Premio UPC 2005

Hacía cuatro años que no compraba el volumen recopilatorio del Premio UPC y este año decidí «romper» con la rutina. No tanto porque piense que no lo van a saldar como porque uno de los autores ganadores me motiva lo suficiente como para gastar los 17 euros que cuesta: Kristine Kathryn Rusch. Una escritora que es el (pequeño) descubrimiento anglosajón de la última etapa de la revista Asimov Ciencia Ficción en España y que, por los tres cuentos que seleccionó Domingo Santos para sus páginas, firma unas narraciones tan poco originales como bien construidas. El primero de todos y mi favorito, «Dieciséis de Junio en Anna’s», candidato al Ignotus al mejor relato 2004, es una melancólica añoranza que entronca con las mejores narraciones nostálgicas que ha producido la ciencia ficción («Luz de otros días» de Bob Shaw, «Nieve» de John Crowley o Remake de Connie Willis), que, todo sea dicho, me gustan más que a un tonto una tiza. Los otros dos cuentos, «Daño colateral» y «El bosque por los árboles», quizás estén un poco por detrás pero bien merecen una detenida lectura, especialmente el primero, centrado en el abuso de menores.

Pues bien, Rusch se hizo el año pasado con el Premio UPC con una novela corta, «Buceo en los restos del naufragio», que supone una nueva variación en la pequeña parte de su carrera que hemos podido leer. Un cuento con raíces clásicas que mezcla un tema que bien podría surgir de la ciencia ficción de los años 40 y 50, la exploración de pecios en el vacío espacial, con el retrato psicológico más elaborado de décadas posteriores. En primera persona, la capitana de la Nobody’s Business relata la exploración que, ella y su tripulación, realizan de una nave que han encontrado lejos de las rutas principales de navegación, a la búsqueda de cualquier cosa por la que puedan obtener beneficio. Una nave que se revela mucho más antigua de lo que en principio parecía y que promete riqueza y fortuna a aquéllos que sobrevivan a los peligros que encierra.

Cumpliendo con el retrato que me he hecho de su obra, Rusch no afronta ninguna revolución; ni siquiera se pueda decir que los elementos científicos sean fundamentales para su historia. Su exploración en el espacio bien podría ser en el fondo de un atolón del pacífico, la relación y tensiones que surgen entre los miembros del equipo las existentes entre cualquier equipo de cazatesoros de comienzos de siglo XXI, y la codicia que crece en su sensata capitana la que uno de nosotros podría vivir si apareciese ante nosotros la oportunidad de nuestra vida. Incluso la naturaleza del peligro que aguarda en el interior de la nave, cuando no peca de convencional lo hace de indefinición. Sin embargo «Buceo en los restos del naufragio» avanza con aplomo e inteligencia, la tensión que desarrolla se puede cortar con un cuchillo, las emociones que mueven y atenazan a los personajes resultan creíbles y consistentes y la factura final deja un buen sabor de boca.

La mención ha ido a parar a Vladimir Hernández, que ya había rozado el premio en ocasiones precedentes (años 2000 y 2003) y que vuelve a quedarse a las puertas. Su novela corta, «Semiótica para los lobos», confirma su buena mano para el cyberpunk más fiel a las raíces sembradas por Gibson y Sterling a comienzos de los 80, no sólo desde el punto de vista de escenario sino desde casi todos los puntos que conforman estas historias, como los personajes y los roles que desempeñan, la síntesis entre hombre y máquina o el uso del lenguaje para aproximarnos a una humanidad al borde de una singularidad tecnológica. De hecho el gran problema que presenta es que los lectores hastiados de corporaciones ajenas a los gobiernos nacionales, IAs fugitivas, grupos de hackers a su búsqueda, realidades virtuales en las que se puede vivir sin problema y demás parafernalia, van a encontrar más de lo mismo, con mucho hincapie en la parte estética y escaso en la sociopolítica.

Lo más interesante de «Semiótica para los lobos» está en el estilo. Hernández se ha enrocado en la composición gramatical y semántica de aquellos jóvenes neurománticos que intentaban una revolución en la ciencia ficción, ese lenguaje centelleante plagado de neologismos fruto de las nuevas tecnologías que han alterado el modus vivendi de la humanidad, y que dosifica con inteligencia y, a ratos, contención. Salvo en algún momento puntual, sale bien parado y consigue crear texturas lingüísticas a unos 50 años vista bastante naturales (dentro de su artificiosidad).

Lamentablemente el material que merece la pena leer termina aquí, justo en el meridiano del volumen. No hay más novelas cortas del certamen «grande» incluidas (este año sólo ha habido una ganadora y una mención), y en vez de hacer como en alguna otra ocasión y repescar alguna de las menciones que hace el jurado se apuesta por publicar las DOS menciones para miembros de la UPC. Y creo que, como otras veces, no les hacen un favor a sus autores. «Óbolo», de Eugeni Gillem, y «P. I. C.» de Albert Solanes, son obras iniciáticas que, a parte de adolecer del debido cuidado en el aspecto formal, aquejan un simplismo galopante que ni ofrece ni desarrolla argumentos trabajados, remitiendo a los peores momentos de este certamen, leídos, por ejemplo, en las entregas de los años 1995 o 2004. Quizás la más interesante de las dos sea «P.I.C.», un holocausto maquinista con algún pasaje intenso entre una inmensa mayoría que debería haber caído en la mesa de montaje. Aunque está mal comparar, no puedo callar que en el tercer número de Artifex Tercera Época hay una historia, «Lo que significa tu nombre» de Víctor M. Gallardo, que cuenta exactamente lo mismo en 75 páginas menos, con mucha más intensidad, emoción y, sobra decirlo, economía de medios. Y es que no todas las ideas valen para cualquier extensión. Mientras, «Óbolo» me ha merecido el mismo interés que me despertaría observar lo que es: el relato de una partida a un juego de rol masivo en la red. Es decir, ninguno.

