La madrugada del miércoles me desperté a eso de las cinco de la mañana y como no pude conciliar de nuevo el sueño, cogí uno de los libros de La Pila. Me dio por comenzar la reedición de Incordie a Jack Barron de Norman Spinrad, un libro del que se habla mucho por su contenido subversivo pero que se ha leído muy poquito. La edición previa de Acervo de los años 70 era inencontrable desde hace años. Llevo unas 100 páginas y por ahora mantiene bastante bien el tono rompedor que tuvo en el momento de su publicación. Con los matices lógicos debidos a los más de treinta años pasados dede entonces (el papel profético de la ciencia ficción es un elemento secundario), presenta como muy pocas obras el rol fundamental que han tomado los medios de comunicación en nuestra sociedad como cuarto poder de facto. Además sitúa a su alrededor un entramado político-social incendiario; un programa de televisión que es puro reality show; unos personajes completamente corruptos que recuerdan a personalidades de nuestro mundo real; unos diálogos chispeantes cargados de lenguaje soez, mala baba, ácido e histrionismo…
Pero no quería hablar del contenido. Total, me quedan 250 páginas por delante y las cosas pueden dar demasiadas vueltas. Quería denunciar la edición que nos ha ofrecido, una vez más, La Factoría de Ideas. Después de muchos meses de retraso, supuestamente empleados para ofrecer una edición digna de una novela difícil (Spinrad, como genuino representante de la new wave, no utiliza un lenguaje sencillo y sus construcciones gramaticales son de las que dan dolor de cabeza a los traductores, especialmente cuando libera la máquina de poner adjetivos), a las pocas páginas nos encontramos con un auténtico festival de erratas que convierten la lectura del clásico en dificuoltosa.
Lo primero que llama la atención es la sobreabundancia de notas a pie de página introducidas por el traductor, muchas veces innecesarias (o absurdas) y que no se indican como es debido. Casi parece la impresión de un relato amateur publicado en internet. Además, comparando con otros libros de la misma editorial, escama que no haya un criterio definido. En el pasado se han empleado varios para señalarlas (incluso nos las hemos llegado a encontrar imbuidas en el propio texto), mientras que en la mayoría brillan por su ausencia.
Y después nos topamos con un despropósito completo en la revisión del texto. Voy a fijarme en lo más cantoso: la narración está plagada de fragmentos en cursiva que señalan los pensamientos de los diferentes personajes que van apareciendo en escena. Pues bien, hay que ponerse el disfraz de adivino para averiguar si la oración es verbalizado o no, porque en muchos momentos el formato especial desaparece de forma sorpresiva. Y ocurre lo mismo con los guiones que marcan el comienzo o final de diálogos.
Lo peor de todo es que después de 5 años volvemos a la casilla de salida, si alguna vez la abandonó, con La Factoría incurriendo en los mismos lamentables errores que dejaba caer, por ejemplo, en la primera edición de Ubik. ¿De qué ha servido todo este tiempo? ¿Tan necesario es sacar estos libros sin esperar a que sean corregidos? Resulta penoso observar cómo una editorial con productos tan interesantes acaba malogrando sus ediciones por esta nula atención a un detalle que no es venial. Supongo que el espíritu comida rápida es el que impera. Tendremos que acostumbrarnos a que el solomillo pase por la picadora y nos llegue entre dos trozos de pan, varias hojas de lechuga, cuatro rodajas de tomate y unos aritos de cebolla. Vamos, que nos lo presenten como un smiley burguer.
Y no olvidemos el desorbitante precio del envoltorio en el que nos venden la hamburguesa: 19 euros. Por supuesto, lo que hayas pagado por el libro no es excusa para que la edición sea un churro. Pero si te ha costado 7 euritos pues como que duele menos, ¿no?