Para evitar que me ocurra como con una serie inconclusa desde hace más de cuatro meses (la de la literatura fantástica española y la especulación; el final, previsiblemente, para finales de junio), cierro ésta después de haber expuesto las dos ideas que tenía que aportar: la relación que veo con la evaluación PISA y la, llamémosle, singularidad cultural en la que vivimos. Y lo hago con una experiencia en la que he participado la semana pasada y que me hizo recapacitar sobre la importancia que tienen los propios autores en el asunto.
No se trata sólo que escriban sus obras y las promocionen entre sus lectores en las diversas ferias del libro, simposios, jornadas, presentaciones varias,… a los que los inviten. Alguna vez hay que ponerse el mono de trabajo y acercarse a los centros escolares, a hablarles a los chavales y enseñarles a vivir, un poco, la Literatura. Una tarea en la que los escritores juveniles están curtidos, pateándose múltiples centros llevados por las editoriales durante sus viajes promocionales, pero a la que se pueden prestar otro tipo de autores como hace de cuando en cuando una estrella como Pérez Reverte. Estas visitas tienen mucho de imagen para el propio autor o los centros escolares que se apuntan el tanto. Pero si se preparan convenientemente, funcionan.
La semana pasada, con la organización de la Sociedad Cántabra de Fantástica (SCF, tengo que presentarla un día de estos en el blog) y la editorial Santillana, hemos tenido a José Antonio Cotrina en varios centros de la región. Y la experiencia, por lo que pude ver en el centro donde trabajo, fue muy grata.
Los chavales no se habían leído La casa de la Colina Negra; no había tiempo material para ponerlo como lectura (el libro salió en febrero y los libros se eligen en Junio del año anterior). Pero el autor nos había facilitado varios de sus cuentos para leerlos en clase y trabajarlos. Y aunque algunos de ellos no son juveniles, tal y como se utiliza hoy en día este calificativo («La niña muerta» o «Destino: Soberbia»), gustaron.
Estuvimos una hora en el salón de usos múltiples del colegio (ambientado para un torneo de ajedrez que se celebra en breve), con los cien alumnos que tenemos en secundaria cosiendo a preguntas a Cotrina. Preguntas que iban de las tópicas «¿Cuándo te dio por empezar a escribir?» o «¿Has pensado en escribir historias que no sean de fantasía?«, a otras más propias de un día de diario por la tarde como «Si el personaje X hubiese sobrevivido, ¿habría mantenido una relación amorosa con el personaje Y?» o de un sesudo suplemento cultural escrito por alguien de doce años «¿Por qué metes en tus cuentos cosas que no son reales, como dos lunas en el cielo o a animales haciendo cosas que no son propias de ellos?»
Aunque no llegaron, ni por asomo, al nivel de ocurrencia del colegio de Cabezón de la Sal (supongo que el autor lo contará en su blog), en el que los chavales de 6º de Primaria le llevaron hasta la esquina con preguntas como «Si algún día te casas como escritora, ¿qué harías si te roba una idea?«, quedamos satisfechos. Casi tanto como el propio José Antonio o los chavales. Que sí, había adolescentes que se notaban un poco obligados, pero un profesor sabe cuándo no les interesa lo más mínimo y cuándo la mayoría siente interés por lo que se está contando. Después de todo se habló con pasión de cosas atractivas y ajenas a su experiencia cotidiana como de dónde surge el germen por escribir, cómo se puede empezar a publicar, de dónde surgen sus ideas, de las dificultades con las que se topan, del tiempo que lleva, de los sinsabores y las recompensas,… Y, sobre todo, de la importancia de perseguir los sueños.
¿Por hacer esto los chavales que no leen más que los libros de texto se van a poner delante de una narración en su tiempo libre? No. Pero es un adoquín más que contribuye a construir el camino hacia la lectura. Un camino al que aportan gran cantidad de circunstancias de las que se han hablado en las otras entradas, desde vertientes que en España no están coordinadas, y que, aun estando éstas presentes, no siempre culmina con éxito.
La labor divulgadora entre la gente joven es muy importante, aunque por desgracia no siempre le es accesible al escritor.
José Antonio comenta su experiencia en
http://joseancotrina.blogspot.com/2006/05/por-santander.html