Cuando la página de la librería Cyberdark en facebook hizo referencia a esta novela, dejé el típico (y fácil) comentario a lo ¿Para cuándo una de zombis contra Drácula? O algo similar. Ni se me pasaba por la cabeza que me podría acercar a ella. Sin embargo a los pocos días leí «La mercancía», el relato de Alberto López Aroca, su autor, seleccionado en Aquelarre; una historia con tensión que unía tráfico de personas y licantropía. Unos meses más tarde me encontré con esta controvertida reseña que me animó a darle una oportunidad (estas polémicas hacen más por un libro que el asentimiento silencioso). De hecho es mucho más que una novela de zombis; Sherlock Holmes y los zombis de Camford incorpora al universo creado por Conan Doyle una serie de personajes que lo enriquecen además de suponer una curiosa piedra de toque para los amantes de la cultura popular.
Y mira que el comienzo es de lo más anodino: el relato en primera persona de cómo Holmes y Otis Mercer, su ayudante ocasional mientras Watson disfruta de los inicios de un nuevo matrimonio, retornan al escenario y los personajes de «La aventura del hombre que repataba» para descubrir qué fue del profesor Presbury tras el ataque de su perro. Animal que, para más señas, está encerrado en las caballerizas de su mansión sin comida ni agua, aparentemente muerto… hasta que alguien se aproxima a él y entra en actividad. Un zombi en toda regla, vamos. En este arranque estaca el descubrimiento del proceso de zombificación; una parte de la narración reposado muy a la manera de las historias pulp, con el agradable acercamiento fantacientífico de la época.
Y cuando todo tenía pinta de convertirse en un «pequeño» caso con vistas a descubrir quién estaba detrás de la «infección», aparecen una multitud de personajes, sobre todo de tebeos británicos (Mytek el poderoso, Zarpa de acero, The Spider…), que transforman la novela en una historia de acción que bascula entre las narraciones de agentes secretos y la más básica historia de superhéroes no americanos. Un refrescante distanciamiento del cansino holocausto zombi a la manera de los tebeos de Alan Moore sobre su The League of Extraordinary Gentlemen.
La pena es que me fallan tanto la secuenciación de la historia como el ritmo. Después de haber mantenido uno más o menos uniforme y cabal durante 100 páginas, se revienta el «embrujo» del pastiche con una explosión de peripecias y personajes que aparecen y desaparecen de manera alocada y convierten Sherlock Holmes y los zombis de Camford en un correcalles desmadrado. Aun así, esta novela de aventuras agradará a los que gusten de estos homenajes o que, por ejemplo, quieran recuperar el aire que consiguió Rodolfo Martínez en sus tres últimas novelas Holmesianas.
Gracias por la reseña, Nacho. (Me alegro de que llegaras a esta novela, o te animaras a conseguirla, gracias a la crítica que mencionas. La verdad es que Dios aprieta, pero no ahoga).
Un fuerte abrazo,
Alberto López Aroca