Sí, ya sé que es harto inadecuado hacer un comentario de media novela. Pero ante el vicio de dividir no hay mejor respuesta que la virtud de escribir una medio reseña: medio fundada, medio desinformada.
Y ante este mitad del desenlace, he de confesar mi ligera desazón; como ya habían adelantado algunos que prefirieron leerla en inglés, todo apunta a que la conclusión no se encuentra a la altura del planteamiento. No tanto desde el punto de vista argumental, que mantiene la ambición y queda relativamente bien orientada, sino del escaso interés que Dan Simmons se ha tomado por elaborar una narración que sea algo más que una mera sucesión de acontecimientos.
Olympo se inicia casi un año después de la conclusión de Ilión en la ciudad de Troya. Los heroes homéricos continúan enzarzados en su batalla con los dioses y, en muy corto espacio de tiempo, una serie de acontecimientos encadenados alteran de cabo a rabo su situación. Mientras en la Tierra, los escasos humanos supervivientes asediados por los voynix tienen que afrontar en desigualdad de condiciones una guerra que no pueden ganar y una amenaza caída del cielo que promete cambiar la faz del planeta, el sistema solar, la galaxia, el universo y quién sabe si otros universos paralelos.
Como digo, la historia sigue por el camino apuntado en la primera parte: extrae el máximo partido al nexo emocional del lector con la cultura helénica, incluye toda una serie de elementos científico tecnológicos de la última hornada tan espectaculares como llamativos, y altera continuamente el curso de la acción, haciendo que sus protagonistas den más vueltas que el proverbial tiovivo. Asesinatos truncados, amenazas latentes, vaticinios que no se cumplen, aristeias con un desenlace insospechado, personajes que hacen mutis por el foro para materializarse cuando menos se los espera, muertes sorpresivas y resurrecciones flagrantes,… un todo vale desenfrenado del que es complicado saltar en marcha.
No obstante… No voy a defender que Simmons sea precisamente el más fino virtuoso a la hora de estructurar una narración, pero al menos en Ilión había un armazón establecido con el que se presentaban los hechos: tres hilos que se alternaban con claridad y que exponían una secuencia cronológica más o menos asentada. Sin embargo aquí dicho esquema se volatiliza al multiplicarse la cantidad de personajes protagonistas. Si a esto le sumamos el aumento de complejidad al desplegarse ya todas las cartas que estaban dentro de su manga, el resultado es un semicaos en el que se navega sin contratiempos pero que deja a las claras la completa despreocupación del autor por intentar introducir algo de sentido en el berenjenal. Sirva si no como ejemplo un fragmento en que Menelao se topa en las calles de Ilión con Pentesilea, reina de las amazonas, y la sigue hasta el palacio de Paris cuando ésta ya había sido recibida en él unas cuantas páginas antes por Deífobo y Príamo.
Otra muestra de este desorden al borde del descontrol, aparte de la nula elaboración de la exposición de lo ocurrido en la Tierra durante ese intervalo, es el uso de los tiempos verbales, al que no he podido encontrarle el mayor sentido (ojito, que no quiero decir que no lo tenga; mis limitaciones analíticas pueden quedar una vez más al descubierto). El cuerpo principal de la narración se relata en un pasado que facilita la concatenación de hechos, siguiendo un claro hilo cronológico. Pero después se intercalan fragmentos en presente que se detienen en acciones que, en muchos casos, bien podrían haber sido relatados también en pasado, o viceversa. Sólo cuando los humanos terrestres utilizan los paños turín para seguir el sitio de Troya existe una transición lógica, quedando el resto de las ocasiones la motivación al arbitrio de un autor sumamente errático.
Esta indolecina formal parece que ha contagiado la corrección de la edición española, que no es todo lo ajustada que debiera y depara expresiones como «nunca dejaba de dejarla sin respiración» o «su cuerpo se había imprintado» (o detalles como el dato absurdo que se da de la gravedad en Marte y que no sé a quién se puede achacar). Algo que no es la primera vez que ocurre en Nova pero que toca las narices en un libro que de costar unos 25 € si se hubiese publicado íntegro ha pasado a unos 36 €.
