Sé que tengo colgada la siguiente entrega de la ciencia ficción española y la especulación. No me olvido de ella. Pero con esto de las fiestas el cerebro pide hacer otras cosas y, como hay un par de semanas por delante, la retomaré un poco más adelante.
En esta entrada quería comentar un hecho fundamental que, creo, debe exigírsele a toda obra actual de género y que, me da, no está en la cabeza de muchos lectores a la hora de valorar lo que leen. El tema surgió hace un par de semanas en el foro de ciencia ficción de sedice y tuvo una mínima repercusión. Sin embargo su mención coincidió con mi lectura de Perros bajo la piel, siguiente novela de Luis Ángel Cofiño después del fulgurante éxito de su ópera prima El cortafuegos entre el fandom electrónico. Explica, más allá de la edición amateur de Espiral, por qué me parece una obra deficiente desde un punto de vista literario; la viva demostración de por qué la crítica puede considerar a la ciencia ficción como un género menor incapaz de liberarse de los recursos más infantiles utilizados, por ejemplo, por parte de los autores anglosajones de las décadas de los 40 y los 50.
Parto del punto de que Perros bajo la piel asegura un grado de evasión adecuada, especula con una serie de ideas interesantes, no cae en el maniqueísmo, y proporciona el grado de entretenimiento que se le debe exigir a cualquier narración. Como he dicho otras veces, uno no siente que esté perdiendo el tiempo mientras está pasando sus páginas. Ahora bien, de aquí a considerarla una buena novela creo que hay un trecho demasiado largo.
Su argumento se desarrolla durante la primera crisis de entidad sufrida por el planeta Tierra después de su recuperación de los fenómenos relatados en El cortafuegos (novela que no es necesario haber leído). La presidenta de la Confederación que gobierna a toda la humanidad, Claudia Vilardo, una avezada seguidora de personajes Asimovianos como Hari Sheldon o Salvor Hardin, se enfrenta a una época inestable desencadenada por las colonias de fuera del sistema solar, deseosas de un mayor grado de autonomía respecto a la Tierra; las naciones más recalcitrantes del planeta, a la búsqueda de una descentralización que les conduzca a recuperar el poder cedido por sus respectivos gobiernos nacionales; y la primera comunicación recibida de una especie alienígena. Un cúmulo que origina un terremoto de intensidad 9 en la escala de Richter que se puede tragar definitivamente a la humanidad.
Con un reparto coral un poco desequilibrado, Cofiño nos acerca a los diversos frentes del conflicto. La trama política, el punto fuerte de Perros bajo la piel, se centra en las conversaciones que la presidenta mantiene con diversos miembros de su gabinete, políticos de los diferentes partidos representados en el Senado o sus fuerzas de seguridad. La trama científica se sigue a través de los diferentes personajes que forman la expedición científica a Toliman, colonia de Alpha Centauri en la que se debe descodificar el mensaje aparentemente indescifrable. Por último, a través de un tercer grupo menos numeroso se realiza un seguimiento de cómo los ciudadanos viven la crisis en la Tierra.
El manejo de los diversos hilos de la historia es resultón, con un argumento atractivo en el que abundan los contenidos sociopolíticos y un interesante tratamiento de conceptos de plena actualidad como son los nacionalismos de cualquier índole, la manipulación o el control de la información. Un control bien ejercido por Cofiño que sabe qué datos proporcionarle al lector para hacerle caer en unas ideas que más adelante quedan en cuestión cuando se van aportando nuevas piezas al puzzle o se reorienta la manera en que las había situado en escena. Quizás hay detalles que no acaban de encajar, como una IA con un diseño peculiar y un tanto alejado de lo que podemos esperar de ellas (esa caducidad absurda), y otros moralmente discutibles, como el concepto de líder con el que juega (la dualidad Bester-Las estrellas mi destino Heinlein/Asimov-cualquiera de sus novelas significativas está demasiado decantada hasta estos últimos). Aunque en su beneficio hay que reconocer que evita caer en el maniqueísmo.
