El dilema de la lectura y las nuevas generaciones (III): ¿Singularidad narrativa?

Acabo de terminar La conjura contra América, el libro de Philip Roth que plantea una historia alternativa en la que en 1941 Charles A. Lindbergh se presenta a las elecciones presidenciales de EE.UU. y derrota a Franklin D. Roosevelt. Una novela que, a pesar de un último tercio que se traiciona a sí misma, me ha parecido una de las mejores que he leído del año 2005, con una voz narrativa que fascina por su devoción por los pequeños detalles. Al comienzo su joven protagonista, el propio Roth, relata su afición (y la de su hermano, y la de sus amigos) a la filatelia. Una pasión que le lleva no ya a buscarlos, comprarlos con sus exiguas pagas o pasarse horas delante de su colección, sino a fantasear con lo que sería rebuscar entre las buhardillas de las viejas casas de un vecindario, descubriendo sellos con erratas, incunables,…

Y mientras leía la descripción de ese ensutiasmo por la filatelia, no dejaba de preguntarme si hoy en día existen niños o adolescentes que la mantengan. Servidor no conoce ninguno. De hecho cuando me imagino a un fanático de la filatelia o de la numismática no pienso en un niño pidiéndole a su abuela alguna carta recibida recientemente para arrancarle los sellos sino en el talludito de y tantos años que se permite el lujo de gastarse una pequeña cantidad de su sueldo en ese sello raro que ha visto en una tienda especializada.

¿Qué ha ocupado el lugar de los sellos hoy en día? El primer sustituto que se me ocurre, a un nivel tan popular en España como el que Roth describe en La conjura contra América, pueden ser nuestros nostálgicos cromos, pero de un tiempo a esta parte, aunque todavía hay afición, la cosa parece de capa caída. Y el segundo, el más reciente y que, creo, podría desempeñar un papel similar aunque ni mucho menos tan extendido, son las llamadas tradding cards, bastante populares en EE.UU. y que aquí tienen su público. Juegos de cartas tipo Magic, las de superhéroes, series de dibujos animados japonesas, cromos deportivos,…

Sé que la narrativa literaria es otra cosa que apenas se parece a coleccionar sellos, cromos o tradding cards,… Pero a efectos de lo que está ocurriendo entre ella y las nuevas generaciones tampoco resulta tan diferente. Teniendo en cuenta que el origen y su motivación principal (EMHO, claro) está en contar historias y disfrutar con ellas, pienso en toda una serie de formas que han desaparecido en pro de otras que las han reemplazado: la tradición oral prácticamente se ha extinguido, la poesía hace siglos que perdió su carácter narrativo, ya no se publican fotonovelas, los seriales radiofónicos desaparecieron hace un par de décadas,…

Si la narrativa literaria ha satisfecho en los últimos siglos ese afán por las historias morales, evasivas, estimulantes, históricas,… ahora mismo hay diversos «enemigos» (así se considera en este tipo de interpretaciones) en el medio que desempeñan ese mismo papel y además cuentan con serias ventajas en esta sociedad fuertemente orientada hacia lo adiovisual y las nuevas tecnologías. Los más evidentes, sin duda, son cine y televisión, que ofrecen fragmentos condensados de esas historias y que son de acceso masivo; independientemente de su complejidad, ni requieren de demasiado tiempo para ser disfrutados, ni, salvo casos excepcionales que muchas veces no se distribuyen, de demasiado esfuerzo. Sin considerar que son medios mucho más baratos.

