Hace dos años y unos meses abrí un hilo en los fenecidos foros de cYbErDaRk.NeT sobre la revista Solaris, que por aquél entonces estaba a punto de dejar de comprar. Mis palabras y lo que se originó dieron pie a una reflexión de Francisco José Suñer Iglesias en El sitio de ciencia ficción, bajo el título de «¿Revistas o catálogos?«. Todo surgió, básicamente, del estupor que número tras número me producía el sistema de puntuaciones que se utilizaba en las reseñas que publicaba (y publica) la revista.
Servidor no es que sea precisamente un crítico muy duro; sólo hay que observar las calificaciones que en mi web otorgo a los libros que voy reseñando. Sin embargo en una publicación que presume de reseñarlo TODO, era raro encontrar una nota por debajo de un 6. Vamos, que en España no se publicaban libros mediocres o malos. Esto sin considerar las elevadas puntuaciones que recibían muchos libros de la casa (La Factoría de Ideas, a la sazón editora de la revista) mientras otros, manifiestamente mejores, se observaban bajo un lupa menos benigna; o ciertos aspectos referidos a la línea editorial que condicionaban lo que los colaboradores escribían o publicaban.
A la par había algo adicional que no saqué entonces (la razón la retomaré en una futura entrega de Nostalgia naranja, seguramente en el segundo egotrip) sobre lo que me gustaría reflexionar ahora que tengo tiempo. Solaris, como revista, estaba mal planteada. Su papel como guía de lectura quedaba en cuestión por el comentado asunto de las reseñas. ¿Puede uno fiarse de unos criterios tan laxos como los utilizados? A su vez, la parte teórica, el otro caballo de batalla que debe cuidar una publicación eminentemente de contenido, estaba condicionada de serie. Los artículos tenían a lo sumo tres escuetas páginas y ahí prácticamente no hay más terreno que para la divulgación más simplificadora y volátil. Difícilmente en una distancia tan corta (haciendo cuentas la mayoría tenían entre 1700 y 2500 palabras; en cYbErDaRk publicamos bastantes reseñas de la misma extensión) se puede aportar información relevante sobre un autor, temática, corriente, premio,… más allá de cuatro datos muy generales y siete ideas resumidas.
La excusa detrás de este «capado» a la hora de plantear los textos surgía de dos aspectos. Por un lado el limitado número de páginas para este apartado con el que contaba la revista. En algún número apenas 6. Pero el otro, no menos importante, partía de una idea que se me antojaba errada de partida: el lector blanco de la publicación es el lector de a pie, ese que no está interesado en indagar en su afición, sólo en descubrir, sin sudar, otros autores/obras/temáticas/perspectivas.
¿Por qué errada? Ese lector jamás se gasta 3 o 4€ en una revista sobre libros; invertir ese dinero implica que se está dispuesto a realizar ese esfuerzo por ir más allá de lo evidente para profundizar. Asimismo en estos tiempos de internet proliferan las webs que ofrecen ese mismo contenido «superficial» completamente gratis (o, incluso, en algunos sitios yendo mucho más lejos y aportando exhaustividad, completitud,…). Dado el alcance que estaba teniendo este medio quedarse anclado en este esquema abocaba al más absoluto fracaso (que, creo, estuvo a punto de tragarse la cabecera). Sin olvidar que entre el material Gigamesh, el sesudo que se tiene como referencia y que espanta a muchos lectores, y lo que ofrecía Solaris había un término medio.
Ya en su momento me pareció obvio, y de hecho dejé de comprar la revista hacia el número 17 después de 3 años de lectura (soy de espoleta retardada)
Y el tiempo pasó y en la revista hubo cambios importantes que le proporcionaron un lavado de cara. Los esenciales: se aumentó el número de páginas, desde las usuales 50 hasta las actuales 66, ganando de paso un formato más vistoso al cambiar grapa por lomo. Y pusieron detrás a un chico inteligente, con una incuestionable capacidad de trabajo, buenas ideas y ganas de hacerlo bien. Alberto García-Teresa. Bajo su batuta la revista no ha hecho más que mejorar, pasando de ser el patito feo de la divulgación de la literatura fantástica en nuestro idioma a ser un «primer espada». Expresión, dicho sea de paso, un tanto absurda ya que espadas, lo que se dice espadas, hay contadas con los dedos de una mano y sobran dedos. Pero la metamorfosis es manifiesta. De hecho ya no es sólo un boletín informativo con abundantes reseñas y publicidad de La Factoría, sino que ofrece un material que merece la pena leer y que es algo más que un texto de solapa. La divulgación ha abandonado el terreno de lo venial para penetrar en lo capital.
