La chica mecánica, de Paolo Bacigalupi

La chica mecánica

La chica mecánica

Hace dos meses enlacé el trailer que P&J había preparado sobre La chica mecánica; la obra de Paolo Bacigalupi galardonada con los grandes premios de la ciencia ficción estadounidense del año pasado. Algo que tampoco quiere decir mucho: los últimos treinta años están repletos de elecciones más que cuestionables. Sin embargo… sin embargo existían indicios de que La chica mecánica no era una más. No es sólo que hubiese lectores hablando sobre ella con diversos grados de entusiasmo; estos lectores tenían muchas veces concepciones de la ciencia ficción bastante diferentes entre sí. Además, desde hace meses se sabía que el grupo Random House Mondadori había comprado sus derechos para publicarla alejada de los muros de ghetto. Algo no del todo inédito pero sí bastante caro de ver. El hecho es que ya está en las librerías y, tras leerla, debo reconocer que es uno de los libros de ciencia ficción más sólidos de los últimos años. Una primera novela notable que, un poco, me ha devuelto la fe en el género escrito por autores de «dentro».

Paolo Bacigalupi basa el atractivo de La chica mecánica en dos bazas. Primero en el escenario. La narración recrea una Tailandia futura donde, años después del colapso de las tecnologías basadas en los combustibles fósiles y de toda la cadena de producción de alimentos, la llamada Contracción, existe una contienda soterrada entre los deseos aperturistas del Ministerio de Comercio y la voluntad del Ministerio de Medio Ambiente de mantener el aislamiento frente a las megacorporaciones extranjeras. Empresas con nombres como AgriGen, U-Tex o SoyPro que controlan la producción de alimentos en todo el mundo y son las únicas que fabrican semillas resistentes a las temibles neoplagas que asolan el mundo. Mientras, la principal fuente de energía, al menos en Tailandia, proviene de los resortes que se cargan por tracción animal o humana, aparte del metano obtenido de la biomasa y controlado por el Estado.

La técnica utilizada para desplegar este escenario es la inmersión: no hay ni explicaciones ni diálogos entre personajes que expongan cómo se ha llegado a tal situación. El lector debe montar el puzzle a partir de la escasa información que aflora de aquí y de allá. Una labor que se ve dificultada por el hecho de que los acontecimientos ocurren en otro país con una estructura sociopolítica muy diferente y una jerga propia que salpica el texto continuamente. Como ha explicado Rodolfo Martínez en su blog, este acercamiento se puede hacer muy cuesta arriba para los lectores impacientes; aquellos que necesitan una introducción más ágil o directa. Sin embargo a mi, que también me cuesta una guerra meterme en este tipo de historias, no me ha supuesto el menor problema. Bacigalupi ha creado un lugar narrativo que, dentro de sus coordenadas, equilibra extrañeza con una cierta plausibilidad y genera una atmósfera muy atractiva.

La otra gran baza de La chica mecánica son los personajes: Anderson Lake, un ejecutivo de AgriGen interesado en los nuevos cultivos que prosperan en Tailandia; Hock Seng, un inmigrante chino que desea recuperar la posición que tenía antes de la purga a la que sobrevivió en Indonesia; Jaidee Rojjanasukchai y su lugarteniente Kanya, miembros de los camisas blancas, encargados del aislamiento del país y en perpetuo enfrentamiento con los inmigrantes y el ministerio de Comercio; y, sobre todo, Emiko, la chica mecánica del título, un humanoide creado para obedecer ciegamente y que es exhibida como máxima atracción en un local de los bajos fondos, donde se la somete a todo tipo de perversiones sexuales. Son el vehículo de una novela que se inicia con extensos capítulos en los que todo el peso descansa sobre el relato objetivo de su modus vivendi; cada uno en un nicho y unas condiciones diferentes, enfrentados a sus propias dificultades y demonios. Bacigalupi imprime a estas primeras páginas de un toque naturalista que poco a poco se hace a un lado a medida que la peripecia toma el control de la novela. Un punto donde comienza a apreciarse que no todos los personajes tienen la misma importancia en la historia.

Así, un secundario que acaba convirtiéndose en principal, Kanya, deja ver su enorme riqueza; una mujer con el corazón partido que alberga en su interior las dudas y tensiones aletargadas en Tailandia durante los años de aislamiento y que se ve obligada a enfrentarse a más de un fantasma. En el extremo contrario, una vez definido, Hock Seng se convierte en un peón lastimero sin apenas relevancia; más que un personaje de entidad, un vehículo de ciertos sucesos que deben mostrarse a través suyo. Pero quizás es un asunto menor; todos ellos tienen sus matices. En especial, aunque muchas veces no lo parezca, Emiko. La encarnación de los usos de la tecnología y sus consecuencias, que se mueve entre la inocencia, la ingenuidad y los condicinamientos a los que nació sometida, y su eclosión tras su metamorfosis. Un sistema físico que los que rodean piensan que controlan pero que, vejación tras vejación, escapará de sus manos. Como en su momento hicieron la roya, la cibiscosis…

Más acuciante en las doscientas primeras páginas puede ser el ritmo moroso, algo de lo que Bacigalupi se deshace bien porque el lector tiene un mayor conocimiento del lugar narrativo, bien por el progresivo acortamiento de los capítulos; más extensos al comienzo, más breves al aproximarse desenlace. Hay un mayor intercambio de personajes y de escenas, lo que acelera el ritmo y ayuda mucho al catártico clímax final.

Estamos, pues, ante una obra que, con un grado menor de complejidad, recupera una manera de hacer literatura que tiene en Todos sobre Zanzíbar y El rebaño ciego de John Brunner como máximos exponentes y que sólo el francotirador Ian McDonald ha cultivado (con la mucho más reciente y nunca suficientemente ponderada, El río de los dioses) dentro del género. Una distopía moderna que ofrece un despiadado reflejo del camino por el que trascurre nuestra economía de mercado, con el crecimiento a cualquier precio como fin por encima de cualquier otro valor.

El tiempo dirá si es o no el libro de ciencia ficción del año. Por ahora, a mi me lo ha parecido.

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2 respuestas a La chica mecánica, de Paolo Bacigalupi

  1. Miquel dijo:

    Yo lo leí en 2010 (http://hevist.tumblr.com/tagged/2010) y de los que leí ese año, de cifi, lo pondría segundo. Justo después de Anathem. De fantasía el que más me gustó fue Kraken.

  2. Pingback: Iris, de Edmundo Paz Soldán | C

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