Y aquí entran en escena los temidos videojuegos. Cierto que hay muchos que de contar historias no tienen nada: los deportivos, los de peleas, los de conducción, muchos estratégicos,… Sin embargo hay videoaventuras, aventuras gráficas, de rol,… que satisfacen esa misma pasión que a los yonquis de la narrativa nos apasiona, con una usabilidad afilada al máximo (en algunos casos como si fuesen filamentos monomoleculares) orientada a tenernos enganchados durante horas. Historias en las que hay una trama más o menos buena, personajes mejor o peor caracterizados, con más o menos relieve, una serie de gestas y enigmas bien dosificados por el argumento,… Y como colofón dos elementos esenciales: un aparente control total, con un “lector” que no sólo es el protagonista sino el que, además, hace que las cosas sucedan; y su carácter de paja definitiva, al reproducir de pe a pa el esquema del emperador de todas las cosas. En un mundo podrido y sin ética eres el todopoderoso salvador que cambia el mundo, se lleva a la chica, mata a todos los malos y cuenta con el apoyo de esos amigotes fieles y honorables que además de ser complementos perfectos, cuentan buenos chistes, te tienen en alta estima y te llevan de parranda toda la noche… Nadie indica que lo que se hace está mal, cuando se comete un error se puede volver a cargar la partida un poco antes,…

Si eres joven, sientes la llamada de la narrativa (algo que no se ha perdido) y te ponen en tus manos la posibilidad de desarrollar tu historia mientras obtienes este placer durante horas y horas, se entiende el éxito que está teniendo al reemplazar a la literatura o al mundo del tebeo como medio de matar el rato. Un placer que no es, ni mucho menos, tan peligroso o vacuo como se propugna desde determinados medios pero que, tristemente, carece de la potencialidad para el desarrollo personal que ofrece cierto tipo de literatura.

Es de Perogrullo pensar que en igualdad de condiciones no hay competencia posible y me temo que por aquí la batalla está bastante perdida, a no ser que a parte de ofrecer buenos ratos esa literatura tenga un componente adicional que los videojuegos no ofrezcan. Temas que les interesen porque se enclavan en su entorno cotidiano (ése que los videojuegos no tratan), que sitúen personajes con los que se puedan identificar en otros periodos históricos o en mundos mágicos que les permitan soñar,… Coño, la literatura juvenil de hoy en día que no es tan tan diferente a la que había hace setenta años.

Pensando en el futuro… creo que seguirá habiendo gente que lee libros, como hay gente que se apasiona con la filatelia y la numismática. El gusto por la narrativa escrita está ahí y a pesar de que el número de adolescentes que leen sigue siendo anormalmente bajo, muchos de ellos terminan leyendo varios libros al año. Ya sea porque el 50% son mujeres y tienen más interés por la lectura, porque quieren recuperar las sensaciones de cuando eran niños y leían, porque sienten curiosidad por lo que leen sus amigos lectores, porque se los regalan,…

Pero la posibilidad de crear y estimular una cultura lectora entre la juventud quedó atrás hace un par de décadas. Ahora mismo los vientos del progreso apuntan en otras direcciones. Y por mucho que Sísifo se ponga delante de la bola para hacer que caiga más despacio, se detenga y revierta su curso… todos sabemos que eso no va ocurrir.

Nota 1: Alguien mencionaba en la primera entrada que era mejor leer El código Da Vinci que no leer nada. Cierto. Pero creo que es más productivo perder el tiempo divirtiéndote con diversos juegos que leer ese libro. O, hablando de mi caso y yendo hasta otro extremo, cuando pienso en una historia divertida, con buenos diálogos, situaciones escacharrantes, una hábil distorsión de nuestra sociedad,… no pienso en los populares Tom Sharpe o en Terry Pratchett. Lo primero que me viene a la cabeza es el grupo de programadores de Ron Gilbert y los dos primeros Monkey Island o los que hicieron El día del tentáculo. Historias que además de ser, al menos, tan inteligentes consiguieron arrancarme muchas más carcajadas.

Nota 2: Volviendo al fragmento de la filatelia y cambio sellos por cómics sale un acongojante reflejo del momento por el que atraviesa el arte secuencial, que salvo en el caso del manga y cuatro cosas sueltas ha perdido su condición popular como mecanismo iniciador de lecturas y se ha convertido en una forma más de sacarle los cuartos al veinte o treintaañero de turno.

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15 respuestas a El dilema de la lectura y las nuevas generaciones (III): ¿Singularidad narrativa?

  1. Yarhel (Enric Quílez) dijo:

    Tampoco seamos más papistas que el Papa 🙂 Eso de decir que mejor no leer (hacer otra cosa) que leer El código da Vinci lo encuentro exagerado. No podemos quejarnos de que la gente no lee y al mismo tiempo decir que mejor que lean «cosas interesantes» que no «bodrios» (los términos los pongo yo, ya sé que no has dicho eso).

