No sé por qué, pero algunos tenemos metido en la cabeza un cliché sobre los autores que leemos que convendría echar abajo de una vez para siempre. Por mi pequeña experiencia en las convenciones a las que he acudido, y la entrevistas que hice para cYbErDaRk.NeT, he descubierto que salvo en una excepción, el resto de escritores no sólo te reciben con los brazos abiertos sino que siempre están dispuestos a charlar amigablemente. Incluso hasta el punto de vencer mi conocida y desbordante timidez, de la que no puedo librarme en el 90% de los casos cuando mi interlocutor es alguien a quien he leído de forma entregada, al que muchas veces he convertido en un ídolo personal.
Ahora mismo no voy a explicarles lo que supone para mi estar al lado de Christopher Priest. Ya estuve con él hace dos años en Madrid y debería tener grabado en la memoria que es alguien a quien puedes acercarte y establecer una conversación sin problema; como creo que he dicho más de una vez, en los instantes previos a la entrevista tuvimos la ocasión de hablar durante un buen rato (fuimos los únicos puntuales). Sin embargo uno es como es y prefiere escudarse detrás del pensamiento mejor no molestar que lanzarse y hacer lo que en el fondo el autor ha venido a hacer a un espectáculo como La Semana Negra. Hablar sobre su obra en lo alto del escenario, con los medios de comunicación y, sobre todo, con sus lectores.
Voy a ponerles en situación. 1:15 del recién estrenado Domingo 10 de Junio. Lugar, Baile de la Reina. Estado del fiestón: gente bailando al son de la música, diversos grupos entregados a la conversación, alcohol dejando de fluir, juego de rol en vivo n.p.i.,… En aproximadamente un cuarto de hora (aunque después fue más) vamos a a abandonar el Lagar Trabanco para volver a Gijón.
Después de su charla del sábado por la tarde y de su sesión de firmas, me había acercado a Priest y había quedado en hablar un rato con él durante la celebración. Más o menos se acordaba de la entrevista de Madrid (le sonaba mi cara pero no sabía si fue en Barcelona, Madrid o Sitges, donde había estado este año), del intercambio de correos para completarla, de la posibilidad que le había enunciado de ir a la WorldCon donde es invitado de honor (y a la que no voy por falta de pelas),… Servidor tenía el ego a la altura del Monte Olimpo.
Sin embargo… uno llega al Lagar, se sitúa en un lugar y, en vez de moverse por las cuatro esquinas y los muchos metros cuadrados que comprenden interaccionando con el resto de asistentes, se acomoda junto a los que se han convertido en miembros de su cuadrilla y, aunque fluctúa, no va mucho más allá. Priest hace lo mismo que la mayoría de los autores anglosajones y busca la compañía de los suyos, en este caso John Kessel, Anselm Audley y sus acompañantes, aislándose de lo que ocurre alrededor. No sé si porque son así o porque nosotros les invitamos a hacerlo; no les empujamos con nuestros rayos tractores hacia nuestra fiesta. Claro, Sapkowski es diferente y por eso se convierte en el rey del rock´n´roll, bebiendo, hablando, acercándose a todo el mundo, estrechando manos, dando abrazos, contando y escuchando chistes,…
De vez en cuando los miro pensando si es el momento adecuado, y nunca lo encuentro. Estoy bien como estoy; ellos parecen muy animados, no conviene interrumpir.
El tiempo pasa, los diálogos corren, la sidra, el vino y la cerveza vuelan, el etanol es sustituido en algunos casos por la cafeina, los fallos del jurado entran en acción,… Priest y Kessel salen a disfrutar de la noche a una de las mesas de fuera. El reloj se mueve a velocidad de espanto. Y, como decía, llega la 1:15.
