Aunque ya se ha apuntado en la reseña del Premio UPC 2005, no viene mal recordar cuáles son los dos grandes problemas que presentan los volúmenes que recopilan las novelas cortas galardonadas con dicho premio que desde hace 14 años viene publicando la colección Nova ciencia ficción.
El más importante es el innegable hecho que los libros de antes del año 2001 se han saldado, los primeros en más de una ocasión. Y la perspectiva que presentan los posteriores es exactamente la misma. Cierto es que parte del público vive ajeno a estas circunstancias y compra sin saber si esos libros pasan o no a ser saldados. Pruebas tenemos unas cuantas, mismamente todos los que han pagado a precio original los Minotauros saldados a comienzos del verano en librerías en las que no hicieron caso del cambio. Sin embargo el lector informado, que con la penetración de internet comienza a ser importante, está sobreaviso y se lo piensa mucho antes de apostar por un producto que, a más tardar, en tres o cuatro años (siendo generoso) se habrá devaluado a un 30% de su precio original. Una circunstancia que dada la dificultad de vender antologías de relatos, más en español (en este caso, la mayoría de los publicados), habría herido de muerte una iniciativa si no fuese por la valiosa apuesta de la UPC y del editor, Miquel Barceló, por mantener su publicación contra viento y marea.
Sin embargo el segundo punto, la casi «imprescindible» publicación del ganador del certamen interno para miembros de la UPC, puede llegar a ser cargante. La calidad media de los que se han publicado es, salvo excepciones, mala y no se benefician de una edición profesional junto a otros escritores que cuentan muchas veces con una carrera a sus espaldas que avala, al menos, un acabado más depurado. Una situación que coloca el umbral de exigencia muy por encima que si estuviésemos ante publicaciones propias de la UPC con una distribución reducida (lo que, seguramente, se debiera hacer), pone a sus autores a los pies de los caballos y se les da caña de forma un tanto inmerecida cuando, realmente, deberíamos hablar de la profesionalidad del editor. Un editor que, da la sensación, no realiza ningún trabajo editorial más allá de decir qué se publica. ¿No podría colaborar en la mejora del texto? Porque esa es también la tarea del editor.
Mirando el pasado, resulta curioso que algunos años no se han publicado estas menciones. Repasando las bases del concurso veo que no hay obligación de publicarlas, y como en el volumen de 2005 han aparecido dos sólo se me ocurren dos interpretaciones: o la calidad media del concurso «grande» ha sido tan mala que no merecía la pena pagar por publicar alguna de las menciones del jurado que no se llevaron el premio o había que reducir los costes y como la UPC había pagado un ex aequo se podía rentabilizar. Es decir, satisfacer al lector no por la calidad sino por la cantidad, y cumplir con esa absurda tradición que los libros tienen que tener un número determinado de páginas (o volumen) para venderse a un precio standar y que, si no se consigue ese tamaño, se puede hacer casi cualquier cosa para conseguirlo: modificar los criterios de tipografía, márgenes, gramaje del papel, calidad de selección del material,… Aunque se pueden pensar que dado que los volúmenes venden bien poquito y la UPC paga, han terminado teniendo derecho de pernada en Nova y pueden hacer con cada entrega anual lo que les venga en gana.
Lo que no quita para reconocer que el UPC es un premio con una trayectoria llena de luces que, durante la dura travesía de los años 90, ayudó a mantener la llama de la creación de ciencia ficción en España con un azucarillo de 6000 euros bastante motivador (aunque bien que se podría actualizar su cuantía a, al menos, 9000 euros; el IPC bien que ha subido en estos quince años). Permitió pulir sus artes a la mayoría de los autores que se estaban curtiendo en el mundo aficionado con un formato complicado en el que hay que medir con cuidado tanto las ideas que se quieren presentar como la extensión que se va a utilizar para desarrollarlas y que muchas veces desemboca en relatos sobredimensionados o en novelas comprimidas. Un certamen que ha premiado a nombres tan señalados como Javier Negrete, César Mallorquí, Carlos Gardini, Elia Barceló, José Antonio Cotrina, Rodolfo Martínez,… y que tiene volúmenes tan interesantes como los tres que ilustran esta entrada y que al precio al que se encuentran ahora mismo cualquier aficionado a la ciencia ficción debería tener.
Sobre su trayectoria en los últimos años, no se puede negar que factores como la existencia del Minotauro de novela, tres veces más goloso (18000 €), el alejamiento de los lectores (y autores) de la ciencia ficción o la búsqueda del mestizaje o la profesionalidad, han ocasionado que algunos de los escritores más importantes que antes pugnaban por el UPC se hayan abierto a un lado, centrando sus ideas y esfuerzos en el formato largo u otras temáticas, y dejado un hueco difícil de llenar. Pero no es menos cierto que sigue habiendo obras interesantes que vienen acompañados de algunos autores extranjeros que no lo hacen nada mal en dicha extensión (a mi las novelas cortas publicadas de Robert J. Sawyer me gustan como diez veces más que cualquier novela ampliada a partir de ellas). Ojalá el premio siga activo y podamos continuar leyendo las obras agraciadas en la categoría profesional. Pero como no se corrijan las dos situaciones antes apuntadas, la cangrena que poco a poco va oscureciendo la parte positiva del premio se lo va a terminar engullendo. Del todo.
