La editorial Salto de página se ha hecho con un estimable hueco entre las editoriales de nuestro país a base de mimar aspectos como la calidad de sus ediciones, con un refrescante diseño cuidado hasta el detalle más pequeño; su confianza en las colecciones de relatos, ya sea de escritores en solitario o con antologías genéricas y/o temáticas; y su política de autor, entre los que destacan nombres como Carlos Salem, Alejandro Hernández (ganador del premio a la mejor novela histórica de 2009 que concede la Semana Negra) o Jon Bilbao. Este último es, quizá, el gran descubrimiento de la editorial y uno de sus principales valores comerciales tras el éxito de crítica de la colección de relatos Como una historia de terror, que ganó el premio Ojo Crítico de Narrativa del año 2008, y de la novela El hermano de las moscas, ganadora del premio Xatafi-Cyberdark a la mejor novela escrita en España (premio compartido con El mapa del tiempo de Félix J. Palma)
Mi relación con esta última es, cuanto menos, inconstante. Mi presi, Carmen Pila, me la recomendó hace más de año y medio. Me leí su primer acto y tuve que darle la razón: la presentación de la trama en la que, entre otras cosas, un personaje (Héctor) asiste a la transformación de su hermano (Grego) en miles de moscas y las cuida a la espera de que dicha transformación revierta, resulta opresiva, claustrofóbica, angustiosa… Sin embargo la relación entre ambos personajes, tratada con una distancia elevada, y el estilo con el que Bilbao narra estas primeras 80 páginas, casi tan aséptico como un quirófano de hospital, también me dejaron muyyyyyy frío. Se acumularon libros que reseñar para Prospectiva, la pila comenzó a trazar mi lista de lectura con renglones torcidos… y El hermano de las moscas quedó escondido en la mesilla de noche hasta que hace un mes lo retomé y lo terminé en tres sentadas. No he encontrado nada diferente a lo que comentaba antes: frialdad, distancia y contención unidas a una cotidaneidad poco habitual en las novelas de género. Lo que me conduce a una valoración un tanto contradictoria que Ismael Martínez Biurrun resumió así en la reseña que escribió para su blog:
El hermano de las moscas es un libro sombrío, gélido, aburrido, genial.
La genialidad parte, sobremanera, de su naturalidad. La transformación de Grego queda envuelta en una incertidumbre que no se esclarece y tanto Héctor como su mujer, Sara, se ven obligados a velar por todos los aspectos esenciales de su vida: encontrar un remedio para su mal, buscarle trabajo, preparar un recinto en el que pueda pasar sin peligro su transformación, prevenir que nadie descubra su secreto… Mientras, Grego se preocupa por desempeñar de la mejor manera posible su trabajo, establece relaciones sentimentales, genera un lazo muy cariñoso con su sobrina… El hermano de las moscas es un relato de cómo sobrevive una familia a un drama aterrador sin estridencias ni extravagancias, desde toda la normalidad que puede ser posible ante dicha situación.
Además la novela brilla por la excelsa construcción de sus tres personajes protagonistas: Héctor, sacrificado por intentar ayudar a su hermano a pesar de la distante relación que tenían en el pasado; Sara, que entre otras posturas manifiesta una imparable curiosidad por el problema de su cuñado; y Grego, que busca una vida normal imposible de conseguir. Tres personas comunes sujetos de una desdicha que se acentúa a medida que surgen nuevos retos y presiones, y tan humanos como ese vecino que tenemos enfrente del que nada sabemos cuando cierra la puerta de su casa. Personajes que no sorprenden pero tampoco defraudan y que evolucionan por una serie de estadios establecidos con una precisión milimétrica que dan fe de lo bien tramada que está El hermano de las moscas. Aunque al final se acaba resintiendo de sus principales valores. Existe tanta normalidad, todo sigue una pauta tan lógica y racional, la contención de las emociones se mantiene a un nivel tan elevado… que me ha resultado imposible no distanciarme por más esfuerzo que he realizado. Más cuando se podría haber prescindido de algún episodio y haber acortado la duración en unas 50 páginas.
Así, El hermano de las moscas resulta el contrapunto idóneo para romper con las narraciones de (cualquier) género que se suelen encontrar en las librerías. Aunque también requiere de una complicidad (muy) superior a la habitual.