Y sí, el libro es entretenido y estoy intrigado con la manera en que van a casar al final las piezas del rompecabezas. Pero me he quedado un tanto desencantado, como suele ser habitual, al mirar tras la cortina que oculta al mago de oz. ¿Habré leído mal la novela o voy algo encaminado?
Nota 1: Quizás vaya siendo hora de releer La caída de Hyperion. Puede que ahora sea capaz de ver lo que algunos le echaron en cara en su momento en contraposición a Hyperion.
Nota 2: Mientras leía Olympo I no podía quitarme la cabeza la notable labor de Simmons como autor de relatos como los que formaron Hyperion, «El río estigia fluye corriente arriba», «El deleite del carroñero«, «Metástasis», «Vani Fucci está vivo, sano y en el infierno», «Huérfanos de la Hélice» o «Los pozos de Iverson». ¿Es que nadie piensa montar una antología con estos cuentos? ¿Vamos a olvidar algo que hacía realmente bien y nos tenemos que contentar únicamente con sus novelas?
Vaaaaya por dios, así que el Señor Simmons no ha sabido acabar bien lo que bien empezó…a mi me regalaron Olimpo I para mi cumple hace unas semanitas pero no lo empezaré hasta tener la segunda parte en mis manos…el año que viene imagino :S
De la RAE: «dejar o quedar sin respiración»: muy asombrado, impresionado o asustado. Es además la expresión de uno de los más bellos poemas de Safo de Lesbos.
El fenómeno del «imprinting» todavía no está aceptado por la RAE, pero se traduce como imprintación, y se refiere a eso que hacen los patitos al salir del cascarón, cuando se van detrás de cualquier cosa que consideran su madre. Por extensión, a todas aquellas pautas de conducta que los humanos y post-humanos tenemos y no somos capaces de dominar; versión tecno del instinto.
No capto lo de la gravedad, pero normalmente no me invento las cosas.
La impresión que he sacado de otros libros de Simmons (los de Hyperion, vamos) es parecida a la que comentas: una gran cantidad de ideas brillantes pero que no acaba de desarrollar la historia de forma totalmente satisfactoria.
Pues a mí, Ilión me sonaba tanto a «os voy a demostrar lo brillante que es mi imaginación, pobres mortales» que acabó aburriéndome. Escribe bien y tiene ideas cojonudas, sí, pero prefiero que me cuente una historia a que maree la perdiz con tantas escenas epatantes. Y ahí está Ilión II, en la Pila, muerta de asco :).
RM -> No me refiero a la expresión en sí sino a que se haya quedado la frase *dejar* de dejar sin respiración. Igual no había otra forma de dejarlo, pero…
«Imprinting» se refiere a un término de etología (comportamiento animal) y esta aceptado por la RAE como «impronta»:
«Biol. Proceso de aprendizaje que tiene lugar en los animales jóvenes durante un corto período de receptividad, del que resulta una forma estereotipada de reacción frente a un modelo, que puede ser otro ser vivo o un juguete mecánico.»
En la web de la Sociedad Española de Etología hay una propuesta de unificación de términos científicos en el campo de la etología que se puede descargar en pdf en la dirección:
http://webs.uvigo.es/c04/webc04/etologia/
volumen9/Etologia_vol.9_pp.43-46.pdf
En mi modesta opinión, tal vez hubiera sido más correcto traducir la frase como «su cuerpo se había improntado» en lugar de ese «imprintado» que «suena» más a anglicismo.
Tengo Olympo a medias desde hace meses ya que me la compré en Inglés (junto con una edición firmada de A Feast of Crows 😉 )y reconozco que lo dejé por qué tenía tal follón de personajes que me resultaba muy complicado seguirlo (mi ingés no es tan bueno) aparte de que me parece muy inferior, pero que muy inferior a Ilion….con lo que reconozco que me decepcioné bastante…
Tema aparte es la puñetera división de los libros….Acabo de leer Elantris y no puedo más que recomendarla, eso sí… Elantris, 640 páginas por 19E…. Olympo vol 1???
Pues no vas mal encaminado Nacho. Tu instinto no te miente. 🙂 La novela finaliza un poco al estilo «Hyperion»: o sea, con algunos puntos brillantes, con muchas dosis de emoción pero con la sensación de que se te han escapadado demasiados aspectos argumentales.
Vaya, una buena idea, bien desarrollada pero poco meditada que nos da un final algo frustrante.