Le había recomendado a mi amiga Estela, que tiene la sincera convicción de que soy un friki desbocado por leer lo que leo y frecuentar las compañías que frecuento, la lectura de Los tejedores de cabellos. Y como no terminaba de comprárselo, este sábado hice lo que todo inconsciente sabe que no debe hacer: prestár(se)lo. Estela vive en Oviedo y cometió la pecata minuta de dejarse el libro en casa de sus padres. ¿Resultado? Lo ha encontrado su madre y ahora mismo debe estar a punto de terminarlo, completamente enganchada que está. Una mujer de más de cincuenta años que lo más próximo que ha leído a un libro de ciencia ficción deben ser las aventuras románticas de Diana Gabaldón.
Este suceso cotidiano me sugiere lo siguiente:
- El libro funciona genial en todo tipo de públicos. Entre los forofos del género, entre los afines, entre los que se están iniciando (p.e. mi novia Paula) y, muy especialmente, entre los que no leen ciencia ficción.
- La calidad del libro, en diferentes grados (cada uno hace las matizaciones que estime oportunas), es difícilmente cuestionable. A las pruebas me remito (y al cinco que le cascó Alberto Cairo en el hit parade de Gigamesh; un hecho excepcional)
- Debo ser el enemigo número uno de Bibliópolis: con éste, son ya siete personas diferentes las que han leído mi ejemplar (ejemplar que, para más inri, no compré sino que recibí como copia de prensa para escribir una reseña para cYbErDaRk.NeT; supongo que el ser suscriptor de la casa desde hace tiempo me sirve de atenuante)
- Es una lástima que las editoriales de género no manejen las cantidades necesarias para hacer una campaña de promoción en condiciones y conseguir lo que otros libros de género a veces consiguen: llegar al gran público.
Esta última circunstancia ya me llevó en Junio a escribir «El triste sino de caer lejos de foco» y forma parte de ese corpus conceptual de malditismo ghettista (nada que ver con Gettysburg o Goethe) que impregna otras entradas (es difícil no repetirse).
El escaso peso económico que tienen las diferentes colecciones de género reduce el alcance que tienen sus mejores productos, que no llegan a parte de sus potenciales compradores, limitándose toda la promoción al boca a boca de los medios afines, que los mayoritarios pasan del tema (a no ser que algún outsider, caso de Jacinto Antón, meta mano con algunas reseñas en tambores de resonancia mayúsculos como Babelia). No se publicita nada porque no hay dinero para hacerlo, nos contentamos con éxitos que venden tres o cuatro mil ejemplares y a seguir sobreviviendo. O a esperar que suene la flauta, cosa que, todos sabemos, ocurre de higos a ramos.
Y digo que es una lástima porque Martínez Roca y SM han demostrado que invertiendo dinero en promoción, comprando buenos sitios en las grandes librerías como las de El Corte Inglés y generando toda la parafernalia típica (marcapáginas, cartelones, presentaciones,…), se puede llegar a ventas importantes. Me refiero en concreto a Eragon y Memorias de Idhún. Quizás no sean el mejor ejemplo, porque ambas novelas son carne de público juvenil y el aditamento que supone el ser fantasía heroica. Pero también han tenido sus lectores con más de veinte (y treinta) veranos cayendo en sus redes. Si por un casual Canción de Hielo y Fuego, Los tejedores de cabellos, las aventuras de Juan Miguel Aguilera (con el agravante de que Rihla ha sido publicada por una grande), El mar de madera o Los hechos de la vida, póngase el libro X, que todos tienen su lista, pudiesen ser promocionadas así… ¿de qué nivel de ventas estaríamos hablando?
Nice question. Easy answer. Básicamente, no le des vueltas que lo único que consigues es amargarte.
Desconcierta observar cómo los dioses de la mercadotecnia sólo sonríen a unos pocos. No sé si a los audaces, los tenaces, los merecedores, los afortunados,… Los suyos.
