Inicio la segunda temporada de la serie «Libros sabrosos» con la reseña de Luz que escribí para preparar una entrevista que hicimos a M. John Harrison en Cyberdark. Un tipo encantador que es, como reconocen a la que pueden su colegas del Reino Unido, el gran estilista de la literatura fantástica británica del último cuarto de siglo.
¿Por qué elegir Luz? A parte de porqueyolodigo, en los últimos diez días me he topado de nuevo con ella gracias a una conversación con cloudXXI, que se mostraba un tanto traumatizado por lo que había encontrado en su reciente lectura, y la candidatura a los Ignotus del ensayo publicado en Jabberwock «Luz, más luz» de Santiago L. Moreno, que la sitúa como piedra angular de una tercera vía de la ciencia ficción; (simplificando) un camino complementario y mucho más productivo al propuesto por el ghetto estadounidense o las obras provenientes de escritores mainstream que hacen una incursión en la ciencia ficción. Aunque suene a herejía estando Disch entre los candidatos, me parece el mejor de los artículos que han pasado el corte.
EMHO Luz es una novela que, sin ser revolucionaria, constituye un claro ejemplo de novela revulsivo; esa que sacude con un aire provocador que augura cierta polémica. Tras su lectura es inevitable que surjan preguntas como: ¿Es una enorme tomadura de pelo? ¿Está escrita bajo los efectos de poderosos psicotrópicos? ¿Es ininteligible? ¿Aporta algo a la ciencia ficción? Y en algunos casos, si el análisis es superficial, la respuesta parece afirmativa. Sin ir muy lejos los personajes, más que seguir un determinado plan narrativo creado por el titiritero que mueve los hilos tras el procesador de textos, deambulan arrastrados por una absoluta impredicibilidad, marcada a veces por una tirada de dados, en un ejercicio de pura mecánica cuántica. No obstante, resulta impepinable que no se parece en nada a la ciencia ficción que estamos acostumbrados a leer y es, como ocurre con los libros de Jeff Noon o Kurt Vonnegut (comparte más de una idea con Las sirenas de Titán), un texto demencial, trepidante y oscuro que discurre por territorios poco transitados.
Luz presenta una estructura escindida en tres cursos narrativos que se van intercalando cada pocas páginas, siguiendo un esquema que permanece inalterable hasta su conclusión. El primero de ellos, situado en el presente, cuenta lo que ocurre con Michael Kearney, un atormentado científico en busca del primer ordenador cuántico, acosado por una extraña presencia desde su infancia a la que intenta aplacar como el hombre intenta aplacar a sus dioses desde la Edad de Piedra: realizando brutales sacrificios. Los otros dos transcurren 400 años más tarde, con nuestra especie dispersa por la galaxia y en guerra con una inteligencia extraterrestre. En uno la capitana Seria Mau, que mantiene una compleja simbiosis con su nave a costa de sacrificar una parte de su humanidad, investiga el funcionamiento de un aparato alienígena mientras escapa de unos perseguidores que la acosan sin motivo aparente. En el otro Ed el chino, que pasa gran parte de su tiempo evadido en unos tanques de realidad virtual, debe huir de dos violentas mujeres a las que debe dinero.
