Éste ha sido el tercer año que he acudido a las jornadas de literatura fantástica que se celebran en Valdeavellano de Tera y, de nuevo, me han dejado un agradabilísimo sabor de boca. Es un lugar extraño para un evento así (un pueblo de unos 300 habitantes), alejado de grandes núcleos de población, al que la mayoría de los asistentes tardan unas 4 horas en llegar por carretera, en un marco incomparable (el espacio Valdeavellano), sin demasiados lugares a los que acudir después de las charlas (este año todo se reducía al Hostal y el Mesón, así con artículo determinado, prescindiendo del Bar del primer año)… ideal para centrarse en lo importante: las charlas y la relación con el resto de asistentes, que se disfrutan con la intensidad propia de un encuentro necesariamente breve. Aquí en Santander ya nos hemos aficionado a este fin de semana de primavera en tierras de Soria para hablar de literatura… y seguiremos acudiendo (je, somos un público cautivo).
Acompañado de Fran, el webmaster de los Espejos de la rueda, salí de Santander a las siete y cuarto de la mañana del sábado con el objetivo de llegar a la charla de Fernando Ángel Moreno sobre crítica y ciencia ficción de las 11:30. Parecía fácil; desde hace unos meses ya contamos con la autovía completa hasta Aguilar de Campoo y el resto del camino se hace por una carretera recta y prácticamente sin tráfico (salvo el habitual tránsito infernal por Burgos, que sigue sin circunvalación). Sin embargo el plan se vino abajo a la altura de Abéjar; unos torreznos salieron a nuestro paso y nos plantamos en Valdeavellano más tarde de lo esperado, con Fernando Ángel en plena faea, micro en mano y pizarra a un lado, dando una clase magistral (en todos los sentidos).
Su conferencia, «Pensamiento y ciencia ficción», sitúa a la ciencia ficción con el formalismo y en el contexto de la crítica literaria académica, algo que para el aficionado medio suele resultar traumático, como se vio hace unos meses cuando David Roas hizo unas declaraciones que causaron un cierto revuelo en algunos foros (como éste). Lo más interesante de su exposición estuvo justo en el momento en que la cogimos: la explicación de dónde surge el fenómeno de la posmodernidad, de la que muchos hablamos sin un verdadero conocimiento de causa, y cómo ha clavado sus garras en una parte de la ciencia ficción, que personalmente es la que más me fascina. Y, también, su análisis de la retórica que es el género; los mecanismos a partir de los cuales los escritores construyen sus historias, sus especulaciones y las alegorías que subyacen en la mayoría de las historias que merecen la pena ser leídas. El Acto de esta edición.
Cuando terminó le llegó el turno a Alfredo Álamo, que afrontó un repaso a las señas de identidad de las corrientes y temáticas que han capitalizado el interés en EE.UU. y el Reino Unido en los últimos 20 años. Su discurso nos situó ante el tradicional atraso del mercado nacional cuando se habla de obras alejadas del canon central que aquí van publicando ahora las colecciones Nova o Solaris, y que relegan a muchos de sus autores al más absoluto olvido. Caso por ejemplo del gran Jeff VanderMeer, al que las malas ventas de Veniss Soterrada ha condenado al saco de autores que no merecen una nueva oportunidad (aunque, visto cómo está el patio, dudo mucho que una nueva edición tuviese mejor éxito, aun mejorando la traducción y la presentación). Una charla agradable a la que sólo le faltó separar mejor las grandes corrientes que realmente suponen un cambio (grande o pequeño, como en su momento supuso el cyberpunk) de las temáticas puntuales condenadas a ser flor de un día y que carecen del mismo relieve.
Terminada la jornada de mañana, bajamos al mesón para degustar sus sabrosas carnes, su suculenta tarta de queso y una sobremesa más larga de lo habitual, lo que hizo que también llegásemos con retraso (no tenemos perdón de Dick) al primer acto de la tarde: la sesión de juegos organizada por Santiago Eximeno. Un consumado maestro de ceremonias que amenizó con su ingenio la partida a Los hombres lobo de Castronegro en la que participaron cerca de 20 personas. Juego ideal para grandes «masas» y en el que los hombres lobo se dieron un festín a base de eliminar pueblerinos entregados a una de las cazas de brujas más bestiales que se ha visto nunca (y que deja la conocida obra de Arthur Miller como una apacible desencuentro entre seres civilizados).
A las seis retomamos los actos literarios de la mano de David Jasso. Jasso, autor que se mueve como pez en el agua en el terreno de terror psicológico y la intriga (lo pasé faltal leyendo La Silla), desplegó en una amenísima conferencia los diferentes recursos a los que un escritor de terror acude para asustar, crear tensión, incomodar o, llegado el momento, horrorizar. En cuanto terminó tuve que retirarme cuarenta minutos al hostal, por lo que me perdí casi por completo el último acto, la mesa redonda de todos los ponentes. Tras una semana de dormir unas seis horas de media (ésta está siendo un poco mejor), necesitaba echarme un pequeño sueñecito para afrontar en buenas condiciones la velada y el retorno del día siguiente.
