Murena

Jean Dufaux es uno de los guionistas de moda en el panorama del cómic francobelga. Sólo hay que observar el número de series escritas por él que han aparecido en los últimos años en editoriales como Glénat, Norma o Planeta: La emperatriz roja, Rapaces, Djinn, Dixie Road, Doble máscara,… Generalmente me suele gustar lo que hace, sobre todo por su acercamiento «culebronesco» a la Historia, vívido y con un notable sentido del ritmo.

Murena es una serie formada por al menos dos ciclos de cuatro álbumes (el primero fue publicado hace unos tres años por Planeta de Agostini cómics), que relata la ascensión de Nerón como emperador de Roma y sus primeros años de gobierno. Su hilo conductor es Lucio Murena, hijo de la última amante del viejo emperador y amigo de juventud de Nerón, que se ve envuelto en los turbios momentos que llevaron a éste al poder, incluidos los asesinatos de Claudio, su hijo Británico y su madre Agripina, su relación obsesiva con la esclava Acté (Actea), su matrimonio con Popea,…

Como en el resto de series históricas de Dufaux, lo que me escama de su manera de enfocar la Historia es cómo trampea con ella para que se ajuste a las necesidades dramáticas de lo que se ha propuesto contar. Como en tantos otros temas, no tengo mucha idea de los entresijos detrás de los nombres y los momentos fundamentales que articulan cualquiera de estas historias, pero, por ejemplo, aquí no se hace la menor referencia a la primera mujer de Nerón, Claudia Octavia, con la que estaba casado mientras mantuvo su relación con Acté y a la que repudió para casarse con Popea. Así que si en ésto, que es «más o menos» conocido, nos mete un gol no quiero pensar en qué otros detalles hace lo mismo. Es una situación que me incomoda, que me hace perder capacidad de disfrute y que, supongo, para algunos lectores es una barrera difícilmente superable.

Sin embargo también he de reconocer que pocos guionistas hay tan dotados para la intriga histórica y la conjura palaciega, muy cercana a la aproximación que hemos podido ver recientemente en la serie de televisión producida por la HBO Pasión de legionar… digo Roma, aunque con una resolución mucho más acertada. Sin momentos a lo Walker Texas Ranger/Bud Spencer Terence Hill, una integración mucho más creíble del protagonista en los hechos que se relatan, una aproximación a la vida de alcoba romana menos gratuita (aunque hay algún que otro momento de esos hace varias páginas que no se ve una mujer de grandes pechos tan habitual en otras series de Dufaux),… Y con una verosimilitud incomparablemente mayor.

Así como la reconstrucción televisiva chocaba con la escasez de medios (a pesar del dinero que se gastaron, abundaba el cartón piedra) o la carencia de escenarios apropiados, en el cómic se cuenta con una puesta en escena intachable a cargo de Philippe Delaby, un ilustrador que se caracteriza por un acabado obsesivo de cada viñeta, sin descuidar ni la narración ni el equilibrio entre figura humana y escenario. Un dibujante que gana soltura número a número y que se ve embellecido por el color de Dina Kathelin. Aquí se puede ver una página de la edición italiana. Con un arma como ésta y unas páginas que se pueden disfrutar durante minutos para apreciar cada detalle, cada gesto, cada movimiento, los diez euros que cuesta suponen una de las mejores relaciones calidad precio que el lector medio puede encontrar.

El último tomo, La diosa negra, está recién salido y continúa por el camino de los primeros cuatro. De una forma un tanto más atropellada, pero abriendo el foco para introducir nuevos personajes y conflictos y con una conclusión que es un cliffhanger de esos que te dejan con la mandíbula desencajada y las entrañas clamando venganza. La pena es que el álbum apareció en Francia antes del verano y se avecina una larga espera hasta el próximo, que, tranquilamente, puede aparecer dentro de año y medio.

Para amenizar la espera Planeta regala con esta quinta entrega el primer álbum de Doble máscara, otra serie de intriga histórica guionizada por Dufaux y situada en los tiempos en los que Napoleón se autoproclamó cónsul. Supongo que no habrá funcionado tan bien como Murena y hay que promocionarla entre el público afín.

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