Recupero esta sección de sospechosos habituales para tratar un tema que, como es natural, viene preocupando por igual a la inteligentsia (es un decir) del país y los lectores, que ven cómo las estadísticas que miden los niveles de lectura, lejos de repuntar, producen la impresión de estar al borde del encefalograma plano. Más si se considera el aparente escaso interés que las nuevas generaciones de españolitos sienten por los libros.
Comienzo con César Mallorquí, una opinión competente por muchos motivos. Entre otros, porque se gana las lentejas escribiendo para jóvenes, y, sobra decirlo, con muy buena mano y un éxito indudable. En su La fraternidad de Babel realiza una sacudida contundente a algunas de las ideas que han surgido en el reciente «I Congreso Nacional de la lectura»
Ayer encontré en el periódico algunas de las conclusiones del I Congreso Nacional de la Lectura y, la verdad, estoy un poco confundido. La primera conclusión es la siguiente: “Rechazo frontal a la lectura como puro entretenimiento”.Rechazo frontal, qué fuerte… Es decir: si leer te entretiene, malo. (“Padre, el otro día cogí un libro y… disfruté” “Dios santo, hijo, qué terrible pecado. Si quieres obtener el perdón, lee tres veces “Saúl ante Samuel” y “Volverás a Región”)
El escritor Luis Mateo Díez opinaba: “No hay que leer porque sea diver. No hay que bajar el listón. Todos los placeres de la vida son costosos”. Es cierto; por ejemplo, irse de putas cuesta un huevo. Y los libros están a veinte eurapios como mínimo. Lo mejor del estoicismo, así como del analfabetismo, es lo barato que sale.
El crítico Manuel Rodríguez Rivero añadió: “Eso que tanto se dice de que leer es un placer, para contrarrestar el sex appeal de la pantalla del televisor, del videojuego, del chat… la lectura es algo más que un placer”. Ya, pero… si no es de entrada un placer, ¿puede llegar a ser algo más? ¿Y si es algo más ya no es un placer? ¿Lo bueno debe ser coñazo y lo divertido caca? Jo, qué putada…
Luis Landero, por su parte, comentaba: “Rechazo una sociedad infantilizada que invita a la lectura como algo meramente lúdico”. ¿La literatura un juego? ¡ANATEMA!
[…]
Esta opinión entronca con lo que ha escrito Rafael Reig y que acabo de leer publicado en La voz de Asturias.
Cada vez que se acerca la Semana Santa, los curas aprovechan para lanzar desde sus púlpitos las homilias más furiosas contra las tentaciones de la carne. Así ha pasado en Cáceres, donde se ha reunido el I Congreso Nacional de la Lectura, compuesto al parecer por unos ayatolás o dómines, puesto que la conclusión más importante a la que han llegado ha sido «el rechazo frontal de la lectura como puro entretenimiento». Leer para disfrutar? Hasta ahí podíamos llegar: hay que mortificarse!Todo lo que he leído en mi vida lo he leído para entretenerme, por placer, para divertirme. A veces con esfuerzo. Como todos los placeres, requiere aprender a disfrutar. Además he aprendido cosas, he pensado y me he emocionado; pero, si no fuera por el placer, ni siquiera habría leído una línea. Por qué a los curas y a estos fundamentalistas como mosén Alberto Manguel o la madre abadesa Nélida Piñón les asusta tanto el placer, el que alguien lea «como puro entretenimiento»? De dónde han salido estos cofrades con sus capirotes? Su lema parece ser: si no cuesta esfuerzo leer un libro, entonces es pecaminoso. Su concepto de la literatura es penitencial: cuanto más nos mortifique leer, más debe de perfeccionar el alma. Para los intelectuales de misa y olla que se han reunido en Cáceres, un libro no parece ser mucho más que un cilicio cerebral.
La lectura en España tiene muchos problemas, desde la falta de bibliotecas públicas y escolares a los planes de estudio, que siguen añadiendo catecismos y quitando lecturas. Por eso mismo hay que ser muy fanático inquisidor para llegar a la conclusión de que el problema más grave es que la gente lea para entretenerse. Y la prioridad: la cruzada contra el placer. Leer es hacer penitencia, sí; y escribir sigue siendo llorar, como en tiempos de Larra.
Lo único con lo que no estoy nada de acuerdo es en lo de La Semana Santa. Especialmente desde que Curro Romero se retiró y ya no deja ver su arte (sea el que sea) en la Maestranza el Domingo de Resurrección o todos los Centros Comerciales abren sus puertas ese mismo día (el consumismo es nuestro nuevo credo diario). Pero el resto…
Aquí tengo que hacer un inciso y acordarme de las opiniones de los insignes tertulianos radiofónicos que, cada vez que sale este tema o su primo hermano En mis tiempos el sistema educativo era modélico, pregonan a los cuatro vientos mientras se dan palmaditas en la espalda lo bien que les iba cuando con once años les hacían leer, no ya El lazarillo de Tormes o cualquier obra de Calderón de la Barca o Lope de Vega, sino La Celestina o El Quijote. Como si fuesen la receta perdida que, aplicada a la sociedad actual, echaría en brazos de los libros a todas esas hordas de adolescentes que rehuyen de la lectura como si fuese un disco de grandes éxitos de Jose Luis Perales. Sin considerar por un mínimo instante que esa generación que disfrutaba de su mismo sistema educativo, es decir, la suya, tenía unas tasas de lectura inferiores a las actuales, con millones de hogares españoles sin un maldito libro entre sus cuatro paredes y ni una triste biblioteca a cincuenta kilómetros de sus casas.
