Shenzhen, Cartoonist 2, El viajero de la tundra, Blanco humano: Vivir en Amérika y Solo 2

Como la anterior entrada de Píldoras salió escorada hacia los superhéroes, en la presente me voy a acercar algunos de los tebeos de otras temáticas que he leído en las últimas semanas. Para ello comienzo con uno que tenía aparcado desde el Saló de este año y que, como me ha ocurrido con otros, me ha supuesto una leve decepción, esta vez más por asuntos de planificación editorial que por su calidad intrínseca.

Porque hay obras que, publicadas a destiempo, pierden gran parte de su interés y quedan relegadas a sufrir calificativos como «menor», «anecdótico», para «completistas»,…. Si Shenzhen (publicado originalmente en el año 2000) se hubiese traducido antes que el primer tebeo de Guy Delisle traducido por Astiberri, Pyongyang (publicado originalmente en el año 2004), el grado de satisfacción habría sido superior que leídos tal y como lo hemos hecho. No por nada estamos ante un experimento imperfecto y deslabazado de lo que después Delisle haría con Pyongyang. Experimento que, todo sea dicho, si hubiese aparecido antes que Pyongyang es posible que hubiese disuadido a más de un lector de acercarse a ésta.

Shenzhen es un diario ilustrado sobre la estancia del autor en la ciudad china de Shenzhen mientras supervisaba una serie de dibujos animados creada para el mercado francés. Allí se encuentra con el consecuente choque cultural, la deformada fascinación que produce occidente entre sus habitantes, los omnipresentes problemas de comunicación, el aburrimiento del occidental que va allí exclusivamente a trabajar y no tiene con quién pasar el tiempo libre, los contratiempos que surgen en la producción de la serie, la esquizofrenia propia del capitalismo comunista,… Todo bien contado pero a salto de mata, sin demasiada continuidad y sin entrar penetrar en el sistema chino como Delisle hizo posteriormente, con humor, en el norcoreano. De ahí que Shenzhen quede como una historia de viajes un tanto inane… y cara.

Tampoco se puede decir que el segundo volumen de Kyle Baker Cartoonist satisfaga tanto como el primero. Pero aquí no estamos ante un problema de publicación desincronizada, sino de intendidad y tiempo de lectura. Frente a aquél, donde casi todas las páginas deparaban chistes contenidos en una o dos viñetas, aquí nos hallamos mayormente ante historietas de varias páginas, de una o dos viñetas por página, ilustradas con el habitual virtuosismo cartoon que derrocha Baker en su trabajo, pero que se leen todavía más rápido. Otro tanto de lo mismo pasa con las historias de los Baker, en las que el autor relata a través de viñetas humorísticas de diferente extensión el día a día de su familia y lo que supone convivir con tres niños pequeños. Frente a los gags breves y certeros del primer volumen, aquí encontramos historias más alargadas que, aun siendo entrañables, despiertan menos interés. Para incondicionales de Baker.

Pasando a otras obras cuya lectura me ha resultado más satisfactoria, he aprovechado para dar cuenta del último tomo de historias cortas de Jiro Taniguchi publicado por Ponent Mon: El viajero de la tundra. Como ocurre con otras de sus recopilaciones, como Tierra de sueños o El olmo del cáucaso, existe un hilo conductor entre la mayoría de las historias; en este caso la fascinación por los paisajes de montaña y sus condiciones de vida extremas. Por ejemplo la primera historia, centrada en la fiebre del oro que llevó a muchos buscadores hasta el Yukon y Alaska a finales del siglo XIX, relata el hipotético encuentro durante una tormenta de nive entre un joven Jack London con un avejentado nativo que le salvará la vida y le inspirará para escribir un poema. Como ocurre con el resto de historias del volumen que se desarrollan en estos escenarios, supone la elegía de Taniguchi a uno de sus personajes arquetípicos: el superviviente que se aleja de la civilización para vivir en soledad y acercarse a las últimas fronteras. Como complemento incluye dos historias adicionales que no tienen nada que ver con este patrón.

Fiel a su equilibrada narrativa, su poética visual y las ilustraciones naturalistas, el placer que depara El viajero no reside únicamente en su lectura sino en la observación reposada de cada ilustración y el disfrute del trabajo de Taniguchi y sus ayudantes sobre los escenarios y los personajes. Dicen algunos lectores que la devoción que despierta cada vez que se comenta una de sus obras es exagerada; que no todo lo que publican puede ser bueno. Es posible que tengan razón, pero para mi cada nueva obra es una cita obligada, independientemente de su temática, la etapa creativa de la que proceda, las variaciones del formato o del precio. ¿Para cuándo una reedición de Sobrevivir a la nueva era glaciar?