Para no imitar a Homer Simpson cuando por puro pánico se quedó sin saludar a Mr T., me armo de valor, le digo a Paula que nos acerquemos hasta allí para sacarnos una foto con ellos, le endiño la cámara a Fernando Ángel Moreno, que es mejor fotógrafo que yo, y hacemos lo que me hubiese gustado hacer antes. Les interrumpimos, nos sonríen, aceptan encantados, nos ponemos detrás suyo, Fernando da al botón, salta el flash,… Y llega el temido momento. Hay que hacer algo más que quedarse con cara de gilipollas sonriente, que es mi estado habitual en una situación así (que se lo pregunten a uno con el que estuve de copas y bailando dos horas después)
Y ahí Kessel y la camiseta que llevo hacen el resto. Resulta que voy de friki entregado y me he puesto una de los 4Fantásticos clásica, de color azul fantástico, con un cuatro fosforescente en la parte delantera y dibujos de los rostros de los personajes hechos por Jack Kirby en la trasera. Priest me pregunta si se ha estrenado la película, y le digo que está a punto, aunque no soy muy confiado sobre el resultado. Entonces Kessel hace el truco de magia y cuenta una historia por la que se mortifica. Cuando era entre niño y adolescente compró el primer número de los 4F y lo vendió cinco años después, para estrellarse con la realidad que supone haber tirado por unos míseros centavos una de las inversiones más considerables de su vida. A partir de ahí hablamos (sí, se me suelta la lengua) de la contradicción inherente al hecho de que hoy en día haya gente que compre únicamente números uno para especular. Le comento a Priest el precio que ha acabado teniendo El mundo invertido, y la necesidad que hay de una reedición. Claro, de Kessel no he leído nada, así que mi lengua pide disculpas, aunque ahí reconozco que en comparación a su compañero se le puede considerar inédito. Catando su personalidad, y lo que dice más tarde, me entran ganas de coger American Apocalypse y degustarlo. Así son estas cosas.
Sobra decir que a partir de ahí, todo se asemeja a patinar sobre hielo. Te equilibras, ganas velocidad y confianza, y no hay quien te pare.
A continuación me pregunta Priest por cuánto tiempo llevo leyendo ciencia ficción, y cuál fue mi primera novela. Aquí sé que le va a gustar, porque fue La guerra de los mundos de su adorado Wells. Y claro, estando la película en boca de todos el tema es inevitable. A los tres nos ha encantado porque es a la vez respetuosa con el original y tiene su propia identidad, ha roto nuestras previsiones de que se convirtiese en otra Independece Day y se concentra en un número muy limitado de personajes. Después hay detalles que no convencen, como el final forzadamente feliz, las imágenes del ejército cargándose algún trípode y otras cosas que no entendí muy bien (mi inglés está muy atorado). Eso sí, el inevitable espíritu de la escalera hace su aparición y más tarde llegan ideas que me hubiese gustado intercambiar (como los lazos curiosos entre Los Genocidas de Disch y la peli de Spielberg) a ver qué decían. Pero ya se sabe: éstas llegan justo cuando no se pueden contrastar.
Me preguntan de dónde soy, les hablo de Santander y de Cantabria, su situación en España y a Kessel se le iluminan los ojos. Nos cuenta que esta semana se pasará un día por aquí a visitar Santillana del Mar y las cuevas de Altamira. Como curiosidad me comenta que hay una canción de no se qué grupo anglosajón que lleva en el título Altamira, pero no me suena ni por aproximación. Hablamos de que es una lástima que sólo pueda visitar la réplica, de los problemas de conservación detectados hace décadas, de que ya no pueden visitarla ni grupos reducidos,… (se me olvida comentarle que es una pena que no sea Spielberg, que no tuvo que aguardar los tres años de rigor para entrar en ella).