Pero me reservo mi opinión para la próxima entrada. Ahora sigamos testando el ambiente. Paso a Iván Fernández Balbuena, profesor de secundaria y bachillerato en una zona bastante complicada de Castilla La Mancha. Otra voz cualificada y con conocimiento de causa, que nos relata en Memorias de un friki una experiencia personal relacionada con nuestros queridos géneros fantásticos:
[…]Hará cuatro años, la Comunidad Autónoma donde trabajo decidió gastarse un millón de las antiguas pesetas en las bibliotecas de cada uno de los centros de enseñanza públicos de su ámbito de competencia. La verdad es que aquello gusto poquito en mi instituto y no era para menos, a todos se nos ocurrían mil sitios mejores donde gastarse el dinero que en la biblioteca, un sitio que los chavales no pisan si no es a punta de pistola. En fin, entre persianas y puertas rotas, goteras, paredes por pintar, fotocopias, material deportivo, etc, etc que nos hacía falta a todos nos parecía aquello una majadería. Claro, que todo tenía truco. Acababa de aprobarse lo del libro de texto gratuito para secundaria y el gremio de libreros estaba en pie de guerra. Por si alguien no lo sabe, con este bendito sistema que se inventaron los políticos para que los padres no se gastasen los dineros en los libros de texto de sus hijos, los grandes perjudicados fueron los libreros. Me explico, es cierto que los libros de texto se siguen comprando en las librerías como antes, lo que ocurre es que cada centro tiene que hacer durar los libros cuatro años (se ve que tanto dinero no había). Lo que, a grandes rasgos, significa que los libreros tenían una año de vacas gordas y tres de vacas flacas.
Para tranquilizarlos, se aprobó esa ayuda de 6.000 euros en libros por centro, por que, claro, había truco, se tenían que gastar obligatoriamente en las librerías de nuestra Comunidad Autónoma, imposible irse de compras a otros sitios.
Total, que como donde manda patrón no manda marinero, gruñimos un poco y nos pusimos a acatar las ordenes de arriba. Y aquí es cuando aparezco yo. Aunque intento pasar de incógnito, algunos de mis compañeros saben que soy “ese que lee cosas de marcianos, vampiros y magia”. Entre ellos estaba la encargada de la biblioteca que era la que debía de decidir en que gastarse la pasta. Y la buena mujer me vino a pedir ayuda. Básicamente, su reflexión era la siguiente: “Los chavales no leen nada, pero, quizás, si compramos cosas que les puedan atraer igual alguno se anima, y eso de lo fantástico parece que les gusta, como Iván es el que sabe de esas cosas que decida él una serie de títulos”. Bueno, con semejante oferta no podía decir que no e hice la lista. En unos meses los libros llegaron al instituto. Me acuerdo que ayude a sacarlos de sus cajas y aquello era un poco como el día de Reyes.
No recuerdo exactamente que libros elegí, por supuesto sé que, entre otros, estaban varios de Stepehen King (“It”, “El misterio de Salem´s Lot”, “El resplandor”), algunos de Asimov (“Las Fundaciones”, “Yo robot”), los más obvios de Fantasía (“El Hobbit”, “El Señor de los Anillos”, “Juego de Tronos”, los de Harry Potter) y otras cosas menos obvias (“La guerra interminable” de Haldeman, “Lagrimas de luz” de Rafa Marín).
Mi criterio fue un poco ecléctico, cosas sencillas que les pudiesen gustar, clásicos de ayer y de hoy, best-sellers seguros y algo de mi cosecha. Bueno, una vez colocados los libros en las estanterías me olvide del tema.
Eso fue hace cuatro años. Hace un par de meses, me pase por la biblioteca y me encontré con mis adquisiciones. Estaban nuevas e impecables. Parecía que el tiempo no había pasado por ellas. Aquello me mosqueó un poco, así que me fui a los archivos y empecé a curiosear. En cuatro años nadie había sacado uno solo de esos libros, ni profesor ni alumno. Absolutamente nadie.
[…]
Con razón piensa que la lectura está en trámites de extinción. Personalmente no soy tan negativo como él… aunque tampoco mucho más positivo. Pero, ya digo, mejor mañana.
Por último, quiero terminar con lo que ha escrito Enric Quílez en su El mundo de Yarhel. Con un discurso parecido, un poco más orientado hacia la pervivencia de la ciencia ficción como género literario
[…]Entre los más críticos con la lectura están los jóvenes, entre la adolescencia y la madurez, que cada vez leen menos. Más concretamente, la población masculina, que salvo algunos libros de deportes y algunas publaciones técnico-científicas, no tiene el menor interés por la lectura. En cambio, entre la población femenina, las lecturas abundan más, aunque tampoco es para echar las campanas al vuelo.
¿Por qué sucede esto? Los niños suelen leer mucho más que los adolescentes, pero llegada una determinada edad pierden el interés por la lectura. A esto hay que añadir que asocian los libros como una especie de imposición escolar que nada les satisface. Recuerdo que hace unos meses, estando comprando en una librería, un chico que acompañaba a otro le espetó:
– Me voy fuera que esto huele a libro y me recuerda al colegio.
Por supuesto os podéis hacer una idea de qué tono utilizó en su aseveración.
La población adolescente, en especial la masculina, apenas lee. En parte también porque, sencillamente, no sabe leer. Tiene problemas de lectura y ya no digamos de comprensión. Así lo indican multitud de estudios realizados sobre este tema. ¿Cómo van a disfrutar de una lectura si les cuesta leer -casi les duele, podríamos decir- y encima apenas entienden lo que leen?
Es una serpiente que se muerde la cola: no leen porque les cuesta y como les cuesta, no leen y la bola se hace cada vez más grande. Así, estamos criando generaciones de analfabetos funcionales que, si bien en teoría saben leer y tienen el mejor acceso a la cultura que históricamente nadie ha tenido y de manera masiva, en el fondo es como si no supiesen leer. El acceso, aparentemente libre a la cultura, les está en realidad vedado.
Así pues, ¿nos extraña que haya pocos lectores de ciencia ficción en nuestro país? Muchos de ellos somos gente de una cierta edad, talluditos que dicen algunos y el repuesto generacional, simplemente, no existe. Es verdad que la fantasía tiene mejor suerte, siempre que sea ligerita y de corte juvenil, porque como pongamos obras de una cierta «calidad» literaria, estaremos igual que ante la ciencia ficción en general.
Todo lo que haga pensar y reflexionar no interesa demasiado. De hecho, parece que hasta moleste. A fin de cuentas, se presupone una cierta sensibilidad cultural, social, política, filosófica… del tipo que sea. Y esto es cada vez más difícil de encontrar en una generación de progresa adecuadamente y de créditos variables de macramé. Sinceramente, no hay mucho espacio al optimismo.