El problema que veo, más bien problemón, es que no tiene ninguna intención de introducirnos en el mundo de Perros bajo la piel. O, quizás, no sabe cómo hacerlo. El escenario, para estar situado cuatro siglos en el futuro, se parece demasiado al presente en el que vivimos y, lo que es más grave, está presentado con una técnica narrativa tosca y atrasada. Resulta poco justificable observar cómo a comienzos del siglo XXI se puede recurrir con esta contumacia a incontables párrafos explicativos cada vez que se considera necesario dar a conocer qué es una sigla, quién es fulanito, de dónde viene y para qué sirve ese nuevo instrumento que va a salvar el día, cuál ha sido la historia humana en un ámbito muy determinado,… Rara es la página en la que no aparece un párrafo de este tipo, desencadenando un cúmulo de información que amenaza con convertir la novela en un ensayo con algunos pasajes narrativos.
Y eso es grave. Grave porque un plato que podía haber sido notable se convierte, bajo la acción de una termomix simplificadora, en un vulgar puré no demasiado bien pasado. Grave porque el futuro en que se desarrolla no tiene, ni por aproximación, el grado de extrañamiento necesario. Y, sobre todo, grave porque su autor ha olvidado que la función de un escritor no sólo es contar unos hechos sino también urdir una manera de transmitirlos con una cierta (incluso limitada) sofisticación. No hay el más elemental refinamiento narrativo.
Y esto me conduce a la conclusión de que a pesar de los puntos positivos descritos anteriormente, el honesto trabajo de Cofiño queda lejos de ser una buena novela. Y, lamentablemente, tampoco creo que sea buena ciencia ficción.
«Resulta poco justificable observar cómo a comienzos del siglo XXI se puede recurrir con esta contumacia a incontables párrafos explicativos cada vez que se considera necesario dar a conocer qué es una sigla, quién es fulanito, de dónde viene y para qué sirve ese nuevo instrumento que va a salvar el día, cuál ha sido la historia humana en un ámbito muy determinado,…»
Lo suscribo totalmente. No he leido este libro, pero las ultimas semanas me he visto obligado a describir con palabras mas torpes (yo denomino «parrafos didacticos» a estos incisos que rompen el ritmo de la narracion y sacan al lector de la novela) este «recurso», al que Martin ha recurrido en A Feast for Crows y que devalua el libro. Ha sido para mi una decepcion, puesto que Martin no habia tenido que rebajarse en las entregas anteriores a hacer uso de esta clase de trucos caracteristicos de la peor literatura fantastica (Dragonlance y La Rueda del Tiempo, por ejemplo, estan plagados de estos parrafos explicativos).
Por eso, despues de estar discutiendo con algunos fans exacerbados de la saga, que consideraban que «no tenia importancia», me alegro de leer a alguien que piensa que es injustificable hacer esto. Muchas gracias.
Foe, mira que yo también soy fan de Martin (aparte de maquetista :D), pero fue una de las características que me han sorprendido, y no gratamente, de Festín. Eso, y los continuos flash-backs enmedio de diálogos que rompen el ritmo.
Lo de Martin era inevitable. Una serie tan larga y con unos tomos tan gordos…
Es una manera de verlo. Lo que no veo nada claro es que una cosa signifique calidad y la otra falta de ésta. Pasa como con los personajes: pueden ser profundos o superficiales. Pero creo que no se puede valorar la calidad literaria por esos criterios. De hecho, todavía no conozco a nadie que me haya explicado con claridad no sujeta a las modas de turno qué es eso de la calidad literaria.
No he leído la novela, pero no creo que por el hecho de introducir acotaciones explicativas pierda calidad. Otra cosa es que a un determinado tipo de público no les guste ese método y prefieran sistemas más indirectos. Pero no entiendo que una cosa sea mejor que la otra porque sí. En todo caso dependerá de los resultados, digo yo.
Dices que el uso de esas técnicas ‘anticuadas’ lastra la historia y es posible que sí. Como no me he leído aún el libro no te lo voy a discutir. Eso sí, he leído otros libros que utilizan dicha técnica y no me parecen mejores ni peores que otros que no las utilizan. Es un recurso que puede emplearse o no.