Entonces me hago el nativo entendido y le invito a visitar dos lugares en los que no sé si picará, pero que seguro le estimulan. Por un lado la cueva del Soplao recién abierta al gran público, aunque después me doy cuen de que igual le es imposible ya que hay que reservar, y por otro Comillas. ¿Qué mejor gancho que decir que allí hay un edicifio de Gaudí? Ya descubrirá el Palacio de Sobrellano o la Universidad Pontificia. A raiz de esto comenta que va de turismo a Barcelona exclusivamente por Gaudí, y muy especialmente por la Sagrada Familia. Priest la visitó hace unos años y se quedó maravillado por el vértigo y la belleza que explotan cuando levantas la cabeza y contemplas el monumento. Ahí intento hablarles de lo que supone subir hasta arriba y observar el edificio desde esa vista, los balcones que se abren en sus torres y la espiral de la escalera de descenso. Y del vértigo, claro.
Despúes seguimos hablando… de los bonitos zapatos que lleva Paula (callada porque le cuesta seguir la conversación y es todavía más tímida que yo), de las ciudades del norte de España, de que a pesar de que les habían dicho que Gijón era horrible (O_O) les había encantado, de ciertos libros para iniciar en la ciencia ficción, de cómo tu perspectiva cambia con el paso del tiempo, del Juego de Ender, del que Kessel da una charla el Domingo, de la alegría que les produce descubrir que no son tan raritos y que hay mucha otra gente que aquí piensa lo mismo que ellos sobre el, del «Emperador de todas las cosas»,…
Y la frustración llega cuando el sueño termina. Sientes que igual quieren seguir solos y tras 25 minutos en el país de las maravillas hay que volver a la madriguera. Pliegas velas, dejas de lado el viento que te ha arrastrado durante El Momento, te despides, haces mutis por el foro y atesoras cada instante en la memoria, dispuesto a saquearla cada vez que veas esa foto que sacaste y que, esperas, haya salido. Porque si no voy a coger un martillo y destrozarla a puro golpe de rabia.
Por esto que he escrito, que es una expresión nada contenida de un estado mental irrepetible, merece la pena acercarse a estos eventos. Sobre todo por las personas con las que te encuentras, pero también porque proporciona recuerdos imposibles de olvidar. Como éste.
Hola Nacho, no te he escrito nunca así que aprovecho para felicitarte por la web y el blog que tantas ideas me dan, dejame también tener una sana envidia por los momentos que pasastes con un escritor que admiras especialmente.
Quería preguntarte si en algún momento de la conversación no surgió el tema de la posible adaptación de «El prestigio» a la gran pantalla por parte de Nolan, y si te comentó algo del tema.
Gracias, y felicidades nuevamente.
Sensacional. Entiendo perfectamente cómo te sientes. Esta tarde, después de comer con mi novia, mientras yo conducía me ha dicho: «¡Tío, vuelve ya de Gijón!», o algo así.
Se tarda en volver, y tras experiencias como la tuya, pues mucho más. Nos vemos!
Que momento más bonito y que envida, esta es una de esas cosas que, por timidez patológica, yo nunca haré.
Ah, la canción de Altamira (Caves of Altamira, creo que era) es de Steely Dan, un grupo pop de los setenta. Una bonita canción.
jose -> Muchas gracias por tus palabras. Seguiré dando el cayo con esto del blog, aunque en los próximos días continuará el monotema de la AsturCon. Se le puede sacar mucho partido.
De la peli, se me había olvidado completamente que esa posibilidad estaba abierta. Aunque no sé si se lo habría preguntado. Me parezco bastante a fonz y estaba en un estado mental en el que cualquier plan previo que hubiese podido preparar se habría ido al garete. De todas formas a ver si en un par de días le envío un correo con unas fotos que le saqué y se lo pregunto.
fonz -> Lo hubieses sobrellevado sin problema. Lo habrías disfrutado. Y, como siempre, gracias por completar la información.
Hombre, sí que me lo pasaría bien pero porque recién cenado y con una botella de vino blanco entre pecho y espalda me suelto bastante…:) Además podría haberme tirado el pisto llevando «Freedom Beach» para que me lo firmase Kessel. En fin, tengo que hacer cambios radicales en mi vida…
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