    Esto me recuerda al argumento de Harold Bloom de que los niños que leen Harry Potter después no leerán obras «cultas» y les recomendaba un tipo de «literatura infantil» que ni yo me leería ahora que soy adulto. En fin…

  2. Javier Esteban Gayo dijo:

    Conozco a un montón de adultos que leen Harry Potter y no se les caen los anillos, ya que estamos. La verdad, desde mi experiencia personal, poco puedo deciros de la narrativa juvenil de hace quince años: no la frecuentaba porque en mi casa no eran muy dados (recuerdo sólo Los escarabajos vuelan al atardecer y Filón del Chino, en SM).

    Con catorce o quince años leía a Tolkien, Cortázar, Poe, Borges, King… Y no lo digo para dármelas de nada, sólo porque creo que un chaval en plena adolescencia está en continua búsqueda, y que se encuentra perfectamente capacitado para leer una narrativa (o cualquier otro género) que se presupone adulta. Yo nunca he sido precisamente un lumbreras. A lo mejor no entendías “El Aleph” en profundidad, pero veías “algo”.

    El problema es que cada persona es un mundo, en esto es imposible generalizar. A lo mejor alguien descubre El Señor de los Anillos y es una puerta a la literatura en general, o no pasa del umbral de la fantasía épica y de aventuras… Pasa lo mismo con el cómic, los videojuegos y las películas. Ningún tipo manifestación cultural me parece mala a priori (y sí, los videojuegos son una manifestación cultural.)

  3. Nacho dijo:

    Yarhel, no digo que sea mejor no leer nada que leer ciertas obras. Encuentro que me a mi me parece mucho mejor dedicar mi tiempo libre a un juego de ordenador que me meta en una historia que leer ciertas cosas.

    Se viene dando por sentado que la base de la literatura y lo que nos aporta sólo está en los libros. Y ahora mismo, en ese proceso de evolución de los soportes, se encuentra en otros sitios. Sitios en los que el 90% puede ser basura. Pero ¿y el 10% restante?

  4. Yarhel (Enric Quílez) dijo:

    Nacho: Ok, ha sido un mal entendido, mea culpa 🙂

    javier: Coincido contigo. Nunca se sabe qué libro te va abrir qué puertas 🙂

  5. Xoota dijo:

    Más o menos estoy de acuerdo con lo que se ha dicho. Estoy de acuerdo en que los tiempos han cambiado, las formas de ocio han cambiado, y ahora la «cultura popular» no se encuentra en folletines ni en papel escrito: un ejemplo muy claro es el espacio dedicado a los más pequeños en los Periódicos, de los cómics de El Sol hemos pasado a unas pocas tristes páginas en la prensa dominical que ya no aparecen en publicaciones aparte. Dudo mucho que los chavales de 5 años vayan corriendo a pedirle a sus padres las páginas del pequeño país cuando llega el domingo.

    Estoy seguro de que la «cultura» ahora mismo se encuentra en la industria del videojuego, en cuanto la gente se de cuenta de que juegos como el Civilization o el Rome Total War son un excelente complemento a los libros de texto de historia antigua, aunque los chavales y las madres puedan fijarse solamente en que a sus niños les mola mucho «esclavizar a la plebe».

    Y volvemos a la de siempre. Me hace gracia que un chaval de 13 años pueda leer sin problemas «los pilares de la tierra» (incluso con reconocimiento del público), y que sea reprendido por jugar al Grand Theft Auto; cuando el contenido sexual del primero es bastante más explícito que el segundo. La clave está sobre todo en los padres. Son ellos los que tienen que dejar de «pasar» e interesarse por lo que hacen sus hijos, y en vez de echarse las manos a la cabeza y prohibir jugar a un juego porque se puede conquistar un país mediante el poderoso ejército de un gobierno fascista, deberían educar y formar los valores que no se enseñan en los juegos (sin quitarlos, porque estos enseñan muchas, muchísimas cosas).

