Independientemente del resultado final se hacía necesario un libro como éste. Una antología de cuentos de terror contemporáneo que diese la oportunidad a algunos de nuestros escritores más interesados en esta temática para mostrar en público sus lanzas en un mismo libro, acompañados de sendos autores estadounidenses que no habían sido traducidos hasta el momento (creo). Un hipotético gancho comercial. La necesidad se explica desde el momento que así como historias de diversa extensión de ciencia ficción y fantasía son «relativamente» fáciles de colocar, el terror anda de muy capa caída desde comienzos de los años 90. Resulta algo más que complicado encontrar en las librerías libros que escapen a los grandes nombres anglosajones que todos nos sabemos de carrerilla o los clásicos que tiene a bien recuperar (esperemos que por muchos años) Valdemar. Una situación complicada de asumir al ser el terror un género literario tan necesario como el resto. Así lo explica la presentación:
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Las noticias sobre el avance imparable del Mal entran a diario en nuestras casas. Vivimos escuchando, día tras día, experiencias terroríficas reales. Ya no se trata de un muerto viviente bebedor de sangre que vive lejos en Transilvania. Ahora el individuo que guardaba en maceración con romero y tomillo los deditos de la niña en su frigorífico vivía en una ciudad como la mía, en un barrio como el mío y, ¡por Dios, que alguien haga algo, se parecía a mi vecino! E incluso el máximo terror no queda ahí, sino cuando reconozco que a quien se parece más nuestro amigo el psicópata es al desconocido que sonríe ante mí desde mi espejo y que me jura que soy yo.
El terror se ha vuelto íntimo, personal; muy, muy cercano. Ya no sale casi a la Naturaleza, sino que se queda en lo urbano y, oh, no, juraría que tiene el rostro de la persona a la que amo.
Y eso nos hace sentirnos solos. Para colmo, debemos conformarnos, nadie nos invita a creer. Los medios, los psicólogos, la sociedad nos abronca diciendo que debemos aprender a vivir solos, ser fuertes, no necesitar a nadie porque… porque alguna vez esa persona a la que necesitamos puede ser precisamente quien nos haga sufrir y, ¡cuidado!, hay que estar prevenido. Nunca bajes la guardia, nunca te confíes. Vivimos con miedo y ese miedo se refleja en nuestras lecturas de terror.
Un hermano, un padre, una novia… Todos son sospechosos.
Pero, en fin, también hay cosas buenas, nos dirás, asustado lector. ¿Por qué tener pesadillas con lo que aún no ha ocurrido? En primer lugar porque desde la felicidad hasta la muerte, todo parece llevar al sufrimiento. Nada dura y cualquier placer es fugaz. Pero, además, porque hoy y siempre el sentimiento más poderoso del ser humano es el sufrimiento. No queremos sufrir, mas, ¿acaso existe algo que nos afecte tanto, que sea tanto parte de nosotros mismos, de quienes somos, como el sufrimiento? Por eso el sufrimiento nos vuelve tan egoístas y por ello siempre debemos encontrar bien cómo justificar nuestro sufrimiento. Debemos ser siempre quienes más suframos porque así quizá nos amen más o así, en caso contrario, quedará justificado el Mal que hagamos. Sí, los seres humanos somos así de horribles. ¿Cómo no nos va a atraer ese personaje cuyo traumático conflicto interior le lleva a resolver sus problemas de la manera más violenta, cruel y egoísta posible? ¡Estará justificado! Por consiguiente, reconozcámoslo, nada debería aterrorizarnos más que el Mal que está justificado.
Y esto nos lleva al razonamiento de Heidegger: la angustia es el sentimiento más definidor del humano. No podemos escapar de ella, pero el propio filósofo sentenció: divina angustia. Divina porque nos obliga a no conformarnos, a no quedarnos parados, a actuar, a dejar impronta de nuestra identidad torturada en el mundo. A no contentarnos con nuestro sufrimiento.
Divina angustia.
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Sé que ya lo he escrito demasiadas veces, pero no me canso de repetirlo. ‘Nuff said.
Otra cosa es que los relatos que se recogen en la antología traten esta angustia existencial. De hecho algunos, caso de «Y Ella dijo no» o «El domo de la amenaza», están en un punto diametralmente opuesto e, intuyo, contradictorio. Sin embargo sólo por descubrir «Bibelot», del siempre impresionante Félix J. Palma, merece la pena acercarse a Paura. Una de esas fábulas modernas que parece desarrollarse entorno a una circustancia ya conocida para llevarnos a su terreno y allí someternos a un revulsivo tratamiento de esos que te dejan anodadado. Porque no sólo está lo que se cuenta, un delicado acercamiento a la soledad y el cinismo que propicia nuestra sociedad, sino cómo se cuenta. Sobresaliente.
Además viene acompañado de buenas muestras de Marc R. Soto, Santiago Eximeno, Nuria C. Botey, Carlos Gardini,… O Michael Arnzen, que sin deslumbrar recupera ese aire de indefinición que tiene el terror que más miedo nos produce: aquél que aun conociendo su fuente no acertamos a comprender.
Los encargados de abordar esta empresa fue el Colectivo Xatafi, un grupo de aficionados de la comunidad de Madrid que se cohesionó alrededor de la HispaCon que organizaron a toda prisa en Getafe en el año 2003 y que suponen un ejemplo a seguir para otros grupos del país. Alberto, Natalia, Juan, Javier, Santi, Julián, Fidel, Fernando Ángel,… va por vosotros chicos. Y también por el editor, Bibliópolis, que se puso a su disposición para permitir que el libro llegase a buen puerto.
La pena es que la respuesta ante la iniciativa me temo que no haya sido acorde a la que la empresa demandaba y, si no me equivoco, aunque va a haber segunda edición, señal de que no ha habido fracaso, se va a confeccionar bajo el mismo criterio que la primera. Es decir, muchas ganas, un trabajo árduo de creación, edición y corrección, y unos réditos nulos para los autores. No por el hecho de estar acostumbrados a este tipo funcionamiento deja de ser de tercera división. Aunque claro, de los lectores depende que se pueda mantener o mejorar. Y como grupo, a la hora de hacer nuestras compras, somos tan tan tan miedicas…
«Y como grupo, a la hora de hacer nuestras compras, somos tan tan tan miedicas…»
Di tú que sí, Nacho. Vale que el precio del libro suba como si los imprimieran todos con el petróleo de los pozos de Iraq, pero es que compramos poco, aun cuando se ajusta el PVP a más no poder, como ocurre con «Paura».
Por otra parte, el colectivo aficionado al terror (por lo que se ve en distintos foros interneteros), no deja de plantearse preguntas como: «¿Dónde está el terror actual?», o «¿Hay buenas obras de terror moderno?». Las respuestas, a la que llega la cuarta o quinta, descarrilan siempre y se caen a los bardales del «pues Stephen King hace ya la tira que se chuta Viagra para escribir», o «Clive Barker nunca valió un comino, me da igual que lleváramos años clamando por la reedición de Los Libros de Sangre, ahora que ya los han reeditado podemos anunciar a los cuatro vientos que son una castaña y que se los compre su tía». O sea, lo de siempre.
Esto, sumado al «quiero ver más autores españoles en las librerías, pero cuando los vea no los compraré porque no sé quiénes son», hace de nuestro mercado una bonita casa de p*t*s con la madame borracha donde se publica más de lo que se lee, se lee menos de lo que se paga, y se critica todo lo que se publica y se lee, se haya pagado o no.
Ah, y que este lunes parece que me he levantado con el pie izquierdo 😉
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