Lobezno / Punisher: Menos que la suma de sus partes

Mucho se habló en la segunda mitad del 2004 sobre la pérdida de los derechos Marvel por parte de Planeta y la llegada de Panini al mercado del tebeo de consumo. Con el inicio del 2005 hemos comprobado que si hay una palabra clave para definir el asunto ésa es continuidad: de línea editorial, de formatos, de colaboradores, de precios,… Quizás lo más llamativo sea la creación de 100% Marvel, una colección mensual de venta en librerías especializadas que recogerá en tomos muy cuidados algunas series limitadas o series que no vayan a publicarse en los típicos comic books, a un precio estandar de 10 €; precio que, sin ser Norma, se aleja por encima del que ponía Planeta.

Para iniciarla han elegido un tebeo que reunía dos buenos números para ser atractivo: un guionista de relumbrón como Peter Milligan, ahora mismo en la cresta de la ola tras el relativo éxito de X-Force / X-Statix, y un dibujante cumplidor como Lee Weeks. Sin embargo el resultado final es de mediocre tirando a malo. Normal si se considera que la anécdota en la que se basa no daba para hacer una historia de más de 48 páginas.

En Lobezno / Punisher: El santuario del mal, los criminales con dinero que son perseguidos con saña por El Castigador (me niego a llamarle Punisher) acaban refugiándose en algún punto de la selva amazónica. Allí forman una comunidad de apestados que, ¡o sorpresa!, prospera (habría que enviar una expedición de sociólogos a investigar el milagro). Sus «alcaldes», cansados de este retiro forzado de más de una década, deciden terminar con aquél que supone una amenaza para ellos y, no contentos con atraerle hasta allí, también «enganchan» a Lobezno. A éste «sólo» quieren convertirle en una especie de atracción de feria. Así que metemos en la coctelera un par de sicópatas superheroicos inmortales, añadimos unas docenas de sicópatas criminales mortales y ya sabemos lo que sale.

El tebeo está repleto de momentos demenciales al mismo nivel que los relatados en esta breve sinopsis, que no se sostienen lo más mínimo. El talento de Milligan está completamente narcotizado por el talón que se ha llevado a casa por hacerlo, unos personajes que no parecen interesarle lo más mínimo y una extensión completamente estirada, y sólo imprime a la narración algún que otro diálogo con chispa. El resto es una sucesión de estereotipos in crescendo que explota con el gran estereotipo final, de los de estallar en carcajadas. Irreconocible.

Lo único salva un poco el resultado es el trabajo de Weeks, del que soy ferviente seguidor desde su etapa en Daredevil. A pesar de las tintas del «globalizador» Tom Palmer y algún que otro momento confuso, son la fuerza de sus lápices y su talento para dominar el tempo de la narración las que ayudan a sobrellevar, levemente, la estupidez de la historia.

P.D: Como nota final, un simple apunte. Es muy triste que después de quince años se tenga que volver a lo peor del inicio de la década de los 90 para vender tebeos. Y yo que pensaba que habían pasado a mejor vida las historias en las bastaba con juntar al Castigador con Lobezno o el Motorista Fantasma, sin poner nada más…

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