Contra el mundo, contra la vida

Contra el mundo, contra la vida es una encendida defensa de la figura de Lovecraft como uno de los escritores fundamentales del siglo XX. Estructurado entorno a breves capítulos, Michel Houellebecq va planteando las razones que le conducen a esa idea desde puntos tan diversos como los conceptos que germinaban en sus relatos, la manera de desarrollar la narración, su obsesión por las descripciones científicas, su condición de pionero, la influencia que ha tenido posteriormente en toda una serie de escritores,… Acompaña su exposición de breves fragmentos de algunos de los cuentos más señalados de Lovecraft para enfatizar cada idea.

Houellebecq continuamente da rienda suelta a su activismo y emite ideas provocadoras, como la que se puede leer en el párrafo inicial

La vida es dolorosa y decepcionante. Por lo tanto, es inútil escribir más novelas realistas. Ya sabemos a qué atenernos sobre la realidad en general; y pocas ganas nos quedan de saber algo más. La humanidad, tal cual es, ya no sólo nos inspira una apagada curiosidad. Todas esas «observaciones» de una agudeza tan prodigiosa, esas «situaciones», esas anécdotas… Una vez cerrado el libro, no hacen más que confirmar una leve sensación de asco que ya alimenta bastante cualquier día de «vida real». […]

, en la página 81

Tal vez el siglo XX perviva como una edad de oro de la literatura épica y fantástica, una vez que se hayan disipado las mórbidas brumas de las vanguardias desvaídas. Ya ha permitido la emergencia de Howard, Lovecraft y Tolkien. Tres universos radicalmente distintos. Tres pilares de una literatura de los sueños, tan despreciada por la crítica como aclamada por el público.

o en la página 112

Los escritores de literatura fantástica son, por regla general, reaccionarios, por la sencilla razón de que son especial, podríamos decir profesionalmente conscientes de la existencia del Mal.

que, más o menos argumentadas, mantienen en todo lo alto su proverbial espíritu trasgresor a la contra de la intelligentsia cultural (basta recordar, por ejemplo, su controvertido artículo Salir del siglo XX). Eso sí, en alguna ocasión, sobre todo en su primera mitad, se echa en falta una dosis menor de verbo zahiriente y un poco más de argumentación a la hora de apoyar sus tesis, que quedan un tanto en el aire. Cosa que no ocurre con el último tercio de Contra el mundo, contra la vida, sin ningún género de duda lo más atractivo del ensayo. Al menos para mi, lector cuasi neófito que apenas sé cuatro cosas de su vida y sus escritos fundamentales.

A partir de la página 81 establece un repaso a los puntos capitales de su biografía (su vida en Providence, la relación con la que sería su mujer, su «exilio» en Nueva York,…) que le sirven para abordar la máxima que, a su modo de ver, guió a Lovecraft a la hora de escribir: «la vida es el mal«. Una noción desafiante que viaja de la mano del racismo visceral que le condujo a escribir sus mejores obras y que es, quizá, la mejor demostración de que hasta el reaccionario más excesivo puede escribir textos que trasciendan esa condición. Historias auténticas en las que una estética hostil, a la contra de los tiempos y (casi) contra natura, levantan pasiones, producen estremecimientos y excitan nuestra curiosidad, sin transmitir (o escondiendo muy bien) la yesca que las dio origen.

Una idea enunciada con ese genio que caracteriza a los grandes escritores y que se ahoga por la sencilla razón de que en Siruela se han pasado con la forma de editar Contra el mundo, contra la vida. Y es que se hace muy cuesta arriba justificar que un ensayo como éste, de poco más de 100 páginas, que a ojo no llega a las 35000 palabras y que se lee de una sentada en poco más de hora y media, pueda costar 17 €. Por muy delicatessen que la editorial sea (que lo es), muy en tapa dura que venga y muy ensayo que sea. Hay que ser muy fan de Lovecraft y ser receptivo a los modos de Houellebecq para darse el capricho de comprarlo.

Nota: Aunque en ningún momento Houellebecq llega a afirmarlo, no puedo quitarme de la cabeza que el clasismo de Lovecraft, y su racismo exacerbado, es uno de los motivos capitales que ha penalizado su reconocimiento como autor fundamental para entender el siglo pasado, cuando uno de los motores fundamentales de nuestra Historia ha sido el miedo al otro, a lo diferente. Especialmente en los últimos años.

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3 respuestas a Contra el mundo, contra la vida

  1. John Space dijo:

    ¿Me equivoco, o Houellebecq está recurriendo a la estrategia de «el fantástico no es una mierda, el resto de la literatura sí»?

  2. fonz dijo:

    Hombre, la primera parte es quizá demasiado «predicar para los conversos». A mí me gusta porque estoy de acuerdo con su negra opinión sobre la existencia y también me siento un poco hastiado de literatura realista, de personajes, de sentimientos, de emociones y de la cada vez más cansina vida cotidiana. Eso sí, no me atrevo a afirmar que la mejor literatura del siglo XX es la de Lovecraft o Tolkien, aunque no están mal estas boutades, para compensar la falta de reconocimiento por parte del establishment literario de autores como el propio Lovecraft.

    Lo interesante de esta parte es que está escrita durante la juventud de Houellebecq y probablemente sea sincera, no el vómito de un cínico oportunista que busca su bien pagado nicho como bufón en el mundillo cultural.

    En cuanto a Lovecraft en sí, estoy totalmente de acuerdo contigo. Lovecraft consiguió convertir su decepción, su hastío, su miedo y su desprecio por la vida en una obra artística valiosa, única y original que ha influído tremendamente en la cultura popular del siglo XX. Sólo por eso ya se merece un respeto.

    Ah, y sí, diecisiete euros por este librito es una auténtica pasada (y eso que yo los solté sin pestañear, así que no debería quejarme).

  3. John Space dijo:

    «me siento un poco hastiado de literatura realista, de personajes, de sentimientos, de emociones y de la cada vez más cansina vida cotidiana.»

    A mí me pasa al revés: la realista me parece cada vez más fascinante que el fantástico (del cual estoy ya saturado, y quizá sea por eso).

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