Hace diez años La Factoría de Ideas trajo a España una serie de tebeos tan interesantes como deficientemente editados que, en varios casos, quedaron inconclusos. Optic Nerve, La vida está bien si no te rindes, Peepshow… son algunos de los títulos que presentaron, pero sin duda es este Berlín de Jason Lutes el que mejores recuerdos me dejó. Hace cuatro años Astiberri retomó su publicación reeditando su primera parte, «Ciudad de piedras», en un lujoso tomo y hace unos meses hizo lo propio con «Ciudad de humo», el segundo acto de los tres que constará, ya con material inédito. Aprovechando la ocasión he retomado su lectura y, más o menos como preveía, he recuperado aquellas sensaciones de hace casi una década.
Berlín es un fresco histórico que se desarrolla en la Alemania de los últimos años de La República de Weimar. Nos acerca al clima convulso que aupó al partido Nazi al poder a través de la historia de unos personajes que participan en la mayoría de ocasiones como meros espectadores de lo que ocurre a su alrededor. Un ensayista judío, una artista joven sin intereses políticos, su amiga lesbiana, una madre de familia con inclinaciones comunistas, un padre que pertenece a las camisas pardas… forman el variopinto grupo humano que va a padecer los vaivenes de la Historia.
Lutes ya había mostrado en su anterior obra, Juego de manos, su habilidad para representar las relaciones humanas. En Berlín aporta nuevos elementos que engrandecen más si cabe su trabajo, sobre todo en lo que se refiere al universo que retratar, no sólo mayor en tamaño sino también en complejidad. El drama humano en el que nos sume es tremendo y crece a medida que se aproxima la ratonera histórica que conocemos.
Lutes afronta la secuenciación de la narración de forma brillante; cada capítulo se desarrolla a lo largo de un mes al comienzo, dos en el segundo tomo, y usa sin piedad las elipsis argumentales. Los personajes aparecen y desaparecen con fluidez mientran los sucesos manchan sus vidas sin que haya excesivos problemas para seguir la acción. Un tebeo complejo al que acercarse resulta singularmente sencillo.
Lo único que me cabe lamentar es la morosidad en su realización. Después de releer «Ciudad de piedras» y de leer «Ciudad de humo» me queda claro que Lutes sabía desde el mismo comienzo lo que quería contar y cómo hacerlo. Sin embargo el ritmo de trabajo que ha mantenido (cinco años para la primera parte, ocho para la segunda) nos sitúa ante un horizonte en el que no leeremos el tercer y último acto hasta dentro de, siendo optimistas, cinco años (y eso que se nota que está soltándose con el dibujo para aligerar carga de trabajo). La suerte es que entonces podré releerlo desde el mismo comienzo. La pena es que cinco años se antojan demasiados años…
Jason lutes ha dicho que va a intentar acabar el tercero antes. Lo malo es que antes, son tres años.