El aburreovejas ha vuelto.
Después de mucho cavilar, trastear, configurar, probar, formatear, leer, instalar, revisar, desesperar, jurar y perjurar, sudar, sangrar, mirar, retocar y todos los verbos de la primera conjugación que se puedan situar a continuación, la solución era harto sencilla. Coger el router viejo que se había convertido en un inmejorable criadero de ácaros, reconfigurarlo y situarlo en primera línea de fuego. Por ahora mantiene el tipo, así que tiraré de él hasta que me arreglen el otro; que aunque se encendían todos los pilotitos verdes debe tener alguna avería de esas sibilinas, de las que golpean sin revelar su posición.
Como confesión al borde de la vergüenza, el tiempo de vivir alejado de la red tampoco me ha servido de mucho. Ni he leído más, ni he ido al gimnasio con mayor regularidad, ni he escrito más reseñas,… Lo que es peor. De todo lo anterior bastante poquito. La excursión de tres días a Madrid, un par de finds moviditos de los de no parar en casa y el trabajo diario me han tenido sobradamente ocupados. Y mirando con una relativa distancia los tres meses de curso que me esperan por delante… en fin. Hay que agarrarse los nachos.