Anoche estuvimos viendo la última película de Clint Eastwood, Million Dollar Baby, que viene precedida de unas críticas inmejorables, varios premios y unas cuantas nominaciones a los Oscars importantes.
Eastwood ha sido un actor de mi gusto desde que le recuerdo en Harry el sucio (hay detalles, como su diálogo sobre la Magnum .357, que un adolescente impresionable es incapaz de olvidar) y lo mismo se puede decir de su labor como director. Al principio por los westerns (El jinete pálido me marcó durante varios años hasta Sin perdón), pero después con cada película que ha hecho, exceptuando algún esporádico patinazo como la soporífera Deuda de sangre. No extrañará que con estos precedentes me haya encantado.
Y eso que tenía bastantes números para que no fuese así. Las películas basadas en el mundo del boxeo (que del triunvirato de deportes básicos en la cinematografía estadounidense es el que mejores filmes ha aportado) nunca me han atraído lo más mínimo; es un deporte de admirar a quien lo ejerce por el sacrificio que entraña, pero su violencia intrínseca me repele. Sin embargo su uso como McGuffin de la historia es ejemplar. A través del forjado, ascenso, triunfo y caída del personaje interpretado por Hilary Swank penetramos en la extrema dureza que puede tener nuestra vida cotidiana y la capacidad que unos pocos tienen de conseguir sus más anhelados sueños. A base de puro trabajo, tesón, sufrimiento… y sin perder de vista que la vida es alegría y tristeza, llanto y risas, momentos álgidos y simas insondables…
Se hace muy interesante la nueva vuelta de tuerca a sus temas favoritos, caso del sentimiento de culpa, la redención o la relación entre «padre» e «hijo» (tengan o no entre sí lazos de sangre). Algo íntimamente ligado a los sentimientos del propio Eastwood. Como ha manifestado en varias entrevistas, se arrepiente horrores de no haberle dicho nunca a su padre te quiero. Este asunto está, otra vez, repleto de matices que explotan definitivamente con su desenlace, al realizar el «padre» el máximo sacrificio posible por su «hijo».
Asimismo los actores están fantásticos (espero que le den a Eastwood el Oscar de una vez; no por su riqueza actoral sino por lo bien que ha hecho y hace este papel recurrente durante toda su filmografía), la música es emotiva, el guión tiene unos diálogos sobresalientes, los personajes son entrañables,… Aunque hay detalles que no me han terminado de convencer, caso del sacerdote, que salvo una escena está ahí simplemente para hacer algún que otro chascarrillo fácil, o la familia de la chica, una galería de freaks que a pesar de lo verosímil que resultan apestan a maniqueísmo.
Espero que los señores de la Warner le sigan permitiendo a Eastwood hacer películas mientras se sienta dispuesto a ello. A pesar de que los años no pasen en balde, su «voz» sigue tan tenaz, recia y sobria como nos tenía acostumbrados.
Resulta curiosa la manera en que desde el cine americano se acercan al tema de la eutanasia y la dignidad de la vida, tan diferente a la que hemos podido ver recientemente en Mar adentro. La comparación está un poco salida de madre ya que Million Dollar Baby transcurre por otros derroteros, pero en su final casi consigue emocionar al mismo nivel.