El tema de las explicaciones contínuas es algo que se ha venido utilizando bastante en la Ciencia-Ficción, sobre todo en el Hard, cuya propia concepción implica un poco «clases» de ciencia en mitad de los libros. Por ejemplo, es algo que abunda en la saga de Akasa Puska de Juanmi.
No es algo que me moleste demasiado. Si bien suelo preferir que el autor los introduzca de forma sútil o que explique sólo lo necesario, entiendo que no siempre es posible ser tan parco.
Claro, que todavía tengo en la pila los libros de Cofiño, así que no puedo opinar del caso particular.
En cuanto a lo de Feast… me parecería interesante comentarlo (pues casi todas las discusiones que se abren son referentes al argumento), pero no creo que éste sea el lugar adecuado. Si abris algún hilo del tema en algún foro que transiteis decídmelo.
John Space -> Inevitable, inevitable… Hasta el final de «Tormenta» iba por muy buen camino. Y como ha dicho alguna vez el propia autor, hasta que no esté terminado no deberíamos juzgar el todo. Cosa que los lectores nos estamos pasando por el arco de triunfo porque… somos así ^_^
Ataulfo-> Los primeros Akasa-Puspa me pillan un poco lejanos en el tiempo. Pero he leído recientemente «Mundos y demonios» y Aguilera recurre a estos párrafos explicativos. La cuestión es que a parte de que tiene un estilo mucho más depurado que Cofiño (las tablas están ahí), no se acude a ese recurso una y otra y otra vez. Aun así, me parece una novela inferior a «Rhila» en la que se evitaba con elegancia esta cuestión.
La diferencia entre el buen hard y el mal hard, a parte de en los personajes, la fluidez narrativa, el lenguaje utilizado por el autor, la coherencia y el ritmo interno, la intensidad,… está en cómo presentar los hechos.
Ejemplo simplísimo utilizando los personajes. Creas uno al que le gusta comer bien y decir muchos tacos. Tienes dos formas de introducirlo. Una escribes fulanito es un guourmet al que le gusta comer lo mejor posible y es un mal hablado de mucho cuidado. Dos. Le presentas en escena degustando un buen plato de caldereta de los que gustaban a Don Camilo y, cuando termina, abre la boca y dice: «esta caldereta estaba de cojones. Hay que felicitar al hijo puta del cocinero».
Aunque la novela de Cofiño no es para nada hard. Su punto de vista es más amplio y por eso hay que felicitar a su autor que no se ha quedado únicamente en un aspecto. Haciendo un símil, a veces llega a tener la amplitud de miras de Kim Stanley Robinson en una de sus novelas de Marte, sin su exhaustividad, claro. Y la gente le está respondiendo (sólo hay que leer las opiniones de los foros) como no le han respondido a Robinson. Algo que me llama poderosamente la atención.
Yarhel -> pero no creo que por el hecho de introducir acotaciones explicativas pierda calidad
Sí cuando:
a) es, básicamente, la única herramienta que utilizas para explicarle al lector qué es cada cosa.
b) el balance descripción/narración está tan descompensado.
c) se nota tanto la falta de oficio.
Me llegó un correo de un avatar amigo comentando que el autor ha respondido en a mi opinión en el foro de sedice. No he escrito nada que no hayáis leído por aquí, pero es de justicia comentar que el tema también se está tratando aquí:
http://www.sedice.com/modules.php?name=Forums&file=viewtopic&t=10687
Estoy de acuerdo contigo Nacho, aunque en «Mundos y Demonios» me parece bastante más difícil evitar con elegancia la cuestión que en Rhila. Lo cierto es que a veces hay momentos que me gustaría que la historia no fuera tan sumamente basada en cuestiones científicas y decisiones de entes superiores, sino en personajes que mueven dicho argumento. Aún así disfrute bastante de él.
Y en cuanto a Canción… ni se puede decir que sea la mejor saga de la historia con leer sólo los 3 primeros libros, ni la vamos a tirar ahora a la basura porque le haya salido medio libro más flojo. Para eso ya están las revistas de tendencias, jeje.
