Idios Kosmos

Hay libros teóricos que nacen con vocación de llegar a la mayor cantidad de lectores y ser discutidos, rechazados, admirados, olvidados… sin excesivas complicaciones. En lo que a la literatura fantástica se refiere, tenemos las listas y guías de lectura, enciclopedias visuales, libros de divulgación general escritos por conocidos autores de género,… Mientras, otros bien se decantan o por un nivel de complejidad mayor, entrando en contenidos teóricos sumamente especializados, o por un foco mucho más concreto, y quedan automáticamente indicados para un público más reducido; un lector que sabe de qué se está hablando, penetra en la propuesta y disfruta de sus matices.

Entre estos últimos en ocasiones surgen libros con una audiencia potencial más amplia porque fijan su atención en un tema popular. Es el caso de este Idios Kosmos de Pablo Capanna, el mejor teórico de la ciencia ficción en nuestra lengua, que a partir de una figura como la de Philip K. Dick despliega con maestría, una tras otra, las claves necesarias para comprender la inmensa e intrincada complejidad de su obra.

Hay que recordar que Dick es un autor muy famoso. Pese a haber fallecido hace casi 25 años, sigue creando expectación allí donde aparece, ha trascendido las barreras del género en el que se vio obligado a confinarse para sobrevivir como escritor, se cita habitualmente como una referencia al hablar de la literatura (y cine) de las últimas décadas,… y no se puede decir que esté libre de polémica.

Leer a Dick no es fácil, y no sólo por los temas que trata. Su escenarios futuros acostumbran a ser de cartón piedra, todavía más que los que construían sus compañeros de generación; si se afronta exclusivamente con la parte racional del cerebro entra en colisión directa con todo lo que llamamos lógico; su narrativa poco tiene que ver con las que hemos mamado de la ciencia ficción estadounidense; sus delirios y derroches místicos son muchas veces difíciles de tragar (me reconozco incapaz de concluir Valis, y no será por las veces que lo he intentado; haciendo una confesión, fue el espíritu de preservación lo que me hizo abstenerme de votarla del hit parade Gigameshiano en el especial que le dedicaron en el número 39. Si hubiese sido otro autor le habría cascado un 1 sin paliativos); la repetición de determinados motivos en alguna de sus etapas termina aburriendo al más entregado seguidor;…

Sin embargo… sin embargo sus obras contienen una riqueza conceptual singular que escapa a cualquier definición directa; acertó a crear una serie de personajes humanos, vehículo de unas preocupaciones para nada ajenas a las nuestras; transmitió como nadie ese extrañamiento ante la realidad que tanto trastocó su vida; buceó en nuestra naturaleza para indagar en aquello que nos hace humanos; ilustró con mano sabia toda una serie de trastornos psicológicos que han marcado una parcela importante de la sociedad occidental; imprimió, hasta en la más absurda de sus historias, un extraordinario poder de convicción;… Y, lo que le hace realmente memorable, poseía una personalidad única e intransferible, tan poderosa como obsesiva, que convierte la lectura de sus creaciones en algo genuino, reconocible, valioso…

Fue un pionero irrepetible que se alejó tanto de lo que había antes, de lo que se hizo durante su vida y, lo que resulta más increíble para alguien que ha creado escuela, de lo que se ha escrito tras su muerte.

(ahora pueden llamarme papanatas dickiniano)

Y llegado a este punto es necesario reconocer que como lectores, a la hora de enfocar su narrativa, nos hallamos limitados. En lo que a mi respecta (y, supongo, les pasará a otros lectores) ahí está siempre la escasa formación, el haberme tomado algunos de sus títulos como productos meramente evasivos, la escasa atención que muchas veces se presta a lo que se lee, su alejamiento de cualquier canon establecido, la dificultad inherente a sus textos, el desconocimiento del entorno en que trabajó, sus intenciones, influencias,… Asimismo nos hemos acercado a ella de higos a brevas, siguiendo un curso ajeno al que siguió la obra original del autor, definido por el caprichoso fluir de las editoriales que las han ido publicando según se iban haciendo con los derechos, o del caprichoso fluir de nuestras adquisiciones y posteriores lecturas. Un detalle que enmascara muchas percepciones que con una lectura secuencial serían evidentes.

