Hace un par de meses surgió en la lista de correo de la TerSa un pequeño debate en el que se tocó la diferencia de apreciación entre el lector (que después expone su opinión) y el autor. El «iniciador» de la discusión fue Marc R. Soto, quien después de haber leído una crítica de Mariano Villarreal sobre su relato «Sueño de nieve y barro» (que juzgaba acertada a pesar de ser un tanto negativa), se quejaba de la alusión del comentarista al presunto final, que tildaba como escasamente sorprendente.
No logro entender por qué tanta importancia a ese «final sorpresa». Es como si a partir del 6º sentido (hablo de cine, pero parece que en literatura ocurre lo mismo) todo necesitara una vuelta de tuerca final que redibuje la historia. La verdad es que en esa película me sorprendió, pero en otras como Los otros o El maquinista me produjo un profundo hastío. ¿Qué ocurre con los finales inevitables, o los finales abiertos -mis favoritos por otra parte-?
Los finales sorpresa suelen requerir el uso de trampas, visiones sesgadas o incompletas de lo que ocurre y un uso moroso de la información, todo lo cual me parece bastante deshonesto para con el lector. Personalmente, no me gusta hacerlo y cuando lo hago no puedo evitar sentirme mal, «sucio».
Así que supongo que la pregunta es: ¿Preferís una historia con final inevitable, casi previsible –El señor de los anillos, Muero por dentro– o con final inesperado –Memento, El sexto sentido-?
Tal y como lo veía entonces, y lo veo ahora, cada historia demanda su propio desarrollo y en el caso particular de la que hablábamos, el cuento de Marc, EMHO es sólido. Desde el comienzo hasta el final me mantuve pegado a sus páginas gracias, sobre todo, a un estilo atractivo. Sí, la historia es la misma de toda la vida; tal y como afirma Mariano Villarreal, es puro Caín y Abel. Y sí, el desenlace es previsible. Pero el narrador y su «voz» son vigorosos, están bien construidos y consiguen turbar (levemente) al lector.
¿Por qué, entonces, esa sensación de que el final del cuento de horror/espanto/terror debe ser una especie de supergiro que ponga patas arriba cualquier concepción previa que se haga el lector? (algo fácil de cotejar a poco que se lean opiniones en diversos foros de internet) Quizás al hecho de que en el momento actual muchos lectores tengamos asociado este tipo de obra a la sorpresa final y a la pura subversión. Y cuando éstas no llegan, cuando el giro no es el esperado y se «traiciona» esa idealización que tenemos en nuestra mente, el autor no ha conseguido «culminar» su obra. Cuando quizás en la mente del creador estaba otro objetivo (crear una atmósfera, una forma de contar la historia,…) que se cumple con creces y que queda ofuscado por una lectura desde un momento histórico en el que los lectores vamos con coraza por el mundo, sin permitir que la narración nos arrastre, y caminando por delante de ésta analizando fríamente cualquier recoveco por el cuál el contador de historias pueda colárnosla para sellarlo con adamantium acerado de alta densidad. Perdiéndonos por el camino y creando el nuestro propio (se podría hablar mucho sobre esto unido a obras vapuleadas injustamente como El bosque de Shyamalan).
Como comentarista de libros amateur (y no siempre soy consecuente con lo siguiente; si no vean mi opinión sobre Robert Heinlein) considero que la clave está en analizar el desarrollo y ver si es coherente con lo que se ha leído desde la primera palabra. Porque a cada autor y cada relato hay que pedirle lo suyo (sin perder de vista nunca que estamos hablando de Literatura). Un «ajuste de cuentas» que pasa por ser un asunto todavía más subjetivo de lo habitual, muy especialmente entre los que no tenemos una formación en la materia, y que se enfrenta a una realidad donde el prejuicio acecha a la vuelta de la esquina sostenido por un entorno donde las etiquetas lo son todo y la publicidad es el santo y seña que modifica las puertas de la percepción.
Está claro, un buen final es el que viene definido por la historia, el que la historia pide y es consecuente con lo que se quiere contar. Los finales clásicos de las novelas de Dick («Ubik», «El hombre en el castillo»), aparte de ser sorpresivos son consecuentes con lo que se está contando y con las preocupaciones literarias habituales de Dick.
