Eduardo Ledantes es un empleado de correos que atraviesa dos crisis. La primera, bastante cotidiana, afecta a su matrimonio. La segunda no. Vive un episodio de lo que denomina divergencias: lapsos de diversa longitud en los que vive otras vidas, experimenta otros sentimientos, que llegan sin aviso previo y que no padecía desde su infancia. El hombre divergente recoge este momento de su vida y varias de las divergencias, una serie de narraciones seleccionadas entre lo mejor que ha escrito hasta la fecha su autor, Marc R. Soto. Por ejemplo la primera de todas ellas es «Gatomaquia», publicada hace tres años en la desaparecida revista Galaxia y finalista de la primera edición del premio Xatafi-Cyberdark.
El relato toma la forma de una confesión en la que su protagonista cuenta la manera en que entró un gato en su vida y cómo fue el catalizador de una crisis con su pareja, una clave argumental que, no por casualidad, se repite en varias de las historias. En él se vislumbran varias de las señas de identidad que Soto ha dejado plasmadas en su obra; un lugar narrativo sustentado sobre cimientos sólidos y levantado con una enorme inteligencia.
Destacan los escenarios, entornos urbanos de su Cantabria natal donde se mueven unos personajes de clase media-baja inconfundibles. Parejas con una existencia rutinaria que ven cómo crece una frustración que es el detonante de una explosión emocional de terribles consecuencias. Esto da pie a un tratamiento próximo al género del terror y cercano al «suelo», donde los «monstruos» somos nosotros mismos. Además el curso narrativo se prolonga más allá del desenlace y el pequeño giro que lo suele acompañar, quedando relativamente abiertos y forzando al lector a implicarse en su conclusión.
El estilo de Soto es vigoroso, con un lenguaje que busca siempre la naturalidad, especialmente en los diálogos y pensamientos de los personajes. Cultiva una fina ironía acompañada de abundantes gotas de humor negro y toques macabros que, sin distanciarnos de las tragedias, ayudan a sobrellevar su crudeza. Igualmente se pueden encontrar abundantes referencias a programas de televisión y personajes de la vida pública, o a lugares de Cantabria mezclados con otros de su propia cosecha, recurso que ayuda a contextualizar la narración y a crear ambientación.
Todo esto también se observa en «Regreso al bosque», con el que se llevó el premio Booket del año 2006, y que fue publicado en la antología Tiempo de relatos, en «Bella y tierna historia de amor», seleccionada por Santiago Eximeno en el Visiones del año 2005 y recientemente traducida en EE.UU. por la Ellery Queen Mistery Magazine, o en «El hombre divergente», el relato que, dividido en dos partes, «encapsula» la antología. A priori una simple excusa para ligar las diferentes piezas y, como comenta Elia Barceló en la introducción, quizás una forma arriesgada de presentar el contenido. Parte de razón no le falta; lejos de comenzar con una narración convencional, en la que resulta «fácil» entrar, nos sitúa ante una pieza abstracta que no cobra todo su significado hasta 150 páginas más adelante. No obstante la manera en que redondea el conjunto y el sentido adicional que le dota a cada relato suponen una ingeniosa vuelta de tuerca.
Hay otras características que merece la pena resaltar, como el cuidado que presta el autor a la voz narrativa, algo visible en los relatos anteriores pero todavía más evidente en las piezas más breves, caso de «Ratas», un relato en segunda persona que rebosa tensión desde su inicio, o «Volverás», de apenas tres páginas que en primera persona relata las sensaciones de un muerto que vuelve de la tumba para reencontrarse con su ser más querido. Sin embargo creo que es en «Sushi» donde más brilla esta cualidad. Una narración brevísima que no pasa de ser una anécdota centrada en una simple duda pero que, desde su sencillez, atrapa irremediablemente.
Por último merece una mención especial la novela corta que supone el gran aporte de El hombre divergente a la obra de Soto: «Mosquitos», inédita hasta el momento y lo más extenso que ha publicado. Una obra con un fuerte toque Kingniano que, compartiendo la mayor parte de elementos comentados, se mueve en unas coordenadas un tanto diferentes: el contenido fantástico es omnipresente. Una historia trasgresora en la que un niño de apenas diez años se ve atraído por una adicción incontrolable mientras su «seño» del cole se descubre atrapada en (no podía ser de otra forma) una relación de pareja acogotada por la rutina y el engaño. A destacar su conclusión, un vibrante y macabro enfrentamiento, tan subversivo como políticamente incorrecto.
En los debes que veo en la antología, hay un par de relatos que podrían haber entrado, dada su relación con el resto, y que no habrían alargado en demasía la extensión del libro (unas 20 páginas). Concretamente pienso en «Consuelo en la luna», una maravilla que construye un horror tan asolador como terriblemente cotidiano, y «Sueño de nieve y barro». Aunque, visto con un poco de distancia (y optimismo), es bueno que hayan quedado en la recámara junto a otras piezas como «Pleamar de trigo» por si existiera la oportunidad para una continuación de El hombre divergente. Y a pesar de tener un acabado más conseguido que productos precedentes (por ejemplo después de varios años obviándolo, la maquetación ya cuida que las primeras líneas de los párrafos que comienzan una sección no tengan sangrado; el formato de la colección ha pasado de bolsillo a rústica con un precio muy atractivo;…), de nuevo los «duendes» de imprenta se han colado en el taller de AJEC (algo que no ocurre en la edición electrónica). Por ejemplo en las varias líneas de separación que, sin motivo alguno, figuran entre párrafos que no deberían estar separados y que perturban la lectura.
El hombre divergente es una colección harto interesante tanto para los que hayan leído algunos relatos de Marc R. Soto como para los que deseen aproximarse a unas historias donde el terror se encuentra en ese vecino que nos encontramos todos los días en el ascensor y nos pregunta por el tiempo que va a hacer. O, llegado al extremo, en el seno de nuestro propio hogar. Potencialmente hablando, claro.
Nota 1: El autor ha creado un sitio web sobre el libro. Aparte de información sobre su contenido, los compradores del libro podrán descargarse material extra. Cuando llegue a casa miraré cuál es.
Nota 2: Me imagino que el nombre de Eduardo Dantés viene por El conde de Montecristo, pero no puedo quitarme de la cabeza otro nombre menos «adecuado»: Leonardo Dantés. ¡Glubs!
(7/6/2012) Nota 3: Desde hace unos meses está disponible en Amazon la versión para kindle, con una maquetación exquisita y sin los errores de la edición de AJEC, a un precio excelente.
Hola, Nacho…
¡Qué interesante lo de El Conde de Montecristo (una de mis novelas favoritas) y lo de Leonardo Dantés! No había caído en ninguna de esas dos posibilidades. En realidad, Ledantes es un pueblecito de la zona de Liébana. Fresneda, por cierto (la doctora Fresneda), es otro pueblecito… A veces te vuelves loco para evitar que los personajes se apelliden González, jejeje… 🙂
Jo, no me acordaba de Ledantes… Pero sí de Fresneda, lugar donde vivió «Pepe el de Fresneda», el famoso alimañero (al menos por aquí)
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Me ha gustado, me he ido al blog del autor y creo que compraré el libro, a ver si no es muy difícil encontrarlo en Santander.
El jueves lo presenta en la librería Gil de la plaza de Pombo a las ocho de la tarde. Allí ya hay un expositor con varios ejemplares. Y si quieres tenerlo firmado, la oportunidad es inmejorable.
Pues gracias por la información, estoy de viaje, si llego pronto me paso…
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