Cambiando completamente de registro, Blanco humano: Vivir en Amérika es el primer tomo que publica Planeta del personaje y continúa la historia de los aparecidos en la etapa en que Norma editaba DC: la miniserie original, la novela gráfica Montaje final y el recopilatorio Zonas de choque, antesala de éste Vivir en Amérika. Para el que lo desconozca, Blanco humano se centra en la vida de Christopher Chance, un especialista en el arte del disfraz y de la imitiación que vende su habilidad a aquéllos que necesitan que ocupe su lugar: productores de cine amenazados, sacerdotes en zonas de guerra, jugadores de beisbol metidos en tramas de dopaje,…

Detrás de la serie está Peter Milligan que, a través de las diferentes transformaciones a las que se somete Chance, hace un repaso a los asuntos más candentes que preocupan a la sociedad americana como las secuelas del 11S, la inmigración, los escándalos relacionados con la pedofilia y la Iglesia, los grupúsculos revolucionarios que intentaron (e intentan) cambiar el sistema por medio de la violecia,… con una evidente implicación social. De una manera un tanto superficial, sin indagar demasiado en las raíces, regodeándose en la solución violenta de cada conflicto, y con un tratamiento televisivo en el que apenas hay continuidad de una historia a la siguiente.

Sin embargo como serie de acción funciona. Milligan sabe sacar partido a las limitaciones de la premisa y, sin soltar el pie del acelerador, juega con las neuras de un protagonista con problemas para reafirmar su personalidad (con tanto cambio…), acierta a rodearle de personajes secundarios que le acompañen e interaccionen con él, y se permite el lujo de confundir al lector de vez en cuando. Además en la ilustración cuenta con el contraste entre el estilizado trabajo de un Javier Pulido más sintético que nunca, y un expresivo Cliff Chiang que asimila el estilo del tristemente desaparecido Edvin Biukovic para convertirse en un clon de lo más resultón.

Quizás merezca más extensión que este condensado de píldoras. A ver si saco tiempo, porque acabo de terminar En el nombre del padre, el siguiente tomo, y también me ha dejado buen sabor de boca.

Y por último me enfrento al segundo número de Solo, dedicado al gran Richard Corben. Como en el resto de la serie tenemos a un dibujante con una personalidad muy acusada haciendo lo que le viene en gana durante 48 páginas. A veces ayudado por guionistas que le preparan la historia, otras encargándose él mismos de cada una, en ocasiones centrado en los grandes personajes de DC (como ocurría en la primera entrega realizada por Tim Sale), o, incluso, con historias que se alejan de los superhéroes para tocar otras temáticas.

Corben sabe que lo suyo son las historias salvajes y violentas, los personajes egoístas, tramposos y agresivos, y argumentos más próximos a la fantasía, el western o el ambiente urbano. De ahí que en su repertorio apenas aparezca un personaje habitual de DC, El Espectro, encima de una historia de detectives con nulo contenido superheroico. El resto es un mero pretexto para disfrutar una vez más de su arte con unos argumentos completamente supeditados a él en los que, como viene siendo habitual en cualquier producto que nos llega de una gran productora estado unidense, hay cancha de sobra para la violencia y casi nada para el sexo. Y aunque Corben está lejos de recuperar su esplendor, sigue manteniendo la fuerza y la intensidad que le hicieron grande. Globalmente, me ha gustado.

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4 respuestas a Shenzhen, Cartoonist 2, El viajero de la tundra, Blanco humano: Vivir en Amérika y Solo 2

  1. fonz dijo:

    Bueno, de estos tebeos que comentas no he leído ni uno salvo el de Corben y coincido con tu opinión. Valiosísima aportación la mía.

    El caso es lo que yo opine importa un pimiento porque a lo que venía era a recomendarte como compra inevitable de este mes (si no la tienes ya) la genial y divertidísima «La tragedia de P» de Rumiko Takahashi que acaba de reeditar Glénat. Una antología de historias cortas de la popular autora japonesa a cada cual más sencilla, costumbrista y buena. Eso sí, lo han editado en sentido de lectura oriental (creo recordar).

  2. Ataulfo dijo:

    Me lo leí cuando estuve en Francia, Fonz, y la verdad es que es bastante recomendable para el que quiera probar el divertido estilo de Rumiko y no le apetezca meterse en sus larguísimas series (aunque Maison Ikkoku está muy bien y no es muy larga, aparte de tener una edición muy cuidada).

    Por lo demás… que poco puesto estoy en comic no-japo, aún tengo que leerme Watchmen y From Hell, buff.

  3. Nacho dijo:

    Fonz, si quieres aportar ya sabes. Post en «La estación» sobre últimas lecturas 😀

    Pensaba que ya tenía el de «La tragedia de P», pero he estado rebuscando en la biblioteca y he encontrado sólo «Uno o dos». Así que me falta. Me lo pillaré.

  4. KesheR dijo:

    La leeeche, contigo no faltan recomendaciones… 🙂

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