Leer un thriller que toque la vertiente conspiranoica-«hay una sociedad secreta que mueve los hilos de ciertos sucesos oscuros o, incluso, la Historia» suele ser más rutinario que un dictado en una clase de Lengua de 4º de primaria. De ahí que haya disfrutado con esta novela de Iain Banks, decididamente menor en su bibliografía pero aseada para lo que suelen ser este tipo de obras: ofrece una serie de variantes sobre el estereotipo que mantienen el interés en sus 350 páginas mientras desarrolla la vida de una protagonista con una profundidad inusual.
En El Negocio la sociedad secreta central, y que Banks presenta sin demasiados refinamientos, con un discurso apenas elaborado, es El Negocio. Una entidad que ha participado en todo tipo de transacciones económicas desde que existen registros escritos y que se ha mantenido al margen de la Historia gracias a su escasa ambición a la hora de gestionar los grandes asuntos que atañen a los Estados. Controlada por una jerarquía piramidal sólidamente establecida, sus miembros disfrutan de todo tipo de prebendas según la posición en la que se encuentren. En el nivel tres del escalafón, a sólo dos promociones de la cúpula, se halla Kate Telman, la narradora en primera persona de la historia. Una mujer que asesora al Negocio en lo que a nuevas tecnologías se refiere, enamorada de un hombre que no le corresponde y foco central de la nueva ambición de la corporación: hacerse con su propio Estado y gozar de la inmunidad diplomática que tienen sus máximas autoridades políticas. Algo que hasta ahora no habían necesitado.
Lejos de los alardes de sus primeras obras mainstream como La fábrica de avispas o El puente, Banks apuesta por una narración más convencional y, supongo, cercana a lo que demanda el gran público: una primera persona muy aseada que facilita la identificación con el narrador y ayuda a mantener la intriga de lo que sucede; una preponderancia absoluta del diálogo que proporciona una enorme fluidez al relato; una narración casi lineal apenas rota por unas cuantas conversaciones de chat o un par de flashbacks, sin excesivos vericuetos conspirativos… Además pocos elementos existen en El Negocio que estén trillados en los bestsellers que tenemos entre ceja y ceja. Ni aparecen un cuarto Reich, los Illuminanti o el Opus; ni Kate es una marimacho liberada con ganas de follarse todo lo que se menee, ni una sensible historiadora necesitada de la ayuda de macizo becario de bellas artes que la salve cuando sea necesario;… Aunque en esa línea que la aleja de los topicazos, y de los pertinaces agujeros en la trama, El Negocio lleva también su pequeña penitencia.
Acostumbrados a obras más grandes que la vida en las que una organización trata de hacerse con el control mundial, ocultar un secreto trascendental de esos que ponen bizco al más pintado o conseguir el tesoro de la ciudad perdida del Amazonas, su argumento es, en comparación, de perfil más bajo, casi de episodio de mitad de temporada en una serie de televisión tradicional. Un poco porque El Negocio no utiliza un mazo para conseguir sus objetivos, sino un fino estilete que se mueve siempre entre bambalinas. Un mucho porque se «lee» a la legua que aquí es una mera excusa para relatar la evolución de la protagonista. Lo que, colateralmente, me lleva a preguntarme si me habré insensibilizado a base de tanto exceso.
El savoir faire de Banks se nota, sobre todo, en la mencionada creación y evolución de Kate Telman, que relata la historia con una voz consistente y llena de matices. Pero también destacan unos diálogos nada acartonados y el punto extravagante de los personajes secundarios y de la propia narración en sí, que llegado el momento acaba convirtiéndose casi en una novela de viajes, apostando incluso por un final tan anticlimático como bucólico aunque, eso sí, coherente con el desarrollo de Kate y lo que ha experimentado. Aunque naufraga un poco a la hora de situarla temporalmente al abusar de las referencias a personajes, situaciones, obras y música de su tiempo (finales de los años 90), que leídos una década después desprenden un aroma a vetusto.
Su lectura me ha animado a seguir leyendo otras novelas de Banks que tengo pendientes desde hace tiempo. Espero poder hincarle el diente dentro e poco a otra de las novelas publicadas por Mondadori, Aire muerto. Lo que me lleva a preguntarme cuándo La Factoría, que parece detentar ahora mismo los derechos de todo Banks, se va a decidir a publicar The Crow Road, la novela que es tenida por muchos como su magnum opus y que aquí se sigue obviando de forma recalcitrante.
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