Este complejo entramado constituye una novela brillante. A parte de su cuidada factura, sirve de revisión a parte de la ciencia ficción que se escribe hoy en día desde una perspectiva transgresora un tanto gamberra. Los capítulos dedicados a Kearney comienzan siendo una historia de esas que Julián Díez ha venido a llamar de «divorciados en el espacio», donde un científico acosado por problemas conyugales inventa, investiga o descubre algo que salva el mundo. Harrison se acerca a esta figura de forma similar a la que dejó patente en El curso del corazón o sus relatos de El mono del hielo, en los que expresaba la relación del hombre con aquello que le aterra y creaba un ambiente sucio donde nuestros sentimientos más sórdidos quedaban al descubierto. Así, rápidamente notamos que la búsqueda de ese descubrimiento queda en un segundo plano para entrar en el retrato de un ser humano atípico, obsesionado con una presencia que no entiende, completamente desquiciado, con una grave disfunción en su relación con el otro sexo y muy vulnerable (una característica que comparte con los otros dos protagonistas del libro)
Igualmente, los que se centran en la capitana Seria Mau son el más elemental space opera alejado de los cánones usuales. Su protagonista no es la tópica heroína sino que entronca con los sólidos personajes que Iain M. Banks creó para su serie de La Cultura, aportándoles enormes cantidades de furia, rabia y locura que les proporcionan una personalidad muy acusada. Ya en el primer capítulo descubrimos que el fin justifica los medios y se comporta con un nihilismo bien explicado. Después de todo sacrificó su humanidad para convertirse en una con su nave y, por tanto, no se guía por los mismos patrones de comportamiento que el resto de sus congéneres. Asimismo el viaje que realiza se sale de lo común. No sólo porque la aventura se desarrolla de una manera extraña sino porque nos presenta un universo nada cognoscible. Estamos ante una realidad donde los seres humanos han perdido su espíritu emprendedor y, lejos de seguir explorando, se han aposentado en una serie de mundos donde sacan partido a las tecnologías alienígenas que encuentran sin saber muy bien cómo funcionan ni para qué se utilizaban. Algo que recupera el espíritu de Stalker, el gran clásico de los hermanos Strugatski.
Por último encontramos las andanzas del centella Ed el Chino, más heterogéneas que las dos anteriores, con ribetes de novela negra, thriller, historia distópico-costumbrista y de rito de paso. Junto a la trama que concierne a la Capitana Mau es donde mejor se comprueba el buen hacer de Harrison y su personal acercamiento a la ciencia ficción. Crea sentido de la maravilla de una manera audaz, con unos personajes inmersos en unas vidas nada convencionales y un uso del lenguaje estroboscópico, con descripciones cortas que siempre apelan a sentidos como la vista o el olfato, llegándose a experimentar cada sensación como las sienten sus personajes.
A la hora de narrar los acontecimientos de este futuro lejano, Harrison no entra en explicaciones de qué significa cada término sino que los utiliza como si nos hallásemos en él, con la responsabilidad de averiguarlo por nosotros mismos. Los cultivar o los centellas, el sastre, el tiempo nave,… comienzan siendo pequeños enigmas, aparentemente absurdos, que la propia lectura va resolviendo por sí misma, llegando la solución justo en el momento en que se necesita. A lo que se une un notable tratamiento del comportamiento humano, donde las emociones priman sobre la razón e interpretar las motivaciones resulta un terreno minado, repleto de sorpresas y dobles sentidos. Y aunque en ocasiones no sepas hacia donde avanza el libro, todo tiene su razón de ser. Esto convierte a Luz en el libro menos abstracto de los tres escritos por Harrison que se han publicado en español.
Sin embargo, no se puede negar que como novela excesiva es más excesiva de lo tolerable. Por ejemplo aparecen toneladas de relaciones sexuales, capítulo sí capítulo también; vale que la ciencia ficción haya tenido el tema del sexo como un tabú durante muchas décadas, pero nada justifica el elevado número de orgías, masturbaciones, sodomitas, impotentes o actitudes pedófilas presentes en sus páginas. Lo mismo se puede decir de una serie de expresiones que se repiten de forma contumaz; que si entra en tiempo nave, que si sale, navegó por nosecuantas dimensiones fractales, la reiteración de ciertos olores,… descripciones demasiado miméticas que lastran la variedad que, por otro lado, Luz ofrece continuamente.
También cansa observar cómo el motivo de las disfunciones de los tres personajes se encuentra en problemas surgidos durante su niñez. Y aunque al final todas las piezas casan, su conclusión aparece demasiado de sopetón. Todas esas pistas y guiños sembrados por Harrison, pensados específicamente para apuntar una dirección y que termina uniendo las tres tramas en un momento, están más orientados hacia una segunda lectura que a aportar información en la primera. Porque a medida que se aproxima la conclusión no se intuye cuál puede ser ese giro que le de sentido. Algo que encuentro en franca contradicción con la propia idea de pista.
