Todos los años la editorial Gigamesh acostumbra a regalar por el día del libro un pequeño volumen, con los problemas que presenta un sistema de distribución ajeno a su control. Una vez agotada la «opción» Martin utilizada los primeros años, recogiendo fragmentos y/o adelantos de Canción de hielo y fuego, el año pasado se centraron en Laurell K. Hamilton con Casa en venta, que reunía el relato (flojito) del mismo título y un adelanto de Circo de los malditos. Los que no apreciamos demasiado las historias de Anita Blake y el mundo en el que se desarrollan hemos tenido más suerte este año (se agradece que no hayan repetido). Nos ha tocado en suerte Los primeros cuentos, adelanto de Nacido de hombre y de mujer, y otras historias espeluznantes, primera entrega de los cuentos fantásticos completos de Richard Matheson. Un conjunto de libros imprescindibles para al aficionado a la ciencia ficción, la fantasía o el terror y que esperemos tenga continuidad más adelante en nuevas recopilaciones de obras breves completas de otros escritores como Robert Sheckley, Theodore Sturgeon o, por qué no, Robert Silverberg (soñando, claro, aunque de éste último me conformaría con una buena selección; escribió tanta basurilla breve durante los años 50 y bajo tantos pseudónimos que hasta un fan total como yo dudaría de comprar muchos volúmenes) .
Aquí se encuentran los primeros cuentos escritos por Matheson; siete relatos aparecidos entre los años 1950 y 1951. A priori invita a pensar que estamos ante la quintaesencia de lo que supone un primer vuelo, y mucho de eso hay. Sin embargo uno abre el volumen, se enfrenta con «Nacido de hombre y de mujer» y se encuentra con una narración descarnada, cruda, alegórica… que nos acerca a uno de sus temas fundamentales al que ha vuelto en repetidas ocasiones: lo próximo que está el ser humano actual del terror más puro. Ése los monstruos somos nosotros tan de moda hoy en día y que, cuando escribió la historia, jugaba el papel de pionero.
En este aperitivo hay un poco de todo: ciencia ficción pulp, fantasías oscuras, fábulas modernas… Historias en las que apenas se concretan unos pocos detalles y se dosifica la información proporcionada al lector hasta llegar el desenlace, donde un giro abre el objetivo y nos sitúa ante la cruda realidad que desnudan. Historias donde la cotidaneidad se rompe por un elemento ajeno a ella, mínimamente sugerido en la mayoría de las ocasiones, que sirve para aproximarse a temas como el pánico nuclear, la alienación laboral o (curioso) la fascinación destructiva de la televisión. Aparte del relato mencionado o el conocido, y vetusto, «El tercero a partir del sol», me gustaría destacar «Hijo de sangre», un subversivo retrato sobre un joven fascinado por el mito vampírico.
El último escalón es una progresión de esta manera de escribir relatos. De cómo una estampa ordinaria, equilibrada, muy próxima al lector de la época, se trastoca con la introducción de un ingrediente sobrenatural. Cómo con una mínima separación del punto de equilibrio se sublima la incertidumbre, el desasosiego, la inseguridad que pueden entrar en nuestras vidas en el momento más inesperado. Aquí partió de los suburbios californianos típicos de finales de los 50, esas idílicas urbanizaciones de postal tan habituales, por ejemplo, en la obra de Philip K. Dick que, en cuanto rascabas en su superficie, revelaban la profunda insatisfacción de sus habitantes. Después de una hipnosis, Tom Wallace padece una serie de extrañas consecuencias: comienza a leer la mente de su mujer, tiene visiones de cosas que ocurren en su futuro inmediato y ve en su casa lo que cree que es un fantasma. Ahí se inicia un azaroso periplo para descubrir el por qué de su afección, que pone contra las cuerdas su matrimonio y revela las miserias cotidianas de sus vecinos.
Leída 50 años después de su concepción, El último escalón ha perdido parte de su pegada. No porque hayamos visto la adaptación de David Koepp sino porque muchos elementos sobre los que se construye la intriga, con su explotación sobre todo en películas o series de televisión, se han transformado en un lugar común que difícilmente permite sorpresas. Aun así mantiene una tensión uniforme en su breve extensión que, unido a la cercanía de sus modos y a lo sibilino de su tratamiento, hacen de esta novela una buena piedra de toque para acercarse a Matheson. Un escritor, por otro lado, fundamental para la literatura popular del siglo XX por Soy Leyenda, su participación en guiones televisivos de todo tipo o la adaptación a todos los formatos de varias de sus obras.
Aunque «El último escalón» no llegó a complacerme como «Soy leyenda» o sus relatos más clásicos tengo un buen recuerdo del libro, en especial de la parte más costumbrista, con ese vecindario que daba más miedo que la historia de terror en sí.
Creo que me he perdido algo, ¿el día del libro no es en abril?
Por cierto, El último escalón (la novela) me gusto bastante, sin pasarse, pero bien.
Claro, pero este volumen apareció al final del verano. Un retrasillo…
Retraso llevo yo, que desde que me fuí a vivir con mi novia ya no estoy al loro de nada. Me leo un libro cada dos meses. Todas las horas de ocio me las consume el Call of Duty y el Rock Band.
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