Capanna en Idios Kosmos rescata a los que necesitamos ser rescatados y mediante una síntesis de estudio del material teórico sobre Dick (¡quién pudiera echarle el guante a algunas de las fuentes citadas, como la tesis de Kim Stanley Robinson!), un intenso análisis de su vida y obra y una enorme capacidad expositiva, despliega las claves para interpretarlo. Así comienza con lo más evidente y fundamental, la habitual biografía, para después dividir su bibliografía en etapas: Fase política (1951-1960), Fase metafísica (1961-1970) y Fase mesiánica (1970-1981). División ligeramente distinta a otras que se han realizado.

Una vez expuesto el sustrato sobre el que fijar el contenido, a partir de una estructura por capas y un movimiento en espiral, comienza un embriagador tour de force por los temas recurrentes en su narrativa. Inicia el recorrido por los más tratados, caso de la preocupación por los simulacros, la lucha del hombre contra la entropía o el choque entre los universos individuales y los universos compartidos, para pasar por otros menos explotados y más peliagudos, caso de los trastornos mentales con los que se vio obligado a convivir Dick y que han permeado sus libros, el complicado entramado religioso y espiritual presenta en su vida y que le llevaron a adoptar posiciones de lo más extrañas para el ciudadano de a pie y espiritual, un pensamiento político a la deriva o las connotaciones gnósticas que se pueden encontrar en parte de su producción.

Dick me libre de decir que éste es un libro sencillo. Cuando Capanna entra con detalle a estudiar la última etapa, surgida a partir de la experiencia 2-3-74 y la posterior exégesis, me ha costado seguir las ideas… en parte por falta de referentes, pero también porque es lo que menos me ha interesado siempre de Dick. Pero el resto es muy recomendable para todo lector que haya leído tres o cuatro novelas y quiera saber qué hay detrás de su talento sin par.

Como ingrediente adicional, la guinda del pastel, incluye un apéndice que bajo el lema «Crítica androide y crítica empática», y partiendo de cómo la crítica profesional y amateur, de dentro y de fuera del género, ha enfocado a Dick, expone las ideas que Capanna tiene sobre cómo se debe valorar la obra completa de un autor. Revaloriza todavía más el contenido de Idios Kosmos, además de suponer un testimonio valioso sobre el trabajo (y la pasión) de su autor.

La edición de AJEC es digna, aunque resulta funesto que un libro tan importante se vea reducido a un formato feo, rústico y minúsculo que lo aboca, prácticamente, a su venta exclusiva dentro de las barreras del ghetto, sepultado en las estanterías de las librerías por volúmenes más grandes y vistosos. Sin embargo al menos el interior es legible y puede disfrutarse sin que elementos accesorios distraigan nuestra atención.

Siendo realista, tampoco hay que engañarse. Una edición en formato más vistoso y grande probablemente tendría unas ventas similares.

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4 respuestas a Idios Kosmos

  1. Nacho dijo:

    Por cierto, que leyéndome se me podría categorizar como crítico entusiasta o crítico hincha XD

  2. Blake Doyle dijo:

    jejeje, nada nada las críticas deben ser entusiastas.
    Desde luego es un ensayo que me encantó de pies a cabeza.

    … y tampoco he leído Valis…

  3. Álex Vidal dijo:

    Bueno, pues como decías que hiciésemos…:

    Nacho, eres un papanatas dickiano 😀

    Un libro imprescindible para los que somos papanatas, sí. Y para los que no lo son, también, qué caramba.

  4. Nacho dijo:

    Álex, si tenemos a Capanna, Alejo, Julián, César, Le Guin, Lem, Disch,… de nuestro lado no podemos estar equivocados 😛

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