El sábado por la tarde, aprovechando que Paula no la había visto todavía, alquilamos La lista de Schindler. Sucumbí una vez más ante tres horas de pura maestría a la hora de contar una historia en imágenes. Memoria, aungustia, supervivencia, monstruosidad, amor, odio, esperanza, crueldad, violencia, azar, metamorfosis, infamia,… Un testimonio que nos abre a un horror que duró más de cinco años y que, in crescendo, fue acabando con cualquier perspectiva de salvación que fuesen forjando sus protagonistas. Testimonio conmovedor que, sin embargo, al igual que otras películas homónimas y los incontables documentales realizados sobre el tema, parece haber caído en saco roto. No parece que la comunidad terrestre se haya concienzado para intervenir allí donde vuelve a ocurrir. Los enclaves de Bosnia o las masacres étnicas en Ruanda son dos ejemplos muy recientes en los que el primer mundo ha podido actuar para evitar genocidios similares; y, sin embargo, no hemos hecho nada. Pero quería hablar brevemente de la conclusión de la película (ya saben que lo mío es lo venial).
Cuando la vi en el cine al poco del estreno, a parte de su característico efecto sobrecogedor (que queda minimizado cuando se visiona en casa), me quedé con una sensación de mínima frustración por el añadido de los últimos minutos a la historia, culminando uno de esos finales tan típicos de Spielberg que insatisfacen a tantos de sus seguidores y que alcanza su máxima expresión en su imprescindible La guerra de los mundos. En concreto me refiero a los supervivientes judíos caminando hacia el pueblo de las proximidades en busca de comida que se transforman en los supervivientes que todavía estaban entre nosotros hace doce años dirigiéndose hasta la tumba de Oskar Schindler y poniendo una piedra como señal de homenaje a aquél que los mantuvo con vida. Me sentó como un tiro; lo interpreté como un guiño sensiblero y gratuito, innecesario en comparación al resto de la película. Un postizo que no pegaba ni con soldadura de arco con las casi tres horas anteriores y que rompía una obra perfecta. Al igual que me ocurrió con el prólogo y el epílogo de Salvar al soldado Ryan. Sobra decir que aquel ímpetu, renovado con cada visionado, desde el otro día se ha transformado en algo más que aceptación. Ahora lo veo como necesario.
A pesar de las variaciones en los eventos que se permite el guión Steven Zaillian (no he leído el libro original de Thomas Keneally, que se vende como ficción) para condensar la Historia en un relato manejable por el espectador (de ahí que, por ejemplo, los judíos de Schindler sean un mismo grupo cuando realmente fueron tres o cuatro grupos diferentes sacados de diversos sitios; queda más bonito lo de confeccionar la lista), estamos ante una representación de unos hechos que tuvieron protagonistas a personas que, en el momento de hacer la película, todavía estaban entre nosotros. Situar a cada superviviente de la mano con el actor que le interpretó es la mejor forma de testimoniar que estamos ante un narración que tiene algo de ficción sin dejar de ser fiel a una experiencia vital. Pero, lo que no es menos importante, también es una señal de Memoria y Tributo. El tiempo no perdona. Sigue avanzando a su velocidad constante y los supervivientes van muriendo. Uno a uno. Su recuerdo sigue disponible en muchas fuentes, pero no se les puede hurtar cualquier homenaje que se les pueda hacer. A ellos y a Schindler. Sinceramente no veo mejor manera de honrarles que situarlos al final de la película, su película, la de los seis millones de muertos durante el holocausto nazi y, por extensión, las de todos que sufrieron, sufren y sufrirán experiencias similares; enviando el mensaje de que el recuerdo es el primer paso para no repetir la Historia. Y que sólo la humanidad recuperada de una persona les permitió poner con cincuenta años más una piedra en una tumba.
Curioso el caso de Schindler. Hubo otros como él, que, además, salvaron a más gente. Pero es un representante cojonudo porque permite observar en funcionamiento el cambio, la empatía, la recompensa que a veces aguarda a quien se arriesga, la redención,… Lo que siempre da juego. Y eso Spielberg nunca lo desaprovecha. Otra cosa es que guste.
Sé que no tiene mucho que ver, pero es una sensación similar a la que viví hace casi dos semanas en París. Fuimos a visitar el Arco de Triunfo y nos encontramos con un homenaje a los veteranos franceses de la Segunda Guerra Mundial… de los que, si no conté mal, quedaban allí cinco. Y un puñado de familiares, una decena si acaso, que los acompañaban, amén de un par de soldados del Ejército francés. Me invadió una sensación de pena, pues dentro de diez años seguro que ya no queda ninguno de ellos. Gente que luchó contra el fascismo, gente que se lanzó a una guerra (éstos, quiero creer que por la libertad; la dignidad que portaban no parecía indicar lo contrario). Y la gente que estábamos alrededor lo vivíamos como un espectáculo, y no con el respeto que debiera. ¡Ah, los hombres, una especie de amnésicos…!
A mi del final de la Lista de Schlinder, la parte que menciona Nacho nunca me molesto, supe ver desde el principio cual era la intencion de Spielberg (la misma que Nacho acaba de resumir tan bien).
Lo que me toco las narices de mala manera (y me las sigue tocando) es la idea esbozada al final de que como nos cargamos a 6 millones de judios queda totalmente justificada la creacion del estado de Israel y el actual genocidio del pueblo palestino (o limpieza etnica, si este termino molesta).
El hombre es realmente alucinanate, la misma generacion de judios del Holocausto paso de victimas a verdugos en apenas unos meses (la campaña terrorista de los grupos judios que defendian la creacion del estado de Israel se inicio en 1944 con la guerra aun sin terminar).
Y este verano estuve en Coleville-sur-Mer, Normandia, visitando el cementerio americano situado al lado de Omaha Beach, el mismo que sale en el final y el principio de «Salvar al soldado Ryan». Hay enterrados unos 1500 norteamericanso que murieron en la liberacion de Europa. Hoy en dia se ha convertido en una especie de Disneyworld con masas de turistas (incluido yo, para que negarlo) que se pasan por alli al igual que lo haran mas tarde por cualquier otro sitio que marquen las guias como «imprescindible». El colmo es una empresa que oferta una visita a los lugares mas emblematicos del desembarco (cementerio incluido) de la siguiente guisa: vestidos todos los turistas como soldados yankis (y los disfraces son muy buenos) y montandos en un jeep de la epoca. D-Day Tour se llama el engendro. En fin, vivir para ver.
Hola que tal, el comentario que han expuesto me parece muy bueno y preciso sobre la forma de vender un producto y Mr.Spielberg es un maestro en ello y para mas tiene un aparato muy poderoso detras de el.
Lo mas relevante del comentario es como se hacen instituciones de unos hechos que luego son perpretados como una atraccion turistica esto si que es patetico, pruba de ello lo he reflejado en un comentario publicado un foro llamado Los burrales de olna en cantabria , el comentario lo puede leer en la siguiente direccion:
http://www.losburrales.com/foro/viewtopic.php?t=38
Un saludo
Pepito Grillo
ola mira
tengo un trabajo de lengua que debo describir el mundo ficticio dentro de la pelicula y el mundo realista
y debo hablar sobre la guerra y drama como temas centrales de la pelicula… por que estos temas son centrales… y donde se destaca o se da a entender el por que de la pelicula segun el drama y la guerra
me gustariasaber si me puedes ayudar… ya que no entiendo ^^
gracias
Si tienes dudas lo mejor es preguntar al profesor. Es quien mejor te puede asesorar sobre el tema.