Pues si, soy un tanto pesimista, lo reconozco, aunque insisto que no pretendo creer que mi centro de trabajo sea la norma, las cosas, probablemente, no estén tan mal.
Eso si, desde los centros de enseñanza no se muy bien como enfocar las cosas. Desde luego, pretender que los chavales se lean a los clásicos es una especie de broma cruel, mis compañeros de lengua están en esa lucha y no les envidio la tarea.
Lo malo es que para un adolescente todo lo que se le diga en clase es, poco menos, que las ordenes del «enemigo» y ya se sabe lo que pasa con los colaboracionistas…
Uno puede pensar en el libro más cojonudo del mundo pero en el momento en que tu, como profesor, lo colocas como obligación automaticamente se convierte en algo odioso.
Y ante esto, pocas soluciones, desde nuestro ámbito, veo.
Como alumno de instituto, me sentía exactamente así. Pensaba que leía por obligación y se me hacía más pesado terminar los libros. Y eso que a mi me gusta mucho leer, así que para alguien que no le guste o no lo haga a menudo debe ser bastante más pesado, aburrido y difícil de terminar.
La solución a este problema no sé cual podría ser pero recuerdo que los profesores cuyas asignaturas tenía más interés, en cierto modo la vendían. Me explico: aunque el 95% de la clase se podría decir que eran enseñanza tradicional y conocimiento en bruto, de vez en cuendo incluían algún dato curioso, humorístico o interesante que llamaran nuestra atención (paradojicamente decir que algo no entra en examen o que tal dato es solo como curiosidad o dejad de escribir un momento son las frases donde más interés mostramos). En fin decir cosas como quizá que Cela antes de escritor fue profesor de karate o que Valle Inclán en Méjico le dedicó unos poemas al kif o que durante una pelea de bar Dalí y Lorca discutían debajo de una mesa quién era el que más miedo tenía…
En fin, hacerles que les interese, vendérselo un poco (no mucho porque decepcionaría), como quien no quiere la cosa y si es con un poco de humor ( un poco solo) mejor.
Espero haberos ayudado en algo y a los que aprendan de vosotros también.
Perdón por los en fin, en fin y por las faltas de ortografía…
Se me ha ocurrido que dar opciones también ayuda, es decir, das a elegir un par de libros y si escogen uno que les resulta un coñazo es probable qué piensen que el otro era más interesante o menos pesado. O que elijan el que menos trabajo crean que les va a dar. Esto vale para libros de más o menos el mismo número de páginas porque si dais por un lado El principito y en el otro El Quijote pues…
Hombre, algo me dice que eso del rechazo a concebir la lectura como puro entretenimiento viene del argumento de que hay otras formas de entretenimiento a priori más “´fácil” para los chavales (cine, videojuegos, cómic) y se trata de reivindicar otros valores en lo literario y en la lectura para diferenciarlos y bla, bla, bla. No es una idea que comparta al cien por cien, ni mucho menos, pero vamos, es un punto de vista que puedo entender.
De todos modos, no fueron las conclusiones absolutas del Congreso (hubo otros ponentes que se manifestaron desde posiciones directamente opuestas, y con propuestas bastante acertadas, en mi opinión.)
Obviamente, un profesional de la educación tendrá más idea que esto, pero tengo la impresión de que en la adolescencia (que es la época clave para fomentar un mayor interés por la lectura) algo debe de fallar en el sistema educativo. El problema es que, como en otras cuestiones, si fuera de las aulas la lectura es entendida como una pérdida de tiempo… Lo veo un problema más global.
Pongo el enlace que dejaste en el blog de César para que la gente pueda leer las conclusiones (como dices, fue algo mucho más amplio y con ideas que, creo, todos compartimos)
http://www.elcultural.es/news/Destacados/congresocaceres.asp
Lo que comentas de que algo falla en el sistema educativo, yo lo extendería a toda la sociedad. Sobra decir que tenemos uno que hace agujeros por mútiples sitios, pero en este asunto de la lectura el problema emana mayormente de otras «patas». Y, lamentablemente, como ocurre habitualmente, se está intentando que la cuestión se solucione únicamente desde ese ámbito, cuando debería enfrentarse desde otros sitios (familias y ayuntamientos).
Esto me recuerda a la famosa educación para la ciudadanía y la formación en valores. Los centros escolares también deben hacerlo, pero fundamentalmente se deben mamar en casa. Los centros escolares suficiente tienen ya como para encima sobrecargarles con más cosas y quitar carga de aspectos más necesarios.
Eso sí, la lectura antes de nada debe ser un placer. Placer para el intelecto, placer para el corazón,… Placer para lo que sea. Pero placer.
Hay un matiz que diferencia lectura como entretenimiento y lectura como placer. Unos consideran que una literatura que busca entretener y fomenta cierto escapismo (la fantasía épica de franquicia, por ejemplo) es limitada y una pérdida de tiempo, y otros que un tipo de literatura que busca explícitamente exigirle un esfuerzo al lector recreándose en lo formal o en el juego intelectual (la “novela experimental” española de los 60), es pretenciosa y aburrida. Luego están los que piensan que defender panza arriba cualquiera de las dos posturas no es muy buena idea, porque el espectro es muy amplio entre ambas propuestas.
Aunque en mi opinión es un debate demasiado limitado, circunscrito al ámbito de la narrativa (un ensayo o un poema pueden ser entretenidos, pero no creo que a nadie se le ocurra decir que es su única finalidad.)
De todos modos yo creo que lo que hay que hacer es incentivar la curiosidad de los chicos y su apertura de mente. Capacitarles para que cada uno elija su camino, antes que meterles en la cabeza con calzador un modelo único (sea la Rowling sea Juan Rulfo.) Si has leído lo del Congreso, lo que dice Martín Garzo del Quijote y las tres horas de lectura –y entiendo que se refiere a lectura en voz alta– sí que me parece una burrada: yo lo padecí, y te aseguro que no se me quedó absolutamente nada.