En cuanto al tema de la «sorpresa» final, a mí no me molesta si cumple la condición anterior. Lo que ocurre es que en los últimos ejemplos cinematográficos de cine «sorpresa» tooooda la obra está construida únicamente con el objetivo de dejarte pillao al final, machacando todo en el proceso como si el autor fuera un elefante en una cacharrería. Por ejemplo a «El bosque» le ocurre eso, si Shyamaladindon no se hubiera liado en volvernos locos para pegarnos el castañazo final le hubiera salido una película muchísimo mejor, la sorpresa sobraba. En «El maquinista» tres cuartos de lo mismo, venga a marear la perdiz con situaciones absurdas y como intrigantes hasta que, por fin, nos conceden la solución al misterio por obra y gracia del guión, porque la película podría haber durado una hora más, o mejor aún, hora y media menos.
Lo peor de todo es que se ha convertido en una moda, y como tal es bastante cargante, ya la gente vamos a las de Shymalayadindon a «pillarle» el truco y luego dárnoslas de listos… ;-).
absolutamente en contra del final sorpresa si no es estrictamente necesario. Por varias razones. Normalmente cuando el autor se casac un final sorpresa de estos de ordago tipo «sexto sentido» mi sensacion es de «ajajajaja! me he quedado contigo, lector so gilipollas» Y realmente,no me gusta que se rian de mi inteligencia.
Dos. Despues de que venga esa sensacion desagradable uno empieza a ver las inconsistencias.Las paradojas e inverosimilitudes que ,inevitablemente surgen despues de reflexionar profundamente sobre ese final sorpresa.
y Tres. Una obra que tiene su gancho en un final sorpresa de esos escacharrantes rara vez motiva para un segundo visionado/lectura. Y lo que realmente mola del cine y la literatura es poder volver una y otra vez a aquellas cosas que ya hemos disfrutado…
fonz -> Je, sabía que alguien picaría con «El bosque» XD Esta película me parece la fábula social más abracadabrante que he visto últimamente (tampoco es que haya visto otras), donde contemplamos a reaccionarios de tomo y lomo privar a sus hijos de los beneficios (y las contradicciones) de nuestra civilización por el mero hecho de que repudian la violencia. Un ataque en toda regla contra aquéllos que utilizan el miedo para controlarnos y llevarnos allí donde desean (si no mirad el discurso de Bush Jr. de ayer). Y lo mejor (o peor) está en que encima los hace parecer buenas (y pobres) personas.
Claro, después está todo lo del teleñeco y el giro final. Pero incluso las escenas efectistas, analizadas desde el punto de vista interior de la colonia, tienen sentido y son hasta cierto punto necesarias. Lo que más me preocupa del film es que la persona que tiene en su interior la «semilla» de la discordia es un deficiente mental y no sé hasta qué punto la elección es tendenciosa. Sinceramente, creo que se lo podía haber ahorrado. Pero el resto me parece un buen mecanismo para llevar un mensaje hasta el espectador. Incluyendo un final que supone el aldabonazo a la idea sobre la que gira todo.
Y es que salvo por «Señales», que no la he acabado de entender muy bien (hay que analizar la íntima relación entre esta película y la recientísima «La Guerra de los Mundos» de Spielberg), las obras de Shyamalan desde «El sexto sentido» me parecen ejemplares mecanismos narrativos que van contracorriente del cine estadounidense actual. Donde las «sorpresas» tienen su razón de ser dentro de una historia con varias lecturas y que no son gratuitas.
Nemes -> Estoy en parcial desacuerdo con tu última idea.»El sexto sentido» me gustó más la segunda o la tercer vez que la primera. De hecho ocurre lo mismo con cualquier buena historia que gira (parcial o) en torno a una revelación que no llega hasta el final (o una serie de sorpresas situadas a lo largo de la narración)
Y yo disfruto cuando me manipulan. Conociéndote, estás deseando leer «Fuga para una isla» de Priest XD. Lo harás en dos tardes y llegarás a una de las conclusiones más manipuladoras, desgarradoras y desarmantes que existen. Si después de eso no admites que en tu interior también anida un pequeño reaccionario es que no tienes pulso O:-)