Dentro de unos meses una editorial de las importantes publicará la primera novela juvenil de José Antonio Cotrina. Se trata de una historia fantástica en tapa dura, con sus páginas (más de 350) y nítida vocación de éxito de la que hablan maravillas. ¿Qué suerte correrá? ¿Será agraciada con la mirada de los chicos de marketting y dispondrá de la publicidad que estas otras editoriales han proporcionado a novelas destinadas, en origen, al mismo sector? ¿Habrá anuncios y reseñas en las publicaciones que suelen comprar sus lectores blanco? ¿Tendrá que conformarse con algo más limitado? ¿Pasará la Gorgona sobre su cabeza y dependerá únicamente del esquivo boca a boca?
Ojalá la cosa vaya sobre ruedas y, a parte de publicar esas continuaciones que vendrán detrás, pueda seguir escribiendo lo que le gusta. Más historias situadas en el universo de Las fuentes perdidas, esa tercera entrega (en realidad el nudo) que cierre su cyberpunki trilogía del cambio, más cuentos como «La niña muerta» tan poderosos como evocadores,… Él se lo merece. Y nosotros, ¡qué coño!, también.
que bien que tengas gustos por la lectura, sobre todo gustos bien definidos, felicidades
Me ha gustado lo de Nice Question. Easy Answer 🙂
En cuanto a quién sonríe la Fortuna… en fin, ya sabéis (y si no lo sabéis tampoco os pondrán ninguna multa) que la diosa Fortuna tenía muy mala fama en la antigüedad. Representada con una cornucopia en una mano y un timón en la otra, concedía sus dones de manera arbitraria y torcía destinos erráticamente. Quién sabe por qué unos libros triunfan y otros no. Como dice Enya, ‘Only Time’: el tiempo dirá.
Y yo también le deseo lo mejor a Cotrina, uno de mis favoritos.
Cotrina es un monstruo (y no sólo por los pelos que gasta últimamente, que también jejeje). Sólo con la lectura de su «niña muerta» me ha convencido de que me gastara los cuartos en sus fuentes perdidas. Con que sea la mitad de bueno que el cuento me daré por satisfecho.
Josean: ya sabes, en tu próxima visita a la tersa te toca firmar otro libro.
¡Ciao!
Marc
Es que lo de «Los tejedores…» es de juzgado de guardia, debería estarse vendiendo como churros… Como «El país de las risas», jajja, mis libros recurrentes. Es una lástima que Bibliópolis no tenga poderío para publicitar estas novelas y colocarlas por toneladas en el Corte Inglés. En fin, nos queda el boca a boca.
Lo malo es que también ocurre al revés, acabo de terminar «Oryx y Crake» de Margaret Atwood, magnífica distopía publicada fuera de colección de género (en bolsillo a cinco miserables euros) de la que no he oído hablar en revistas y sites de fandom a excepción de Julián Díez, para variar. Y eso que Atwood ha estado propuesta para el último Nobel de Literatura. Lo que fastidia también es que una novela tan claramente de cf como esta tampoco es reconocida como tal por la cultura «oficial» (hasta la propia Atwood reniega del término).
Hablando con Juanma Santiago en Vigo comentaba que la mejor literatura de género se está publicando ahora mismo fuera de las colecciones de género. Obviamente tiene parte de exageración, pero también su porcentaje de realidad. A parte del ejemplo que citas, u otros que han salido por aquí en los últimos meses (p.e. Roth), ahora mismo estoy por la mitad de «La mujer del viajeron en el tiempo», una novela romántica cojonuda que utiliza algo tan ciencia ficcionero como el viaje en el tiempo para diseccionar el amor en una pareja. ¿Quién la publicó? Grijalbo.
Y acabo de pedir a cyberdark «Jennifer Gobierno» de Max Barry
http://www.tropismos.com/html/2cat_lib.asp?id=56
también recomendado por Juanma. Un libro que desconocía y que tiene una pinta…