Si alguien está interesado en el Premio UPC 2005 le recomiendo ser paciente y aguardar su seguro saldo. Aunque las dos novelas cortas de la categoría «profesional» son una lectura provechosa, no creo que valgan los 17 euros que cuestan. Y sí, reconozco que es triste decir que haya que pasar de un libro hasta su saldo. Pero en el caso del UPC se unen dos circunstancias no por conocidas menos ciertas de las que hablaré, como bien dice Miquel Barceló en uno de esos prólogos de libros fragmentados que últimamente proliferan en su colección, en una próxima entrega. A ella les emplazo.

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8 respuestas a Premio UPC 2005

  1. Preen Palver dijo:

    Pues hago memoria y nada… soy incapaz de recordar NADA de «P.I.C». Lo he olvidado por completo. Tampoco tengo el libro a mano (lo leí en la Biblioteca). ¿Una pista?

  2. Anonymous dijo:

    P.I.C. es un fanfiction de Terminator. Y es mortalmente aburrido. Por la mitad comencé a leer página por medio y al rato de no avanzar nada, fui directo a las últimas páginas. NADA.
    Ninguno de los libros estaba a la altura de otros UPC que he leído. Esperemos que la versión 2006 venga mejor.

  3. Iván Fernández Balbuena dijo:

    Lo que alguien debería de decirle a Barceló, Ediciones B o quien sea es que publicar los engendros pertenecientes a la categoría de miembros de la UPC es una aberración. Y no sólo para el lector sino también para los autores que son lanzados alegremente a los leones (o sea, nosotros). Puede que les haga ilusión salir en un libro pero como buceen por la red la sonrisa se les va a helar en la cara.

  4. Farseer dijo:

    A mí también me parece una tomadura de pelo mezclar una cosa con la otra. Porque el premio UPC es muy prestigioso a nivel mundial. Participan autores de gran nivel de todo el mundo. La mención especial para miembros de la UPC en cambio es un concurso de interés meramente local entre un número muy reducido de aficionados.

    Me parece estupendo que haya una mención especial para miembros de la UPC, pero que las publiquen en el tomo de ganadores en una editorial profesional cuando a menudo no tienen calidad ni de lejos para ello no le hace un favor a nadie, sino que le resta interés al libro. Además deja sin publicar otras obras del concurso general que fueron mencionadas por el jurado y que seguro que tienen gran nivel muchas de ellas.

  5. Anonymous dijo:

    Enlazando con la reseña que hice para Tierras de Acero, y que puse en mi blog:
    En lo de «Semiótica» estoy prácticamente de acuerdo, porque, ¿cuantos relatos se pueden escribir con IA, corporaciones,e tc?. Al final, por muy bien que lo haga Vladimir, más de lo mismo
    «Restos del naufragio»; pues sí, podía ser en ele spacio, o en el océano. Pero es que además, la evolución de los personajes no me parece lógica,s e contradicen dentro de esa evolución, y es más por el interés de la autora que por propio desarrollo. Me parecen mal construidos, aleatoriamente variables.
    «Óbolo»; sí, una partida de rol en red, con momentos interesantes pero fallida.
    «PIC» ; pues lo mismo, fallida en varios tramos, incluído el final. Un buen desarrollo, pero con momentos confusos.

    Como digo en la reseña, no es de los mejores, ni de lejos, UPC que he leído.

  6. Nacho dijo:

    Preen Palver -> Como ha comentado guajars, «P.I.C.» es terminator, deslabazado y poco interesante. Su argumento comienza con un ordenador que ha cobrado consciencia y está en proceso de eliminar a la humanidad. Un escritor lucha por salvar a su mujer de una enfermedad que ataca a los seres humanos que no son masacrados por los terminators, mientras recuerda cómo era su vida en las trincheras.

    Sobre el volumen del año que viene, espero con interés la novela corta premiada de Jorge Baradit, supongo que la manera de presentar al público español al autor y publicar después Ygdrasil (que ya va siendo hora que la publiquen, digo yo)

  7. Eugeni Guillem dijo:

    Obviamente, no haré como Umbral con eso de «He venido a hablar de mi libro…» (¡tengo que decir que a mi madre le gustó mucho!), pero creo que (como han dicho en otros blogs y webs), P.I.C es una muy buena novela corta.
    ¡Y gracias por leer el libro!
    (Espero hacerlo mejor en la próxima)

  8. Guajars dijo:

    Juas, nunca se sabe cuando el autor de un libro se va a enterar que lo estuviste criticando…
    Lo bueno es que se lo tomó con calma.

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