Hace un par de días terminé El poder del perro, un thriller brutal en el que Don Winslow nos acerca al mundo del narcotráfico en México; un relato lacerante que abarca 30 años de la historia reciente de este país y que describe muchas de las atrocidades que han ocurrido, y ocurren, en el contienente americano: desde EE.UU. a Colombia, pasando por El Salvador, Guatemala, Nicaragua… Escribiré una reseña por aquí pero, entre todos los pasajes que podría destacar, me quedo con este. No es una idea nueva pero resume genialmente lo que nos encontramos en las 700 páginas de la novela; cómo las cosas son muuuuuuuucho más complejas de lo que en apariencia se nos vende.
Es el monólogo interior de X, el narcotraficante némesis de Art Keller, el agente de la DEA que protagoniza su caza.
[…] Art Keller se encarga de eso.
Y menos mal, piensa X, porque la obsesión vengativa de Keller podría costarme dinero a corto plazo, pero a la larga me hace ganar dinero. Y esto es lo que los norteamericanos no consiguen llegar a comprender, que lo único que consiguen es aumentar el precio y hacernos ricos. Sin ellos, cualquier bobo con un camión viejo o una barca agujereada con motor fueraborda podría transportar drogas al norte. Y entonces el precio no compensaría el esfuerzo. Pero tal y como están las cosas, hacen falta millones de dólares para mover las drogas, y en consonancia los precios son altísimos. Los norteamericanos se apoderan de un producto que crece literalmente en los árboles y lo transforman en una mercancía valiosa. Sin ellos, la cocaína y la marihuana serían como las naranjas, y en lugar de ganar miles de millones pasándolas de contrabando, yo ganaría unos pocos centavos trabajando como un negro en algún campo de California, recogiéndolas.
Y lo más divertido de todo reside en que el propio Keller es también un producto, porque yo gano millones vendiendo protección contra él, cobrando miles de dólares por el uso de nuestros polis, soldados y agentes de Aduanas a los contratistas independientes que quieren transportar su producto a través de la Plaza. Agentes de Aduanas, guardia costera, equipos de vigilancia, comunicaciones… Es lo que la pasma mexicana valora y la norteamericana no. Somos socios, mi hermano Arturo, de la misma empresa.
Camaradas en la Guerra contra las Drogas.
No podríamos existir el uno sin el otro.
Vaya, veo que disfrutaste del libro, bribón.
A mí me pareció increíble. Muy oscuro y desesperanzador.
Uno de los aspectos que más me llamó la atención es lo documentada que está la novela, y a poco que rebusques en el pasado reciente de México te das cuenta de que lo estás leyendo tiene al menos tanto de novela histórica como de ficción policíaca.
Para muestra (sólo para los que hayáis leído la novela, para evitar posibles espoilers) podéis buscar información de personajes reales como Amado Carrillo «el Señor de los Cielos», o de Juan Jesús Posadas Ocampo, a ver si se parece en algo a lo que cuenta Winslow.
La verdad es que, como señala el prólogo de Rodrigo Fresán, da miedo pensar que una mínima parte de lo que sucede en la novela pudiera haber ocurrido.
Una de las lecturas más gratificantes que me he echado a la cara en mucho tiempo. Ya he encargado un par de libros de este Winslow para no tener que esperar a que los traduzcan. Lo malo es que hay buena parte de su obra que ya está descatalogada en inglés.
Vaya, pues casualmente también ha sido mi lectura vacacional (no me ha dado tiempo a más…) y también he salido muy contento. El pasaje que comentas también se me marcó a fuego, una reflexión durísima sobre la futilidad de enfrentarte a algo a lo que tu mismo alimentas. También desconocía las barbaridades que sucedieron en el siglo pasado en sudamérica (con que una décima parte de lo que diga la novela sea cierto es para deprimirse).
Lo que estoy viendo es que es una novela que está pegando mucho con el boca a boca, cuando fui a recomendársela a un colega él se la había leído hace meses, y ya estoy viendo muchos comentarios en foros, siempre positivos.