Yo siempre pensaré que se enseña a leer (a leer, no a reconocer palabras escritas) en casa. Al menos fue donde aprendí yo. Siempre tenía libros al alcance de la mano, y veía a mis padres leyendo. Recuerdo que mi camino hacia la literatura empezó con Zipi y Zape (Mortadelo y Filemón no me gustaba hasta que… empezaron a gustarme y dejé de lado a los gemelos), siguió con Zipi Zape, Spiderman, Superlopez… Parecía que nada me interesaba, aparte de los comics, pero mis padres jamás me presionaron al respecto. En casa de mi abuela, donde pasaba los fines de semana, sin embargo, no había comics. Había, eso sí, una colección de clásicos de Julio Verne y demás que intercalaba cada tres hojas escritas dos caras de comic en blanco y negro que resumían lo ocurrido hasta ahí. Se podía leer 20.000 leguas de viaje submarino en comic si te saltabas las hojas escritas. Debí de leerme esos tebeos unas veinte veces cada uno… hasta que en algún momento, posiblemente a mitad del libro, mi mirada resbaló por la página escrita y me quedé de piedra (aún lo recuerdo hoy): ¡Ahí se decían cosas que no aparecían en el comic! Volví a leer «Viaje alrededor de la luna», esta vez la versión íntegra y así pasó con todo. Mi otra abuela tenía toda la colección de El Coyote, Zane Grey, Agatha Christie… literatura de calidad que devoraba los fines de semana que me quedaba en su casa… De repente me enganché a «Los tres investigadores», a las aventuras de «Los cinco». Me los llevaba de la biblioteca de mi pueblo (mi carné, por cierto, es el número 10) por la mañana y los devolvía por la tarde. No era el único que lo hacía. Todos los libros de los tres investigadores y Los cinco estaban desencuadernados, las hojas se caían, los lomos estaban pegados con cinta adhesiva y las tarjetas de préstamo llenas a rebosar. Ese furor me duró hasta los catorce años, cuando un amigo me dejó un libro que le había dejado de piedra: se traba de «Misery», de nuestro querido amigo y vecino de Maine. Lo devoré. ¡Había tacos! El hacha rechinaba -joder, cómo rechinaba- al despegarlo de la tibia de Paul Sheldon… Después, cuando murió Asimov, comencé a leerle. Y casi al mismo tiempo compré en una feria de libro usado «Hamlet». Lo flipé con Hamlet -esa escena de Hamlet llamando puta a su madre por liarse con su tío, con lo feo que era, el jodío, era desternillante-, y me lancé a por MacBeth, El Sueño de una noche de verano… Como me gustaba el teatro, el siguiente paso era Lope de Vega, Calderón… Y todo ello alternado con Stephen King. Y todo ello me gustaba. Me gustaba tanto Macbeth como Tommyknockers, Los Propios Dioses como Las novelas ejemplares, Los tres mosqueteros como Crimen y Castigo. ¿Cómo pueden decir que la literatura no debería ser un placer? La literatura no debería ser otra cosa que placer, joder. La literatura se forjó en Atapuerca, cuando al que contaba cuentos alrededor de la hoguera se lo cenaban la noche siguiente si no hacía bien su trabajo, si no les entretenía como Dios manda. ¿Hay que tildar a «Los tres investigadores» o los bolsilibros de «El Coyote» como subliteratura, por producto de consumo vacío y sin enjundia? En mi opinión hacían, y hacen, su trabajo mucho mejor que tantísimos libros de nuestros días encumbrados por la crítica. La literatura es un camino. Ningún bebé aprendería andar si no gateara primero, o si nada más nacer les pusieran unas botas de montaña del 45, les dieran un piolet y le dijeran: «o eso, o nada. El único lugar por el que merece la pena andar es la cima del Everest». El Everest, por cierto, ha crecido varios centímetros en los últimos años. La razón, las toneladas de basura que dejan allí los expedicionarios. (Hala, ya me he quedado a gusto)
Creo que ninguno de esa gente ha llamado “subliteratura” a los autores que mencionas. Es más, a varios ellos mismos los toman como referentes de su formación. Eso sí, los consideran peldaños intermedios. Peldaños superados. La cosa está en que creo que ni Christie, ni José Mallorquí, ni Verne, ni Salgari, ni Asimov, ni Tolkien escribían para niños y adolescentes (o no toda su producción a menos.) Eran escritores adultos y pueden ser leídos y disfrutados por un adulto. Incluso hoy día. ¿O no?
Lo que comenta paquidermo es a veces un poco así: te sientes como un mercachifles de aquellos del antiguo oeste que trataba de enganchar a los posibles compradores a base de vocear y vender las propiedades milagrosas. Pero claro, no con todos los temas es posible encontrar ese «gancho» ni puedes adoptar siempre esa actitud.
La literatura se forjó en Atapuerca, cuando al que contaba cuentos alrededor de la hoguera se lo cenaban la noche siguiente si no hacía bien su trabajo, si no les entretenía como Dios manda.
Tenía que haber puesto las dos entradas a la vez, que me estais reventando la segunda ^_^
La literatura surgió así, y hoy en día esa labor de contar historias primordial para la narrativa (y que también lo fue en muchos momentos p.e. para la poesía) está en competencia con otros medios que en esta sociedad audiovisual le están comiendo la tajada: TV, cine o videojuegos. Unos vehículos más fáciles de seguir y que, además, sobre todo en el último caso, suelen dar al lector justo lo que demanda. Cosa que la literatura puede hacer… o no.
Y además algunas de las historias que cuentan enganchan casi más que la propia literatura. Estoy pensando en mi caso y los dos «Baldur´s Gate». Dos aventuras en plan rol que funcionan muchísimo mejor como matarratos que cualquier dragonada de tres al cuarto. Estoy pensando que si la literatura se toma únicamente como evasión ahora mismo existen alternativas que satisfacen bastante más.
Y estoy de acuerdo en que no se puede obligar, pero sí se debe invitar a probar. Por lo menos para no perder lo que hay
Es cierto que ver a los padres en casa leer influye, pero sólo hasta cierto punto. Conozco varios casos de padres lectores, me atrevería a afirmar que lectores bastante activos, cuyos hijos no leen apenas o no leen en absoluto.
Tampoco creo que tener muchos libros en casa condicione, aunque sí que debe favorecer. Como contraejemplo, mi caso: en mi casa apenas si había libros cuando era pequeño. Casi todos los compré yo o pedí que me los comprasen y me considero un lector, si no voraz, casi.
