Me es imposible comenzar este reseña sin hacer mención a La silla, la anterior novela de David Jasso (un pequeño «fracaso» personal). No puedo olvidar el angustioso viaje de tren de Madrid a Santander «atado» a mi asiento, imposibilitado para dejar a un lado aquel impresionante tour de force.
No es que con Día de perros buscase lo mismo, pero sí esperaba que David Jasso me devolviese una parte de las sensaciones de aquella lectura. Más cuando la propia editorial, Hegemón, la promocionó como
Un diabólico cruce entre los hermanos Coen y Aldred Hitchock. David Jasso, el nuevo maestro del suspense, nos ofrece una historia trepidante, absolutamente realista, llena de fuerza y tensión. Te hará vibrar
Un blurb que se le queda grande. Demasiado.
La novela tiene ritmo y encadena (esporádicos) momentos de tensión, pero su perfil es más bajo, menos intenso, más… vulgar. Un problema agravado por el componente juvenil de su trama, demasiado tópico en la creación de unos personajes tan estereotipados como los que nos ofrecen los guionistas de Física y Química o Los Serrano. Caso, por ejemplo, de su protagonista, el enésimo hijo de divorciados resentido con sus padres, enamorado de una buena chica que, en principio, solo quiere ser su amigo… Este joven nos cuenta los acontecimientos que vivió el día que decidió, en compañía de un colega, robar un perro con la esperanza de sacarse unos eurillos. La típica situación que se enreda hasta transformar un plan sencillo en un (pequeño) infierno personal. Durante la aventura surgen ramificaciones de todo tipo que exploran la relación dentro del grupo de amigos, sus problemas familiares, una leve bifurcación romántica… Jasso le dota de una voz fresca, inmediata, que se refiere con frecuencia al entorno en el que vive, las cosas que le gustan… con un lenguaje en ocasiones demasiado pulido, extraño para alguien de su edad y de su extracción social. Algo que tiene su explicación al final de la novela.
Día de perros está dividida en capítulos breves cerrados con los habituales cliffhangers que, de la mano de la espontaneidad del narrador, conducen a una lectura dinámica. Aunque esta se ve entorpecida por numerosas reiteraciones evitables, caso de las frases que reinciden sobre ciertos hechos que ya se han relatado o que anticipan algo desagradable que no termina de llegar. Esta cadena de equivocaciones que promete sacar lo peor que llevamos dentro y terminar como el rosario de la aurora acaba decepcionando si esperabas algo menos realista, más grande, más macabro, más… más.
Ya sugería al comienzo que he tenido un problema con las expectativas.
Intercalados con los pasajes en primera persona, los más extensos de Día de perros, hay otros en tercera persona en los que un narrador omnisciente relata lo que ocurre con otros personajes; fundamentalmente Jorge y Cristina, el matrimonio dueño del perro robado. Es la manera de abarcar detalles que el protagonista no conoce porque no experimentó, claves para entender los hechos que suceden pero que muchas veces resultan superfluos. Ahí tenemos por ejemplo el pasaje en que Jorge instala en su ordenador el software GPS con el que consigue localizar a su perro (4 páginas) o la inmensa mayoría que protagoniza Cristina. Fragmentos que, además, ralentizan la narración y reducen la tensión. Creo que la novela debería haberse restructurado para prescindir de ellos e incluir lo sustancial en la narración del protagonista, tal y como sí se hace al final del capítulo segundo, donde este relata hechos que no observa. Una contradicción tal y como está planteada la historia.
Día de perros ganó el año 2009 el premio Ignotus a la mejor novela por delante de El mapa del tiempo, de Félix J. Palma, o Rojo alma, negro sombra, de Ismael Martínez Biurrun. Dos obras que tienen una factura mucho más cuidada y, me parece, habrían merecido una mejor suerte. Cierto que son unos premios más basados en la popularidad de los autores que en la calidad de las obras en sí, pero, sin quitar mérito a la novela de Jasso… ¿realmente los votantes de los Ignotus se leen todas las finalistas?
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