A través del grupo de ciencia ficción de las news, he llegado a un artículo publicado hoy en El País de esos que te deja de piedra. En él se relata la situación actual de una de las traductoras de El Señor de los Anillos, Matilde Horne, a la sazón traductora de bandera de Minotauro, encargada de gran parte de la obra de John Crowley o Ursula K. Le Guin y títulos tan señalados como Solaris o La Afirmación. La parte más impactante para el aficionado a la literatura fantástica viene de lo siguiente
En 2001, Porrúa vendió Ediciones Minotauro al Grupo Planeta y, en concepto de «finiquito después de 50 años de traducciones», le dio a Matilde 6.000 euros. «Nunca tuve idea del valor del dinero. En ese momento me pareció bien, pero luego me di cuenta de que no daba para nada». Poco después volvería a reunirse con Porrúa: «Le dije que se había equivocado y él me dijo que Planeta le había hecho la mejor oferta y que quería las obras libres de derechos, y yo allí me quedé colgada». Además, los contratos de Matilde con Porrúa siempre fueron verbales. «A mí así me iba bien. Éramos amigos desde hace sesenta o setenta años y siempre me pagaba, no mucho, pero me pagaba». Y Porrúa se puso en contacto con Planeta. «Me ofrecieron 1.000 o 1.200 euros al año por los derechos de los libros, de los que tenía que descontar el IRPF, con lo cual, perdía mi pensión». Matilde cobra al mes 300 euros de pensión no contributiva. «Unos 240 van a parar a la comida, que tengo que pagar y no me gusta [Matilde no llega a los 40 kilos], y el resto me lo guardo para pagar el teléfono móvil; es la única manera de comunicarme con mis amigos y mi familia».
Desde el desencuentro con Planeta, Francisco Porrúa ingresa en su cuenta 500 o 1.000 euros por cumpleaños o fin de año. «Ya no nos vemos; sólo hablamos por teléfono de vez en cuando».
Es decir, la traductora de la obra contemporánea más vendida en nuestro idioma (si no lo es, poco le falta) recibe por el cese de sus actividades en Minotauro 6000 eurillos y se le hurtan todos los derechos generados por su obra durante yo que sé la pila de años. Cierto que ella es responsable de haber trabajado sin contrato, supongo que fruto de una amistad y una época en la que esto era moneda de curso. Pero da vértigo pensar cuánto dinero ha ganado la editorial con sus millones de libros vendidos de ESDLA y los decenas de miles de la obra de Ursula K. Le Guin, Solaris… sin reconocer el trabajo de una de las responsables de dicho éxito.
La versión del grupo Planeta en el mismo artículo es un estamos en ello que suena a porque nos habéis llamado, que si no…
Daniel Cladera, responsable del área de derechos de Planeta, desconoce tal oferta y asegura que la editorial está dispuesta a negociar. «De hecho, últimamente estamos regularizando contratos antiguos con traductores», añade.
Sorprende el dato que se apunta sobre los ejemplares vendidos después de la compra de Minotauro: 500.000 libros de Las dos torres y El retorno del rey (no se sabe si en total o de cada uno). Un hecho que pondría en cuarentena después del boom vivido durante los años 2002 y 2003 y las múltiples ediciones que se han hecho: en tapa dura, en bolsillo, en Círculo de Lectores, en coleccionable para kiosko,…
Realmente espero que Minotauro y Planeta solucionen este problema y le den a Matilde Horne lo que se merece. Lo que no cabe duda es que estamos ante un torpedo bajo la línea de flotación del sello que mengua un poco más la imagen de la marca y una sombra sobre la mitificada época de Paco Porrúa. Legalmente no tenía (ni tiene) por qué darle a Horne ni un euro, pero éticamente se ha comportado como suelen hacerlo las grandes corporaciones con los currantes que les permiten forjar su leyenda. Al fin y al cabo son meras herramientas.
Lo triste es que ésta es la punta del iceberg y no tenemos ni la menor idea de los centenares o miles de casos similares que no salen a la luz porque o siguen trabajando en la industria o la obra que han traducido no ha llegado ni de lejos a la magnitud de ESDLA (me pregunto qué habrá sido del otro traductor acreditado, Luis Doménech). Para alumbrar un poco la situación, en el mismo periódico también aparece un artículo sobre la traducción hoy en día. Merece la pena leerlo para situar lo que le está pasando a Matilde Horne y por qué tenemos las ediciones que tenemos. La conclusión no por sabida deja de ser abracadabrante
Serrat y Francí coinciden en que ahora existe una nueva generación de editores. «El problema está en los tiburones editoriales que trabajan con criterios de rentabilidad a costa del más débil: el traductor, el corrector, los colaboradores externos. Son fabricantes de libros y no editores», dice Francí. «Los viejos editores están desapareciendo y como te encuentres con un jovencito recién salido de la escuela de gestión empresarial no hay manera de hacerle entender que por Verlaine, Apollinaire o Baudelaire no pueden pagar lo mismo que por traducir un libro de autoayuda», señala Serrat. Y Francí recuerda otra máxima -de Celia Filipetto, también traductora, y veterana-: «No se pueden comprar armanis a precios de Zara»