Se me hace la idea que Ediciones B, o mejor dicho Miquel Barceló como docente de la UPC y editor de la colección Nova, tiene una cuota «política» que cumplir en la selección de las novelitas a publicar. Si un año no publica al ganador UPC local, al siguiente debe publicar dos, y así. De otra manera no se explica.
En el UPC 2005, salvo el fanfiction de Terminator al final, es un libro aceptabe. Espero con ansias la versión del 2006, y aprovecho de agregar que el primer premio se dividió entre los dos ganadores ex aequo.
Rudy no ha ganado nunca el UPC. Ha sido finalista.
Gracias por la corrección. Me ha traicionado la importancia que ha tenido el UPC en la trayectoria de Rodolfo, que se ha presentado en varias ocasiones (sin ganarlo, cierto es)
Yo publiqué ese primer comentario Anónimo, no me había percatado que se iba sin loguear.
Saludos.
Nacho, hablas del UPC como «campo de pruebas» más que nada, pero yo creo que la extensión de la novela corta puede quedar fetén para cierto tipo de historias. Tú mismo has nombrado a Sawyer, para el que este formato parece el ideal para desarrollar sus narraciones.
Yo estoy convencido de que es un formato que puede dar mucho de sí (seguro que todos recordamos haber leído novelas cortas excelentes). Por desgracia, es difícil encontrarlas ahora mismo… especialmente desde que la colección Doble de Robel ha pasado a mejor vida.
En cuanto a los problemas que comentas de los UPC, no sé si está en la mano del editor solucionar todos ellos. Lo de las novelitas de los aficionados a mi me da un poco igual, siempre lo he tomado como un «peaje» o «cuota política», como dice guajars. Yo sólo las leo si he oído que son buenas. En todo caso no es un problema de hoy, sino que existe desde el propio nacimiento de los UPC…
Y por otra parte los saldos… no sé como se pueden evitar, supongo que reduciendo las tiradas, pero el problema, me temo, es que vivimos en una época de tochos y no se consideran obras «importantes» a las novelas cortas o los cuentos. Y contra esto…
Humm! Releyéndome, aunque no lo digo, sí que parece que pienso que es un campo de pruebas… y quería dejar claro que no es así. Como dices, el formato me parece muy adecuado para desarrollar ciertas ideas que no dan para más de 70 o 100 páginas y ha producido en la ciencia ficción obras sobresalientes como «Enemigo mío», «Flores para Algernon», «El nombre del mundo es bosque»,…
Aunque, entre otras dudas que tengo, no sé hasta qué punto los autores que se han presentado al UPC, sobre todo en español donde la publicación es más complicada, tenían la intención de escribir (inicialmente) sus obras en esa extensión.
Por desgracia, es difícil encontrarlas ahora mismo… especialmente desde que la colección Doble de Robel ha pasado a mejor vida
Tal y como estamos ahora, vamos a vivir unos tiempos muy duros. Sin relatos y novelas cortas extranjeras (¿qué revistas quedan?), y con nuestros autores apretándose el cinturón.
El problema principal es la certeza casi absoluta de que van a ser saldados, como bien dices. Por mucho que te pueda interesar un volumen, pagar 20 € por algo que va a costar 6 en dos o tres años te hace sentirte estafado.
Tal y como estamos ahora, vamos a vivir unos tiempos muy duros. Sin relatos y novelas cortas extranjeras (¿qué revistas quedan?), y con nuestros autores apretándose el cinturón.
Los autores españoles consagrados (Marín, Aguilera, Martínez, Negrete, Cotrina…) podrán publicar con mayor o menor frecuencia, porque Minotauro parece haber apostado por ellos, aunque también comienza a aparecer un fenómeno saldo nada bueno. La clase media emergente (Revuelta, Cofiño, David Mateo…) tiene editoriales pequeñas al estilo de Equipo Sirius, Parnaso, AJEC… y los nuevos tendrán/tendremos que aspirar a ganar algún concurso (que implique publicación, que eso no está garantizado en muchos, como el otro concurso de novela corta, el San Alberto Magno de la universidad del País Vasco) o el e-zine (con todo lo que conlleva bueno y malo publicar en internet) si queremos darnos a conocer.
En cualquier caso, lo malo es que para publicar habrá que escribir un megatocho, porque no parece que se pueda publicar otra cosa en este país que no sea una novela. En ese sentido el UPC SÍ es un campo de pruebas en lugar de un fin, por desgracia.
Sobre la polémica si las novelas de los miembros de la UPC galardonados deben publicarse o no, por supuesto, no entraré, pero sí opinaré sobre la segunda cuestión: lo de si gastarse el dinero por un libro o esperarse a que lo salden. Mi respuesta es: todo es relativo; que cada uno haga lo que le venga en gana. Aún hay cierta libertad en según qué cosas. Y me explico. Yo tengo unos cinco o seis grupos de música a los cuales adoro. Si sale un disco nuevo suyo corro a la tienda a comprarmelo rápidamente. Por otro lado hay otros grupos que simplemente me gustan y se me espero un año o año y medio los encuentro por cinco euros. El resto de música, pues…mmm…digamos que -no sea que se me acuse de corsario- me «la dejan». Igualmente, si tengo muchas ganas de ver una peli, voy al cine; si no puedo o la peli es «nifunifá», pues me espero que salga en DVD y la alquilo.
Todo el mundo tiene sus prioridades.
Todo es relativo.