Pero valorando Luz en su conjunto, es un deslumbrante y frenético destello de creatividad en un panorama no muy dado a este tipo de manifestaciones. Eso sí, se debe coger sin muchos prejuicios y dispuesto a entrar en el juego que plantea su autor. Si se busca una historia fácil, la verdad revelada o la quintaesencia de la ciencia ficción norteamericana, aquí no se encuentra.
Nota: El año que viene aparecerá en Bibliópolis Nova Swing, la última novela de Harrison que se desarrolla en el mismo universo que Luz. Al menos en el aburreovejas dará que hablar.
Me parece una análisis correctísimo de la novela. «Luz» me sorprendió gratamente en su momento y desde entonces pienso que escritores como Harrison o David Mitchell juegan en otra liga. ¿Serán el futuro de la ciencia ficción?
La ci-fi actual está pasando por un buen momento: Mieville, Duncan, Morgan, Mitchell. El problema es la poco difusión y atención que reciben estos autores comparados con las vacas sagradas que ya están de vuelta de todo.
Y Luz es, simplemente, abrumadora y brillante.
Curioso que menciones Stalker… 🙂
Muchas gracias por el comentario, Nacho. Gran reseña la tuya. Todas las cosas que se digan sobre la maravilla de Harrison son pocas. Casi deseo más ganar el Ignotus por Luz que por mí.
Casi.:)
A mí «Luz» me deslumbró (ejem). Para empezar Harrison escribe que da gloria y creo que no está de más reivindicar un poco el aspecto formal, la forma también emociona y maravilla y Harrison (y su traductor) en ese aspecto es un maestro.
Por otro lado se nota que Harrison disfrutó muchísimo escribiendo, la novela es tremendamente entretenida. No creo que sea demasiado rara, encuentro que tiene un argumento sencillo para lo que es Harrison (compara ésta con la abstracta «El camino del corazón») e incluso te da una explicación final que en mi opinión hasta se podía haber ahorrado, pero es parte de la diversión. El universo que crea Harrison es exótico, extraño y embriagador y me encantó visitarlo.
Pero lo que más me gustó de «Luz» es como Harrison es capaz de escribir sobre personas mediante la space opera. O como escribe una space opera sobre gente aislada, disfuncional, fallida. Pero al fin y al cabo sobre personas. Banks se había acercado a esa integración del drama de la condición humana en la space opera en sus novelas de La Cultura pero Harrison lo clava.
A mí eso me pareció muy innovador como menciona Santiago Moreno en su magnífico artículo, como Harrison enfoca los temas habituales de la Literatura con mayúsculas desde la pura cf con todos los recursos nuevos que ésta puede aportar. No sé si es una tercera vía que será seguida por otros autores o quedará como una maravillosa rareza pero a los que la hemos disfrutado que nos quiten lo bailao…
dj -> ¿Serán el futuro de la ciencia ficción? Ojalá al menos sea el futuro de una parte importante de la ciencia ficción. Eso demostrará que aprovechamos la oportunidad que, como dijo Lethem, perdimos a comienzos de los 70
Arturo, hay ideas y secuencias relacionadas con el Canal Kefahuchi que me recordaban una y otra vez a los Stalkers, su recorrido por las zonas, el uso que hacían de esa tecnología incognoscible,…
fonz -> completamente de acuerdo con lo que dices del uso que hace Harrison del space opera. Aunque, como dices, después de Banks sorprenda menos.
Lo que me gustaría es conocer la opinión de personas ajenas a la ciencia ficción, porque tengo el prejuicio de que es una obra que fuera puede ser «demasiado» marciana. La historia de Seria Mau con sus naves especiales, sus tiempos cuánticos y tal… casi parece una de naves espaciales de David Weber a ritmo psicotrópico y bien escrita 😀
Es que en «Nova Swing» Harrison homenajea a stalker y al filosofo John Gray.