También recuerdo que cuando yo iba al instituto tampoco es que mis compañeros de clase leyesen demasiado. Ahora, con el paso de los años, veo a algunos de mis compañeros (más bien, compañeras) con libros de vez en cuando o las oigo comentar la última novela que se han leído. Pero mis ex compañeros (la población masculina, se entiende) apenas si lee.
Creo que hay una clara diferenciación generacional y por sexos en esto de la lectura. Y creo que cada vez vamos a peor. En nuestra época no había tantos estímulos como hay ahora y por eso tal vez leíamos más. Aunque es una impresión: no tengo cifras que lo avalen.
Hmmm… vale, culpa mía, que me dejé de llevar 🙂
No, no creo que tener libros en casa o unos padres que lean sean la panacea. Sería absurdo. Pero sí creo que es la mejor opción, quizá la única opción que te queda si eres padre y quieres que tus hijos lean, lo único que puedes hacer.
Lo de leer no es algo que se pueda imponer, porque precisamente lo obligado suele ser lo más odiado, salvo excepciones. A lo mejor hasta debería prohibirse para que se interesaran por ello.
En cuanto a lo de subliteratura, no sé si lo dirán o lo pensarán los que salen mencionados en el texto de Nacho, pero todos sabemos que es algo que aparece implícitamente en muchos comentarios por ahí, y que me fastidia bastante. Por mí, como si mis hijos solo quieren leer El Código da Vinci, con tal de que lean(y ahora me lloverán piedras)
En cualquier caso, todo esto me da bastante rabia y me caliento de cascos enseguida. Lo cojonudo del tema es que a mí leer me ha divertido, me ha entretenido, me ha ayudado a evadirme e incluso me ayudó a ligar en una ocasión, en un autobús camino de la playa. Y ahora resulta que todo eso es malo. Es como para cabrearse.
Por cierto, se me acaba de ocurrir una idea que, de puro boba, puede que tenga sentido: mientras los chavales no aprendan a disfrutar estando sentados con los ojos cerrados escuchando música tranquila, sin hacer nada más, chungo va a estar que aprendan a leer. ¡Si no paran! Y además el ideal que se vende es el del móvil perpetuo. Vamos, basta con ver al neng… A lo mejor lo que de verdad están perdiendo los chavales de hoy es la capacidad de estarse sentados un ratito, en silencio, simplemente reflexionando.
El otro día, en M80 salía la grabación de un sacerdote al que le habían preguntado qué opinaba de la escasez de vocaciones religiosas en la actualidad. El sacerdote, muy serio, muy tranquilamente respondió que hoy en día, con tanto móvil y tanto MP3 prendidos al oído, a los jóvenes les resultaba casi imposible escuchar la llamada del Señor. A ver si vamos a tener que hacer causa común…
Por cierto, se me acaba de ocurrir una idea que, de puro boba, puede que tenga sentido
¿Boba? Para nada. Y no es sólo una cuestión de que no paran. Es fruto de la sociedad en la que vivimos. Continuamente hay que estar haciendo «algo»: después del cole tienes clases particulares, actividades extraescolares, juegas a la consola, chateas, hablas con tus coleguis,… Incluso una actividad que, supuestamente es pasiva, como ver la tele, con todos los canales que tenemos se ha convertido en algo activo. Que no te gusta lo que echan cambias a otro, y a otro y a otro. Pura cultura videoclip.
Si hace unos años el tiempo de atención máxima MEDIO que un adolescente podía prestar a algo era de entre 10 y 15 minutos, ahora mismo está bajando muy por debajo de ese umbral. Da miedo pensar hasta dónde.
No, no creo que tener libros en casa o unos padres que lean sean la panacea. Sería absurdo. Pero sí creo que es la mejor opción, quizá la única opción que te queda si eres padre y quieres que tus hijos lean, lo único que puedes hacer.
No sólo es tener libros, sino hacer algo con ellos. Por ejemplo a mi el germen me lo metió mi padre, cuando dormía con mis otros dos hermanos en una habitación y antes de apagar las luces nos leía libros diversos (recuerdo con especial cariño una edición adaptada de ESDLA que salió a raiz de la peli de Bakshi), cuentos varios, nos relataba todo tipo de historias,… De ahí durante la adolescencia el único que leía regularmente era yo, pero después los otros dos se han reenganchado.
Decir que esto es así únicamente porque tu padre tiene una pequeña biblioteca en casa o te lee puede ser reduccionista. Pero contribuye. Mucho.
Hombre, claro que no basta con que los libros estén 🙂 Además hay que predicar con el ejemplo y con actividades como la que mencionas. Aunque en mi caso fue simplemente que había libros en casa, los libros se leían, leerlos era tan normal como encender la tele (o apagarla) y eso fue todo, estoy seguro de que hay formas mucho más útiles, pero creo que el padre no debe perder una cosa de vista: al final el que decide es el crío.
Y paso de escribir más comentarios que hace un día precioso y tengo la tarde libre -la de los martes es la única que tengo libre, snifff…-. Me voy al parque a leer. 🙂
Si es que desde el instituto la cosa es muy, muy dificil. Te encuentras con un tio de 14 años que no sabe leer. Junta palabras pero no se entera de la misa la media. Y llega el de literatura y le dice pues ahora campeon toca Law Celestina. Resultado: tenemos una persona que odiara los libros para toda sus vida. Y, ojo, que no les estoy echando la culpa a mi colega literato que el lo unico que hace es seguir el programa que le ha marcado el ministerio y la consejeria de su comunidad autonoma.
Y que razon tienen Nacho y Paquidermo, yo doy clse de historia y la unica forma de lograr que me medio sigan es intercalar diezmil chascarrillos y anecdotas. Los de indole sexual gustan mcuho, que si a Felipe IV se le calculaban 300 hijos bastardos que si Isabel II era mas puta que Maria Martillo…
Si me viese alguno de mis profes de la facultad me muero de la verguenza pero a eso hsmos llegado.
De todos modos, ¿creéis que la cosa está objetivamente tan mal? Quiero decir, hace doce años, cuando estaba yo en BUP, tampoco es que fuéramos unos devoradores de libros, precisamente. Y sin chascarrillos nos aburríamos igual.