Después de hora y pico de relajo en el salón del hostal, y tras un plácido paseo bajo un cielo estrellado como hacía meses que no veía (¡qué suerte vivir lejos de la contaminación lumínica), visita al mesón para reencontrarse con las carnes de la zona. Otros comensales se dencantaron por un bacalao al pil pil un tanto sui generis (tenía de todo menos pil pil), y unos pocos elegidos (más bien enchufados) descubrieron unos fchuletones apoteósicos que, triste de mi, me quedé con ganas de probar. Una vez alimentados, tras observar cómo Santiago Eximeno y David Jasso engatusaban con sus narraciones a las benjaminas del grupo, y con las primeras copas en el gaznate, retorno al hostal para pasar unas horas entregados a los juegos de mesa (Plaga y pestilencia, Bang, Falling…), la WII, la conversación, unos cubatas caseros bien baratitos… y a las 4 a la cama. El año pasado ya pagué los excesos de aguantar hasta casi amanecer.
El domingo por la mañana, desayuno en familia y, a eso de las doce cuarto, vuelta a casa… en tiempo record. Os juro por lo más sagrado que no trasgredí demasiado los límites de velocidad y estaba en Santander poco después de las cuatro (tras la preceptiva parada en Sotopalacios para comer los habituales huevos con chorizo y morcilla).
La pena de esta edición es que el público era cuantitativamente casi el mismo que en años anteriores. Apenas unas 25 personas que, tras tres años, aun siendo donde es, parece escaso para la calidad de los actos y de los momentos que allí se viven. Supongo que la suma del lugar, la limitada difusión de las jornadas, el escaso interés de los aficionados por acercarse a estos eventos y el amodorramiento en que parecen haberse sumido, hacen que sea lo que se puede esperar. Aunque conviene recordar que había más gente en Valdeavellano que, por ejemplo, en Junio de 2003 cuando Christopher Priest presentó Experiencias Extremas en Madrid. U otros actos que bien se pueden recordar.
Como decía al comienzo, el año que viene repetiremos. Parece que hay interés de continuar con la iniciativa y de profundizar en ella. Hasta el punto que se habló de un posible certamen literario y de aumentar la duración al resto del fin de semana. En unos meses tendremos noticias.
Y a ver si alguien más se suma (y repite gente que ha venido años anteriores y que esta vez no pudo acercarse)
Enlaces sobre este año:
- «Valdeavellano, un cuento romántico de ida y vuelta» en La sombra de Grumm
- «Valdeavellano» en Los monstruos felices (algunas fotos de la partida a Los hombres lobo de Castronegro)
- Álbum de fotos de Princesa del retiro en Flickr
Crónicas de años anteriores:
Pues me permito completar la crónica con la noche del viernes: cena en familia en el hostal y jartá de juegos y wii en el salón social, eso sí, con las copas que pudimos pedir en el bar antes de que cerraran, que la coctelería casera no pudo ser esa noche.
Y una cosa que no sabeis: lo que tomamos de postre no fue la delicia del año pasado (ya decía yo que no me sabía igual), sino tarta de queso. Lo que nos gustó tanto fue el postre de la casa. Desde aquí me comprometo a llevarlo la próxima vez que quedemos para jugar a algo.
Muy buen nivel y gran ambiente. A mí personalmente me gustó el toque familiar, el ser pocos (aunque 25 en Soria, no deja con ser un estimable porcentaje demográfico). Hubo una ponencia anterior de David Mateo, también me la perdí por minusvalorar el kilometraje, sobre las revistas y como esta el patio (mal). Y Santiago Eximeno es un grandioso maestro de ceremonias. A mí me mataron varias veces, y tan amigos…
El Heraldo de Soria le dedicó una portada entera y llamada en primera con platillo volante incluido.
Yo, desde luego, volveré el año que viene. (Tengo que probar ese famoso «postre de la casa»)
La crónica es estupenda.
Pero lo mejor fue la conferencia de David Jasso, (no es porque sea mi marido, ni porque me esté mirando mientras escribo esto)…
Sí, cariño, has estado muy bien…
Es que cuando David enseña la pierna…
Nada, que yo repetiré siempre que se haga. Cada año me lo paso mejor.
¡No salgo en ninguna foto! Estoy por alegrarme, que no me veo nada fotogénico y además suelo salir con caras raras. 😛
Agradezco, eso sí, el detalle de mencionarme. 😀
La verdad es que, al igual que los años anteriores, me lo pasé genial y repetiré siempre que pueda. Además, no podría privarme del placer de «darle el viajecito» a Nacho… Aunque este año me he comportado un poco. Debo estar haciéndome viejo.
Ah, aprovecho para prometer que el año que viene intentaré beber menos para evitar el caos en las partidas de «falling». XD
Un saludo.
He intentado mantener tu buen nombre por encima de todo. Porque en las fotos que sales o miras para otro lado (como en ésta de Alfredo Álamo)
o apareces con alguna «pose», digamos, extraña XD
Alfredo debe de tenerme manía. 😛
En cuanto a lo del buen nombre… ¿Qué buen nombre? ¿Tengo yo de eso? Si lo tenía, después de las últimas partidas de «falling» que jugué, dudo que se conserve intacto. Al menos para los presentes en esa partida. Ja ja.