A mí «Luz» no me resulta una novela más marciana que cosas de Vonnegut como «Las sirenas de Titán», por ejemplo. Creo que hay lectores, digamos «sofisticados», en la literatura general que sí disfrutarían de la novela de Harrison, como les ha ocurrido a otros autores de cf que son respetados y valorados fuera del mundillo (Phil Dick, Bradbury, Ballard, hasta William Gibson). Hombre, para que salga en la portada del Babelia y atraiga grandes masas lectoras al género pues no, pero sí creo que, mismamente por finura estilística y tratamiento de personajes, es una novela que se ganaría sobradamente eso de «respetabilidad literaria» (puff).
Tal como señala fonz, la grandeza principal de Luz es que, a pesar de los escenarios clásicos del género que visita (hard, space opera, ciberpunk, científicos), lo importante no está en ellos, como es habitual en la cf, sino en los personajes, como en toda obra literaria canónica. Protagonistas que son, nada menos que un yonqui, una traidora y un asesino en serie… ¡emparejado con una suicida! En lo que indaga la novela es en los motivos por los cuales esos seres humanos son así, no en la maravilla científica del escenario (que por otra parte es increíble).
En cuanto a si puede parecer muy marciana a los de fuera, bueno, por el artículo ya sabéis lo que pienso, que hay que dejar de buscar la aprobación exterior, pero sometiendo a una crítica de parámetros generales al libro. Es una trampa cualquier comparación. Los géneros, especialmente el nuestro, tienen elementos intrínsecos, ajenos a lo que llamamos «calidad literaria», que pueden no gustar por sí mismos. Puede ocurrir que Luz, aun teniendo esos valores literarios que tiene, no sea soportada precisamente por sus componentes de género, no por baja calidad.
Aún así, el ejemplo que puse de Solaris no era baladí. Es otra novela en principio incomprensible incluso para los aficionados a la cf (como pasa con Luz), y sin embargo se ha ido ganando poco a poco un sitio en el reconocimiento general, tal como lo demuestran las dos películas y los comentarios de críticos generalistas como Bloom.
Yo, lo siento (o no), pero esta novela me ha parecido un BODRIO mayúsculo y poco menos que una tomadura de pelo. Exceptuando el concepto del canal Kefahuchi, que como habéis dicho está prestado de Stalkers o de Pórtico -tecnología alienígena ininteligible-, y el Shrander y sus dados cuánticos, todo lo demás es un ejercicio de onanismo absurdo sin lógica ni sentido alguno. Personajes in-creíbles (el guión no es una errata, ¿un físico teórico asesino en serie en sus ratos libres? claro, hombre) , sin ningún carisma ni atractivo, con traumas existenciales supuestamente profundos pero que resultan risibles cuando no ridículos y que no llevan a ninguna parte, y ninguna Gran Revelación al final que valga la pena el esfuerzo de haberse tragado toda la confusa terminología explicada 200 páginas más tarde de haberla introducido (y que ni siquiera es que esté muy elaborada).
Y precisamente, qué gran final: «EL PRINCIPIO» ¿WTF? Devuélvame mi dinero señor Harrison!!!
Si este es el futuro de la Ciencia-Ficción, por favor que llegue ya la Gran Singularidad vingeniana y acabe con todo.
(sé que la reseña es del 2006, pero he tenido la desgracia de leerlo ahora en 2012).
Realmente es de 2003, cuando se publicó «Luz». Dado que ha pasado una década, y no tengo el libro demasiado fresco en la memoria, te recomiendo la lectura de este ensayo de Santiago L. Moreno http://literaturaenlostalones.blogspot.com.es/2007/11/luz-ms-luz-el-estado-de-la-ciencia.html Aunque no compartas nuestra opinión, creo que lo vas a disfrutar y entenderás un poco mejor por qué nos gusta el libro.