Y bueno, estoy de acuerdo en que meterle a un chaval la Celestina es un poco hevy, pero… ¿cuánta gente leería los «clásicos» si no les obligaran en el instituto?
Subjetivamente (todo esto es fruto de impresiones que vas acumulando de experiencias; quizás por eso haya que cogerlo todo con clips) no creo que ahora mismo las cosas estén tan mal. Al igual que tú, aprecio que el porcentaje de adolescentes lectores es similar al de hace quince años. Y se nos olvida que hay gente que después de una adolescencia aborreciendo de los libros, cuando madura deja de lado sus prejuicios y también utiliza la lectura como medio de pasar el tiempo.
Pero no veo que las cosas mejoren y las perspectivas que intuyo para el futuro no son nada halagüeñas. No es que la lectura tenga una mala imagen y tenga que competir con otros medios más accesibles. Es que la comprensión está rayando a un nivel paupérrimo.
En clase de ciencias, cuando leemos textos especialmente preparados para profundizar en un tema, de vez en cuando paro para hacer una serie de preguntas sobre lo que hemos leído. Y te encuentras con que mucha gente te sigue con el piloto automático, o no se entera de papa, o no te quiere responder porque «saber» y «comprender» está muchas veces mal visto. Y esta intuición es algo más que eso. Hace seis años PISA valoró la comprensión lectora y España salió… pues bastante mal. Para qué engañarnos.
Y no afecta solo a la literatura. Hace una semana unos alumnos estaban viendo «El show de Truman»… y la profesora tuvo que parar la película para explicarles qué era esa cosa tan rara que le pasaba al personaje. Porque no se estaban enterando de nada.
Y aquí, de nuevo, hay que hablar de que falla todo el sistema. Falla la educación reglada, la educación en casa, las estructuras socioculturales que deben apoyar,… Estoy redactando la segunda entrada y dudo si ponerla, porque me está saliendo demasiado oscura.
Hace tiempo leí unas declaraciones de Umberto Eco en las que decía que, gracias a los medios de comunicación de masas como el cine o la televisión, los “lectores” (entiéndase espectadores) eran capaces de asimilar e interiorizar perfectamente estructuras narrativas tan complejas como las del Ulysses de Joyce. Lo que acabas de contar del “Show de Truman” le dejaría a cuadros 😀
Y estoy de acuerdo en que es algo que va más allá de la educación secundaria. Falla todo.
Hablando de lo del descenso de la capacidad lectora, ¿no crees que hay una excesiva tendencia a facilitarle la tarea al lector? El periodismo cada vez utiliza un lenguaje más simple, el cine deja los alardes formales para Angelopoulos y compañía, los best–sellers se escriben todos con la misma técnica narrativa… Cuanta más difusión tiene un canal, menos esfuerzo exige al receptor. Y siguiendo con la analogía audiovisual: el cine de palomitas y evasión no es el problema, el problema es que se de por sentado que es el único cine que la gente quiere o está capacitado para ver y que no vale la pena hacer otras propuestas… porque, efectivamente, la gente acaba por no querer ni ser capaz de disfrutarlas.
(Creo que era precisamente a esto a lo que se referían los del Congreso cuando hablaban de reivindicar la lectura como un “placer difícil”)
Pues sí: hay una tendencia a dárselo todo masticado al lector. Lo que pasa es que uno no sabe dónde acaba la causa y empieza el efecto. Quiero decir que, el lector (o el telespectador), acostumbrado a lo fácil, tiende a seguir buscando lo fácil, con lo que es la clásica serpiente que se muerde la cola.
Por otro lado, no creo que darle a un chaval «La Celestina» alimente el más mínimo amor por los clásicos. A lo mejor, los clásicos sólo deberían leerse a una cierta edad.
Con esto pasa como con la enseñanza de las Matemáticas. Hay gente que está preparada mentalmente y hay gente que no. Me parecde bien que todo el mundo tenga una cierta cultura general (idea bastante denostada, por cierto), pero intentar enchufarle derivadas y relaciones trigonométricas a alguien que no tiene el menor interés por las matemáticas es contraproducente.
Supongo que todo es conseguir un equilibrio entre el mínimo imprescindible (aunque cueste) y lo práctico.
Oye oye, ¿qué problema tienes con las derivadas? Bien bonitas que son ellas… :p
Yo creo que, cuando tenga niños, les prohibiré que toquen mis libros y dejaré la puerta de la biblioteca abierta. Seguro que es más efectivo que animarlos a leer 😀
Nacho, plis, cuelga el post que estabas escribiendo, que se adivina tan interesante o más que este.
No es tanto una cuestión de porcentajes como de niveles, no es tanto sobre cuantos leen como sobre que se lee. Me explico.
En unos años hemos pasado de ser obligatoria la lectura de los clasicos (mi epoca), a que se lean cosas de cf o novela negra (la de mi hermana) a recurrir a los engendros de la literatura juvenil de marca tipo SM o EDEBE (ahora).
¿Que ocurre que nos hemos vuelto todos idiotas? ¿Oes que tenia razon Kornbluth en Desfile de cretinos?
La sociedad ha cambiado, el 2006 no tiene nada que ver con lo de hace 20 o 30 años y lo que entonces sera correcto (una cultura literaria) ahora no lo es. Puede que la gente leyese igual que ahora pero, me atrevo a decir, leia mejor y se la respetaba mas por ese hecho, ahora el que no lee mira de tu a tu al lector que,ademas, ha bajado sus niveles alrmantemente.
Álex -> Las derivadas justo cuando son necesarias: en bachillerato, que es donde están los que, presumiblemente, acabarán en la universidad. En secundaria ni por asomo.
Y ya tienes la segunda parte. Creo que me ha salido de un tremendo… (aunque leyendo a Iván, es hasta suave)
Iván -> Estamos hablando de que para muchos los primeros libros que se leen son los del colegio. Y en esa tesitura, a nivel de secundaria donde está el 100% del alumnado, sobre todo en los tres primeros cursos, prefiero mil veces que se lea esa literatura (que, en gran parte, comparto que es de una calidad incluso inferior a una dragonada; pero también hay buena novela juvenil escrita en España), más asequible, que nuestros clásicos. Después en 4º y en bachillerato (donde ya tienes un porcentaje menor) creo que es buen momento para subir a ese peldaño, pero siempre desde la perspectiva de dar a elegir entre varios y no imponer.
