Han pasado ya tres años desde que apareciese Los hechos de la vida, primera novela de Graham Joyce traducida al español. Una evocadora saga familiar que destacaba, entre otros aspectos, por su agradabilísima construcción de personajes y el sutil tono fantástico que teñía la historia. Ahora La Factoría se ha vuelto a armar del valor necesario para publicar otra novela de Joyce, y entre la docena que tenían a su disposición se han decantado por The Limits Of Enchantment, traducida como El fin de mi vida; título sin duda más aséptico, ambigüo e intrigante. Una novela que, si bien palidece en comparación a la anterior, confirma a Joyce como un autor a seguir.
La protagonista de la narración es Fern, una chica que relata en primera persona su día a día junto a Mammy, la mujer con la que vive desde su infancia, una curandera/matrona/bruja. Un receptáculo del saber popular a la que acuden los vecinos de la comarca de Leicester, en el centro de Inglaterra, cuando tienen un resfriado, hay que alumbrar un nuevo retoño, necesitan un pastel de bodas, hay que realizar un aborto,… Y como es habitual con este tipo de personajes, con un carácter excéntrico, poco respetuosa con las convenciones, temerosa de que su saber sea usurpado y tratada con tanto respeto como temor. Una personalidad que ha condicionado la vida de Fern hasta el punto de ser un reflejo incompleto, sobreprotegida e incapaz de valerse por sí misma.
Como ocurría con Los hechos de la vida, El fin de mi vida tiene una componente fundamental de retrato social. Si en aquélla, a través de los diferentes matrimonios presentes en la familia Vine, se hacía una descripción bastante completa de la sociedad británica de la última posguerra, aquí nos encontramos con un acercamiento a la vida en la campiña inglesa a mediados de los años 60. Una realidad en la que chocaban los avances impulsados por el gobierno laboralista recién llegado al poder, un clasismo rayano en lo feudal que se resiste a desaparecer y el puritanismo más reaccionario, caracterizado por la persecución de todo aquello que se aleje de la tradición.
Igualmente, tal y como se observa en otras novelas de Joyce, es un relato de aprendizaje. El aislamiento en el que se ha criado Fern origina un enorme desconocimiento de la sociedad que le rodea y los cambios que han comenzado ha trastocar la «inalterable» vida en la campiña. Una situación que, además, le impide mantener una relación natural con sus semejantes y le origina una importante desorientación en todo lo que se refiere a los roles sexuales, causa de los momentos más divertidos y, también, desgarradores de la narración.
El fin de mi vida se desarrolla con una cercanía muy conseguida y un grado de ambigüedad de lo más adecuado. Ambigüedad que, curiosamente, no afecta a la ascripción genérica de la obra, que a pesar de coquetear en un par de momentos con lo fantástico no termina de caer en él. Además goza de una estructura cuasicinematográfica «secuenciada» en tres actos, clásica y lineal, con un grupo de personajes limitado, roles bien diferenciados, un desarrollo que alterna amabilidad con amargor y una conclusión que tiene mucho de final feliz. De hecho, cuando la estaba terminando no me podía quitar de la cabeza que de aquí saldría una película atractiva, con mucho de comedia de costumbres y una pizca de drama social.
Quizá le falte fuerza y algo de intensidad, características que les sientan bien a los ritos de paso, pero es lo que tienen las historias sencillas, cotidianas y nada extravagantes. Quizá por eso sea un libro perfecto para dar a conocer a Joyce entre el público ajeno al género, más adecuado para el lector medio que los que me apetecía leer (Dark Sister, Requiem, The Tooth Fairy,…). Libros que llevan aguardando una oportunidad más de diez años y que por el hecho de tener un origen anglosajón y navegar en el difuminado océano existente entre la fantasía y la realidad, llevan la intemerata aguardando una traducción. «Demasiado» fantásticos para las colecciones de fuera, demasiado realistas para las colecciones de dentro (destinadas para un lector tipo enamorado del medievo). Una marca de Caín que, como parece estar ocurriendo con Jonathan Carroll, tengo la esperanza de que Graham Joyce pueda borrar de su frente de una santa vez. Algún día…
Creo que ya te lo había dicho alguien alguna vez y ahora te lo digo yo…
¡Lee en inglés! 😉 Mira que Joyce es de los facilitos
Tengo el libro en la pila inmediata. A ver si llego a él, porque la temática que toca es muy de mi interés 🙂
Creo que me tira más el de Tooth Fairy que este último. Aún así, «los hechos de la vida» tampoco me parecio una obra maestra, creo que está lejos de García Marquez (por poner un ejemplo de realismo mágico), le falta algo de fuerza emotiva.Pero sí me dejó con muy buen sabor de boca y ganas de seguir leyendo cosas suyas.
Yo la calificaría de novela agradable. Esperaba más.
Solo una pregunta… si este es el famoso Joyce del «Ulises» de Joyce, novela famosa por la enorme cantidad de gente que la ha comenzado y no la ha terminado…
¿Realmente se puede leer?
¿En serio?
¿Lo intento?
No, no es el mismo Joyce. Éste es Graham Joyce, y el de «Ulises» es James Joyce. Aparte de la coincidencia del apellido no tienen nada que ver.
Por cierto… yo también soy de los que empezó el «Ulises» y lo dejó a las treinta páginas.
Pingback: La tierra silenciada, de Graham Joyce | C
Pingback: Requiem, de Graham Joyce | C