A ver, a ver, que el tropezón de Festín dentro de Canción no es ni de lejos tan grave como el Hot Space en la discografía de Queen. El caso es que, habiendo Martin evitado los párrafos ladrillo que, en el flujo de la narración, vendría a ser como si al Nilo le ponen una presa de Assuan (tropiezas con ella y te quedas varado), resulta que en Festín los usa. Y bastante. Y cuando tropiezas con ellos frunces el ceño y piensas: «Esto en los anteriores no me ha pasado». Y, aun así, Martin tiene mucho oficio y acabas con un buen sabor de boca. Volviendo al símil de Queen, sería como comparar el A Night at the Opera con Innuendo, no sé si m’explico… 😀
En cuanto a lo que comentas:
a) es, básicamente, la única herramienta que utilizas para explicarle al lector qué es cada cosa.
b) el balance descripción/narración está tan descompensado.
c) se nota tanto la falta de oficio.
Tienes razón, supongo. Pero precisamente es a lo que me refería: que eso de «lastrar» puede parecértelo a ti simplemente por el hecho de que no te gustan ese tipo de desarrollos. Es una cuestión meramente subjetiva (como casi todo en literatura). Supongo que alguna manera de ser objetivo sí que debe haber, pero es complicado. Como tú dices, es una cuestión de balance: no es lo mismo que las explicaciones se prolonguen páginas y páginas que sean algo más moderado. Pero es que entonces tendríamos que considerar un rollo patatero muchos de los libros de Lem, por ejemplo, o los de Stapledon y creo que eso sería injusto…
Ataulfo -> Llevas razón en lo de Aguilera. Aunque, haciendo un símil traído por los pelos, no nos presenta de forma directa a Cristóbal Colón o El Conde Alucard, de los que todos conocemos su historia. Prefiere evocar su figura a ponernos un párrafo en plan: chist, que es menganito que hizo tal y tal, y después fue a tal sitio y…
Cofiño, y está en su perfecto derecho a hacerlo (otra cosa es que eso favorezca a su novela), en el segundo capítulo del libro (podría coger el primero) nos cuenta lo ocurrido en «El Cortafuegos» y lo articulado por una señortita cuyo nombre no recuerdo en plan entrada de la wikipedia. Sin guardar la más mínima relación con el texto que ha escrito inmediatamente antes ni el que tiene inmediatamente después (a las dos páginas).
Quiebra el estilo narrativo que él mismo se impone, resulta incoherente y, en mi caso, me saca de la narración.
¿No podía haber hecho lo mismo? ¿Tan necesario era relatarlo de pe a pa? ¿No podía haberse quedado a nivel de la sugerencia?
Enlazando con lo que comenta Yarhel, los ejemplos que pones no me parecen válidos porque son abiertamente antagónicos a «Perros bajo la piel».
«Hacedor de mundos» dista una barbaridad de ser una novela al uso, por lo que no resulta apropiada en este contexto. De hecho es, probablemente, la historia más uniforme de la ciencia ficción. Mi recuerdo de «Sirio» (el otro Stapledon que he leído) es demasiado pobre. Aunque como novela dista mucho de ser «buena».
Mientras, Lem (estoy pensando en «Solaris», porque es en lo que todos solemos pensar cuando nos hablan de Lem XD) resulta condenadamente hábil. Para comenzar utiliza la primera persona, un punto de vista que permite un juego diferente. Y salvo al comienzo del libro en el que sí que te pone en situación con todo lujo de detalles (y profusión) sabe acudir a «trucos» para ir diseminando la información por el libro (conversaciones, búsqueda de información en documentación, investigaciones sobre el terreno,…)
A parte que desde un punto de vista del estilo y la voz narrativa está a años luz por delante de cualquiera.
Por cierto, que como ejemplo me parece más acertado el que ha puesto el propio autor en el foro de sedice. «Criptonomicón» y la obra de Stephenson en general. Aunque este mismo hecho que denuncio aquí también me sacó, en ocasiones, de aquella novela.