Y no me quito de la cabeza la entradilla que hiciste para tu articulillo sobre HP en aquel listado de fundamentales de fantasía que hicimos para cyberdark. La literatura inglesa tiene mucho que enseñarnos sobre cómo escribir género. Y en el caso de la juvenil e infantil otro tanto de lo mismo.
Por cierto, que salvo Marc nadie ha mencionado el cómic como vehículo para introducir el germen de la lectura. Desde luego ahora mismo hay revistas como «Witch» que venden una pasada entre las chicas, y mangas como «Naruto» que están arrasando entre los chavales. Pero, por extrañas circunstancias, el mundo del cómic se está convirtiendo en un reducto para gente de veinte tacos hacia arriba. Si hace cuarenta años el tebeo era un fenómeno popular, ahora mismo prácticamente ha quedado reservado para gente con elevado poder adquisitivo.
¿Cuándo y por qué se aprende a leer? Supongo que lo mejor sería la combinación de los espacios que más nos influyen en nuestra infancia y adolescencia: casa y escuela.
Estoy de acuerdo con los que habéis dicho que si en casa se lee es más que probable que un@ acabará leyendo también. Ese fue al menos mi caso. Realmente no recuerdo cuándo empecé a disfrutar con la lectura, pero creo que fue sobre los 10 años. Mi madre siempre estaba leyendo y un buen día le pregunté si podía leer lo que ella, y ella me recomendó que antes de poder leer sus libros (tenía uno grandote de antología de Ciencia Ficción, aparte de la colección completa de Agatha Christie :p) tenía que leer otras cosas, que a mí me interesarían más. Y me fui a la biblioteca de mi barrio y cogí Mujercitas. Después de eso (y debido a las películas que me gustaban), llegó Cumbres Borrascosas y Lo que el viento se llevó… y después: simplemente no paré. Empecé a devorar todo lo que encontraba, desde Jack London hasta Kronin (El Castillo del Odio) y con cada libro disfrutaba cada vez más. También por esa época me regalaron El Hobbit y Bambi (de Felix Salten) y debo decir que ambos y con mis 11 años se convirtieron en mis libros favoritos, los que releía con más frecuencia.
Pero eso no fue todo, como he dicho al principio, la escuela también juega un papel importante. Por avatares de la vida, viví durante 10 años en la ex- Yugoslavia, y según el sistema educativo que yo viví, cada año (durante la educación general básica) había un número de libros que había que leerse por narices. Simplemente se llamaban “Lectura Escolar” (Skolska Lektira) y los podías encontrar en cualquier librería (además de la biblioteca). A lo largo del curso, en clase de lengua y literatura tenías que entregar resúmenes o trabajos sobre estos libros o comentarlos en clase, por lo que no te librabas de leerlos. Pero es que además, era todo un placer leerlos. Fue así como leí “Los hijos del Capitán Grant”, “La isla del tesoro”, a Julio Verne o a Rudyard Kipling, aparte de los autores yugoslavos como Jovan Jovanovic Zmaj o Desanka Maksimovic. Y como he dicho antes, todo el mundo tenía que leerlos, por lo que esta base literaria se iba conformando en todos, los que acabaríamos en la Universidad o los que se dedicaran a formación profesional. Por supuesto que había gente a la que le costaba más leer, pero con apoyo del profesorado y del alumnado, conseguían leer y lo que es más importante, acababan por entender lo que leían.
Cuando llegué a España (a 2º de BUP) no me pareció extraño (y mucho menos difícil) leer lo que nos mandaban en el colegio. Yo tenía costumbre desde pequeña y aproveché para leer otras cosas aparte de la Celestina, el Lazarillo o Calderón de la Barca (que conste que soy más que rarita y que me encantó “La vida es sueño” XD). Así, por recomendación de un noviete bandarra y muy mal estudiante :p (lo siento, Edu, XD) leí “Un mundo feliz”, “Las Ratas” y otras novelas que ahora ya ni recuerdo :S. Y como abuelita cebolleta debo decir que aprovechábamos las horas que pasábamos sentados en los parques con las litronas (como buenos integrantes de la “Movida Madrileña”) para hablar de “El Hobbit” o de “El Señor de los Anillos”, aparte de aprovechar nuestros vídeos “Beta” para ver la de Bakshi, El Cristal oscuro y demás películas del género. Fue gracias a mis amigos (que, por cierto, acabaron muy malamente 🙁 ) que seguí manteniendo un interés alto por la lectura, y estoy hablando de Madrid en los años 80.
Desde hace unos cuantos (bastantes) años dejé la Arqueología y la docencia (como profesora de historia) y me he dedicado de lleno a la Educación Social. He trabajado con menores (adolescentes y jóvenes) y me he encontrado con un mundo totalmente ajeno al mío. Efectivamente, esta población está acostumbrada (porque así se le ha enseñado) a la “ley del mínimo esfuerzo”. ¿Para qué me voy a leer un libro si puedo ver la película? ¿Cómo voy a perder mi “precioso” tiempo que debería utilizar para aprender a machacar a los que me rodean leyendo “Bambi” y recreándome en la muerte de una hoja a la llegada del invierno? Leer no está de moda. ¿Para qué sirve leer? ¿Acaso me posibilitará un trabajo en el que gane muuuuucho y curre poco? ¿Me hará millonario/a? Leer es demasiado díficil y me hace perder tiempo de estar con mis amigos. ¿Para qué leer si me lo paso mejor con la X-box?
