El sorteo de «La Isla», la picaresca y los devorainfelices

Supongo que conocen cuál es la premisa de la que parte La Isla, el último videoclip de dos horas de Michael Bay (un combinado acelerado de La fuga de Logan, la escena de la autovía de Matrix: Reloaded y alguna noción extraída de el mito de la caverna o Incordie a Jack Barron, que ve cómo cualquier mensaje que pueda tener se diluye en una hora de una sucesión de persecuciones que ha debido tragarse, tranquilamente, el equivalente del PIB de algún país africano). Al inicio se ve cómo los seres humanos que quedan tras el holocausto ecológico viven en unas arcologías herméticas dedicados a trabajos rutinarios y con ocio escasito, con la única esperanza de que un sorteo les elija para abandonar su enclaustramiento y dirigirse a La Isla. El último paraje natural virgen en el que podrán participar en el repoblamiento del planeta y pegarse la gran vida.

Nuestras vidas, salvando las distancias, cuando se llega a la edad adulta comienzan a ser un poco así. Los que no hemos nacido niños de papá y encaramos el juego de la vida con las mismas cartas que el común de los mortales, nos entregamos a muchas servidumbres (y también, si lo buscamos, incontables satisfacciones; en eso salimos ganando).

Personalmente me encantaría dedicar mis emonumentos a lo que me apetece: vacaciones en paraísos naturales de otros continentes, ir a cantidad de conciertos de los de 60€ la entrada para arriba, ver cantidad de películas, comprarme todos los DVDs que me interesan, comer y cenar en restaurantes de los de 50 € por persona,… Pero a parte que tengo un sueldo de maestro de la concertada de autonomía de segunda (los hay de primera, p.e. Navarra o El País Vasco, y de tercera, p.e. Extremadura; maldito Reino de Taifas en el que vivimos), tengo que ahorrar para pagar las letras del piso (a ver si llega de una vez la maldita hipoteca a 30 años), el seguro del coche, la manuntención mensual, los vicios, las averías que puedan surgir, imponderables varios,… Como todo currito.

Sin embargo, ayer vi la luz. Ayer mi mundo cambió un poco. Recibí una carta inesperada, con remitente desconocido, que me hizo saber lo siguiente

Mi pequeña Isla se materializó de improviso y me sentí genial tocando mis futuros Renaul Laguna Full-Equip y el Bono de 7 días en un hotel de Lujo. Ya era hora de que la ilusión irrumpiese en mi gris vida para inyectarle optimismo y cosas nuevas que disfrutar.

Pero claro. Tu gozo en el proverbial pozo. En cuanto dejé de lado los sentimientos primordiales y analicé la carta, escrita de forma confusa y desestructurada, descubrí que lo más probable es que cuando llamase al 902 me tendrían media hora al teléfono y me engancharían a alguna presentación en la que regalarían un televisor de 13 pulgadas de los de 24 euros la pieza y un reproductor de DVD fabricado en un taller clandestino en Taiwan. Mientras, mi cerebro sería convenientemente programado para comprar las obras completas de Corín Tellado en edición Deluxe por 3000 €, a pagar durante 10 años con un 20% de interés.

Me pregunto cuántos responderán a este timo de la estampita moderno (o cualquier otro; ¿cuánto SPAM reciben en sus cuentas?) que vende duros a 25 pesetas, permitiendo que la rueda que alimenta esta publicidad fraudelante siga girando sin detenerse por siempre jamás.

Nota final: Estos devorainfelices me pusieron la miel en los labios para después quitármela de mala manera con esta letra pequeña

Tienen la decencia de pedirte disculpas si no puedes acceder a los premios.

Nota final 2: Joder. Igual hay una organización altruista que está regalando coches y probándonos a los que nos las damos de excépticos, separándonos del grano de los inocentes. Inocentes que en cuanto llamen pasarán a formar parte de los destinados a viajar al país de nunca jamás, a pegarse la gran vida mientras disfrutan de un paraíso sin dar un palo al agua. Qué cabrones.

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