Si hablamos de la historia de España de los últimos siglos resulta inevitable mencionar el perenne retraso cientificotecnológico, cultural, sociopolítico,… respecto a nuestros vecinos europeos y el llamado «primer» mundo. Un retraso observable en nuestros queridos géneros, achacable a la circunstancia inevitable de vivir de traducciones, que siempre han coartado la llegada de novedades (hasta hace muy poco tiempo, cuando los medios, la profesionalización, las búsquedas de aficionados inquietos,… han permitido publicaciones en tiempos cada vez más cortos, incluso con determinados títulos británicos apareciendo antes que en EE.UU.). Igualmente las primeras colecciones estrictamente de género no funcionaron, con continuidad y solvencia, hasta la década de los sesenta. Así nos encontramos con que, durante tres décadas, a pesar de excepciones que eran publicadas con un lapso de apenas un par de años respecto al original, lo más extendido era una dilación importante que podía ir de uno a tres lustros.
Retornando un poco a la anterior entrada, y dando vueltas sobre lo mismo, mientras la nueva ola estaba ofreciendo argumentos que criticaban sin ningún tapujo la política de los diferentes gobiernos estadounidenses de la época (Campo de concentración, Estación Hawksbill,…), los problemas ecológicos derivados del desarrollo económico y la explotación descontrolada del medio ambiente (Trilogía del desastre de Brunner), la desquiciante simbiosis entre ser humano y tecnología (J. G. Ballard), las drogas y su influencia sobre la personalidad (Una mirada en la oscuridad, A cabeza descalza,…),… aquí todavía se estaba publicando una cantidad ingente de títulos y autores de años pretéritos (toda la edad de oro, autores de los 50 y los 60), demorándose su aparición hasta finales de la década de los 70 o bien entrada la de los 80.
Cierto, tenemos los relatos que comentaba en la entrada anterior y que, con un intervalo más limitado, tenía a bien publicar Nueva Dimensión. Pero aunque nuestros autores se han visto obligados a dedicarse con ahínco al cuento, salvo por un progresivo y condicionado cuidado formal en sus creaciones, no se contagiaron por las obras comentadas (aunque en este sentido, más bien, sus influencias más importantes fueron en parte de fuera del género). Quizás porque en proporción estas obras estaban en franca minoría respecto al resto; quizás porque nunca estuvo en su intención utilizar el fantástico para hablar de nuestra realidad más cercana (ya había una omnipresente literatura realista que metía baza en ella); quizás porque en el momento en que leyeron todo lo comentado y se impregnaron de sus ideas hacer lo que, vulgarmente, se podría llamar canción protesta estaba fuera de lugar y estaba pasado de moda (como escuchar muchas canciones de Paco Ibáñez a comienzos de los 80); quizás porque el formato ideal para especular con algo tan complejo como la realidad social sea la novela, un campo vedado a gran parte de nuestros autores hasta tiempos muy recientes…
Demasiados quizases.
Es cierto que la novela es más potente a la hora de especular sobre temas de un cierto calado, pero no es menos cierto que el relato también ofrece muy buenas oportunidades. Si no, baste ver algunos relatos de Robert Silverberg, Harry Harrison o de Harlan Ellison.
Creo que hace ya unos cuantos años que los autores del fantástico español escriben novela o novela corta (el premio UPC, sin ir más lejos es de principios de los 90) y la temática actual brilla por su ausencia…
Cuando, ciertamente, hoy la mayor parte de esas obras de los 60-70 ya son accesibles. Espero que esta generación no se conforme con seguir las tradiciones.
Llevo un par de semanas en los que tengo todavía menos tiempo del habitual, pero rebuscando rebuscando sí que encuentro obras que a) especulan y b) hablan de nuestra realidad con bastante nitidez. Pero el tema empiezo a tocarlo en la próxima entrada y está ahora mismo a medio redactar. Otra cosa es que después encontréis lo que voy escribiendo satisfactorio y lo compartáis 😀
Aunque creo que nuestros escritores no sólo no siguen la tradición sino que están creando la suya propia: una base muy sólida para el futuro. Sobre todo si consideramos lo que están escribiendo autores como Merino o Somoza, y que debieran ser también parte del modelo a seguir.