz cantante a partir de entonces.

En cualquier caso, la inocuidad de la que hablaba entra en contradicción con la inmersión política de la sociedad española en el tempestuoso clima de la transición, bastante más implicada que en la actualidad, y, lo que es revelador, lo que se estaba haciendo desde fuera de las fronteras del ghetto con elementos fantásticos. Aquí mi limitación es, incluso, mayor que la expuesta anteriormente, porque es un «mundo» que estoy empezando a descubrir ahora. Pero en 1976 Jesús Torbado ganó el Premio Planeta con En el día de hoy, una ucronía en toda regla sobre nuestra Guerra Civil que fue punta de lanza de una serie de textos escritos a raiz de la muerte de Franco. Un hecho que se puede tachar de circunstancial, al ser algo inherente a los momentos de intenso cambio sociopolítico; ya había ocurrido una proliferación de historias alternativas después de la catástrofe del 98.

Un relieve mayor hay que darle a que ese mismo año José María Merino publicó una novela de ciencia ficción con un fuerte sentimiento cotidiano y sutilmente ligada a lo vivido en nuestro país durante las décadas anteriores, Novela de Andrés Choz. Asimismo, más tarde, alumbró una serie de cuentos que desde el fantástico más cotidiano estaban ligados a la sociedad española del siglo XX y sus más arraigadas costumbres: Cuentos del reino secreto.

Estos ejemplos, y otros que trataré un poco más adelante, produce la sensación de que, por un lado, sí que ha habido autores interesados por utilizar las herramientas que proporciona el fantástico para hablar sobre España y cualquier cambio/tesitura/situación que estuviésemos/estemos viviendo. El problema es que el lector que surge del género, como un servidor, circunscribe sus lecturas a lo que surge de dentro y se olvida que fuera del muro también se utiliza la imaginación con este fin, muchas veces con más tino. Sólo hay que recordar que el gran clásico de la ciencia ficción española no fue escrito por ninguno de los escritores que he citado hasta ahora, sino por un señor llamado Tomás Salvador, y que salvo para conneiseurs avezados y culos inquietos, resulta completamente desconocido (servidor también comete este pecado).

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3 respuestas a La literatura fantástica española y la especulación (II): La transición intransitada

  1. Yarhel (Enric Quílez) dijo:

    ¿De qué va Cuentos del reino secreto?

  2. Yarhel (Enric Quílez) dijo:

    Ops, no había visto el link 🙂

  3. Nacho dijo:

    Un ejemplo de la manera de tratar esta España nuestra de «Cuentos del reino secreto». «Genarín y el gobernador» nos habla de una procesión de Semana Santa que se hace León. Explican en qué consiste en

    http://www.genarin.net/faq.html

    El cuento, al igual que el resto, conceptualmente es muy sencillote. Coge un suceso, nos lo pone en el contexto de la época (primeros años del franquismo; la iglesia y el gobernador quieren suprimirla) y le mete un contenido fantástico más o menos ligero (Genarín interviene para que no se prohíba la procesión). Pero por su manera de renovar los temas, su peculiar estilo, su sensibilidad,… y su accesibilidad resulta refrescante. No por nada la profesora de Lengua y Literatura del segundo ciclo de secundaria lo sugiere como lectura de verano para alumnos de este curso.

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