¿Sigue siendo una revista sesgada? Desde luego. Aunque lo ha limitado, no ha perdido su condición de revista de cámara que publicita los autores y libros de la casa. Pero entre que La Factoría es la editorial más importante en volumen del panorama actual, los contenidos son más satisfactorios y extensos (con buenas entrevistas y artículos sólidos), la nómina de colaboradores es de postín, se presta una atención importante a lo que podríamos llamar la competencia en igualdad de condiciones que a los productos de la casa (en lo que a calidad de contenidos se refiere), se potencia la visión del género fantástico con artículos y contenidos de fondo como el celebrado número 25 con un notable canon de relatos de ciencia ficción (incluyendo el glorioso «Pájaros lentos» de Ian Watson), el repaso a las utopías y distopías escrito por Juanma Santiago en el nº 26, la sección de Mariano Villarreal sobre los premios de ciencia ficción,… Se olvida.
De ahí que el artículo de repaso a la historia de la revista, escrito por José Miguel Pallarés, del pasado número 25, me parezca totalmente errado. No dedicar ni un mísero párrafo al actual curso de la revista que ha potenciado todo esto es de una cortedad de miras pasmosa. Claro, se podría aducir que está mal hablar de uno mismo, en este caso la propia etapa de la revista. Pero eso no parece molestar a alguien que no duda en calificar los primeros números de Solaris como los mejores todavía no superados. Un alarde de ombliguismo reprobable; no por nada estaba por aquel entonces en la «cúpula» de la revista.
Ahora toca echar el freno; ya he escrito un buen trozo y el ronquido del mínimo rebaño que regento empieza a notarse. Pero en breve espero poder comentarles el último número de la revista: el 27. A pesar de no ser el mejor ejemplo sobre la trayectoria de la revista (les ha quedado un pelín flojo), trae como contenido estrella un artículo y una entrevista con Robin Hobb. Con Martin y Sapkowski, para el que esto suscribe, la escritora de fantasía heroica del momento. A ver si convenzo a alguno de ustedes para que al menos le den una oportunidad.
Nota 1: Casualmente he empezado a colaborar con la revista en esta última etapa, lo que podría invitar a poner en cuarentena todo lo que escrito anteriormente. Claro, hay atenuantes como que mi participación haya sido marginal o mis beneficios exiguos (3 o 4 libros en pago por las reseñas). Pero, como el resto de lo que escribo en este blog, es una verbalización de mis ideas. Más o menos contradictorias, acertadas, peregrinas… pero argumentadas.
Nota 2: Sobre los relatos, de lo que se podría hablar largo y tendido, me reconozco incapaz de valorarlos; entre las muchas discapacidades que acumulo una de las más señalas es que me resulta harto complicado leer cualquier narrativa que no esté encerrada entre las tapas de «algo» que se parezca un libro. Algunas veces puedo hacer el esfuerzo por un autor que me encanta o que estoy interesado en descubrir. Pero son excepciones. De ahí que prácticamente desconozca la mayoría de los que han publicado. Aunque sólo por publicar una joyita como «El mejor hombre del amigo» (nº 26), del sin par Jonathan Carroll, merecen todos los parabienes del mundo.
Pues a ver cuando comentas el tercero de Robin Hobb que quieros saber si la bajas a los infiernos o la subes al cielo. Aunque me da a mi que con el comentario que has puesto va a ser lo segundo.
Hartree
Pues sí que me ha gustado. A pesar de las pegas que puedo ponerle (como un ritmo que se pasa de moroso; casi parece que vas junto a Traspié en su laaaaaaaaarga peregrinación por Los Seis Ducados o el reino de las montañas) lo encuentro sólo un poco por detrás de Asesino real, que me lo leí en tres tardes. Espero poder comentarlo en breve.
P.D: Curiosamente en un momento Hobb se excusa a través del Bufón por formular la profecía después de que se haya cumplido. Anda que no sabe ponerse la venda después de la herida 😉
Interesantes comentarios sobre Solaris. La verdad es que soy lector de esta revista desde hace relativamente poco (los últimos cinco números) aunque la encuentro útil, ya que combina los artículos divulgativos con las reseñas y algún relato. Creo que cubre un hueco en el mercado actual, aunque sobre eso mejor no opino demasiado que tampoco entiendo mucho.
Me has dejado intrigado acerca del comentario tipo salsa naranja (sorry, las ovejas somos muy morbosas) 😉