Mi experiencia en elfenomeno.com me ha demostrado que mucha de la gente que participa en foros no ha leído los libros en los que pretende ser experto. ¿Y cómo va a hacerlo, con la cantidad de letras que tienen? XDDD Por Eru, leerse “El Señor de los Anillos” (y para qué hablar de El Silmarillion) requiere un esfuerzo ímprobo y además, gracias a google y al “copy-paste” puedes aparentar que sabes un montonazo. Y si además, te has visto las pelis extendidas de Peter Jackson… eres el mejor. (leer todo el párrafo con una entonación cínica-sarcástica XD). Cuando decidimos iniciar la aventura de hacer una web dedicada a Ursula K. Le Guin (Doce Moradas) mucha gente se quedó a cuadros: ¿dedicada a quién? Menos mal que salió la mini-serie de Terramar (el bodrio del Sci-Fi Channel) porque al menos a la gente lo de “Terramar” comenzó a sonarles de algo y menos mal que los libros fueron escritos hace más de 35 años… y que Doña Ursula es toda una eminencia en esto de la Ciencia Ficción y la Literatura Fantástica… porque en España poca gente (y sobre todo menor de 30 años) la conoce.
En fin… Creo que me he extendido mucho más de lo que pretendía. Me gustaría ser más optimista y creer que todo mejorará y que la gente leerá, pero como no se les meta el contenido de los libros por vía intravenosa veo difícil cualquier progreso en este sentido. Nuestros padres quisieron facilitarnos la vida a nosotr@s, y entre medias, otr@s padres y madres decidieron facilitar mucho más la vida a sus hijos/as. Y se la facilitaron tanto que olvidaron que una buena educación les puede ser útil. O tal vez estaban demasiado ocupad@s comprando el chalet y el segundo coche como para recordar que a los hijos se les debe educar y querer… pero esa es otra historia.
Pretender, como dicen por aquí, que a los chavales les guste la Literatura obligándoles a leer el Mío Cid es demencial.
La Celestina ha matado más lectores a los diez años que una temporada completa de Aquí hay tomate.
Estoy dormido (¡a estas horas!) y no me explico bien. Quiero decir que estoy de acuerdo con los que dicen aquí que es tarea ímproba hacer leer clásicos a los chavales; ha parecido que sugería que los comentaristas estaban a favor de leer a los clásicos con diez años.
O no, no sé si estoy ayudando mucho con la explicación de la explicación.
No creo que se trate de obligar a leer en el colegio, pero sí de animar a la lectura :), que es de lo que hablo yo. Ahora bien, eso significa que el profesorado lea y que sea capaz de promover el hábito que supuestamente también se está inculcando en casa 🙂
La lectura es algo que se aprende y que se debe practicar 🙂
«La literatura se forjó en Atapuerca, cuando al que contaba cuentos alrededor de la hoguera se lo cenaban la noche siguiente si no hacía bien su trabajo, si no les entretenía como Dios manda.»
Lo más cierto que he leído sobre la literatura, lo demás son invenciones para justificar ciertos sueldos.
Atapuerco
Pues, como estudiante casi puro de la logse puedo afirmar que la imposicion de titulos no mato ni mucho menos mi interes por la lectura , solo me hizo aborrecer la literaturas hispanica, de tal manera , que muchas veces si me recomiendan un libro de un autor español me muestro cuando menos esceptico sobre su posible calidad.
Como en todo, también en esto de la lectura me gusta huir del maniqueísmo. Esa dicotomía irreconciliable entre literatura ‘sin aspiraciones’ (¿Es que entretener y hacer feliz no es una aspiración de lo más legítima?) y esa otra que ambiciona interpretar el mundo, cambiarlo, purgarlo o mejorarlo, nos vuelve conejos a punto de ser devorados por los perros, sean galgos o podencos.
¿No hay sitio en las bibliotecas y en nuestras lecturas para Joyce y Bradbury, para Manolito Gafotas y Gregorio Samsa, para Katherine Neville y Juan Ramón Jiménez?
Qué repelús me dan esas personas que parecen vivir empeñadas en decirnos a los demás cómo tienen que ser las cosas, que, casualmente, siempre es como ellos quieren que sean. Si no admito que un cura me considere un desecho de la humanidad por usar métodos anticonceptivos y defender el aborto, ¿Por qué tengo que aceptar que un congreso de supuestos expertos destierre de mi biblioteca a Chris Claremont, Julio Verne, José Mallorquí, Salgari…incluso a Zafón y a Corín Tellado, si me gustasen?
Casi todos llevamos dentro el alma de un inquisidor y ahora me toca mantener el mío atado y amordazado cuando mis hijos desprecian esos maravillosos libros que fui recopilando para ellos sin dignarse leerlos. Mark Twain, Dumas, Anthony Hope, Julio Verne, incluso Enid Blyton y Richmal Crompton duermen el sueño de los justos en mi estantería, mientras magos, vampiros, mundos imposibles y realidades alternativas inundan sus cerebros. Es lo que les gusta y es lo que leen. Yo tuve que sufrir las reprimendas por andar leyendo el Mortadelo en lugar de libros más ‘edificantes’.
Pero leen, que es de lo que se trata. Obligarles, como me ocurrió a mí, a afrontar el Quijote antes de los 14 años, me parece el camino más fácil para convertirlos en insumisos lectores. ¿Que habrá quien lo disfrute? Seguramente, pero por cada uno de ellos habrá 20 que deserten de la lectura.
En aquellas tediosas horas de costura que en la EGB franquista me tocó padecer, una profesora tuvo la genial idea de seleccionar en cada ocasión a una de las sufridas costureras, indultarla de la aguja y el dedal, y ponerla a leer en voz alta para todas las demás. Nunca los libros elegidos fueron de Pío Baroja o de Unamuno (con todos mis respetos por ello, que el San Manuel Bueno y Mártir sigue siendo una de mis novelas favoritas), sino la serie de Misterios de Enid Blyton.
La lectura no se puede forzar. Claro que hay que leer a los clásicos y conocer la historia de la literatura, pero progresivamente. Y desde luego no creo que por iniciarte con lecturas juveniles (por más que esté harta de magos y seres de ultratumba) nadie quede incapacitado para llegar a Proust o a Dante. Más bien creo justamente lo contrario. Nadie es capaz de correr sin antes aprende a andar.
Estoy convencida de que sin aquellas clases de costura (unido a haber crecido en una familia que adoraba los libros) nunca hubiera sido capaz de quedar deslumbrada ante la lectura que años después hizo la profesora de Literatura de los Tres sombreros de copa de Mihura. Fue impresionante ver a 40 estudiantes habitualmente pasotas y derrengados embebidos en aquellos diálogos. Mérito de la docente, para qué negarlo.