  6. Yarhel (Enric Quílez) dijo:

    Sí, de acuerdo, pero yo no mezclaría la lectura con los juegos. Creo que son cosas diferentes. Ambos tienen muchas cosas en común y no soy de los que cree que la literatura tiene que ser aburrida y costar. Pero son cosas distintas y no creo que la literatura sirva sólo para educar.

    El juego invita a un cierto tipo de reflexión, mientras que la lectura invita a otro. Igual que los juegos tradicionales tocan otras áreas.

  7. Iván Fernández Balbuena dijo:

    Estoy con Yarhel, no creo que haya que mezclar churras con merinas, los videojuegos son una cosa y la lectura es otra. Yo no consumo videojuegos pero no los satanizo como hacen muchos adultos y bastantes de mis colegas aunque quizas habria que aplicar con mas seriedad las clasificaciones por edades, no se si ciertos juegos violentos y/o eroticos deban de ser jugados por chavales de 10 años.
    Pero, como decia, una cosa son los juegos y otra la lectura, es cierto que ambos pueden tener una estructura narrativa pero no son los mismo, igual que no es lo mismo el cine que la literatura o que un cuentacuentos.
    Si la idea es que los videojuegos son el ultimo refugio donde los adolescentes buscan experiencias narrativas hay que verlo como un empobrecimiento cultural, no por que el videojuego en si sea malo si no por que hay aspectos que se tratan mucho mejor en un libro o una peli y que esos chavales se pierden.
    Aunque igual no hay que ser catastrofistas, son cosas de cada epoca y cultura, menos se leia en la Edad Media y se escribieron un puñado de obras maestras.

  8. Nacho dijo:

    Sinceramente, no sé hasta qué punto estoy equivocado (me da que bastante), pero lo estoy enfocando como concluye Iván. Estamos ante una época de cambio y aunque literatura vamos a seguir teniendo y disfrutando, en el sector joven ha salido algo que desempeña el papel narrativo de una forma que les resulta más atractiva y así es casi imposible extender la lectura más allá de donde llega ahora (lo que no significa que no se deba intentar)

    En la dicotomía literatura/videojuegos veo la misma que se puede presentar, por ejemplo, entre teatro/cine/televisión. El teatro en sus diversas manifestaciones fue en su momento un medio muy popular. Sin embargo el avance tecnológico lo ha terminado arrinconando y lo han reemplazado por medios que son diferentes… pero tampoco tanto.

    ¿Produce un empobrecimiento cultural? Seguramente. O quizás se potencian otros factores.

  9. Marc R. Soto dijo:

    bueno, si te sirve de (des)consuelo, hace tiempo que el mundo de la aventura gráfica agoniza. A pesar de que aún se hace alguna que otra aventura gráfica de corte clásico (The Westerner, el año pasado, y Ankh el presente), lo que se lleva ahora es la «aventura» a secas. Cosas como la última entrega del Larry o Fahrenheit. Ambos buenos juegos, pero que no tienen un auténtico carácter de aventura. Más bien son películas en las que, cada dos minutos, tienes que hacer un minijuego tipo el Simon, o de carreras, etc…

    Me temo que los verdaderos juegos de aventura, que desarrollaban una trama y te hacían partícipe de ella, yendo de un lado a otro según tus gustos (los monkeys, el día del tentáculo, grim fandango) y en los que había que pensar, van camino de la extinción.

    El ejemplo más curioso es Fahrenheit. Una trama absorbente digna de una película, estupendamente hecho, con un doblaje soberbio… pero todo ello se veía obstaculizado por el hecho de que, mientras duraba el espectacular combate, tú tenías que presionar unas teclas en el mismo orden que aparecían en pantallas, y chorradas así.

    Veremos en qué acaba la cosa, pero ahora mismo los videojuegos parecen seguir el mismo camino que el cine: mucha acción y fuegos de artificio, y nada más.

  10. Marc R. Soto dijo:

    Por cierto, al hilo de todo esto es recomiendo el blog del creador de Monkey Island, y concretamente esta entrada titulada «Why Adventure Games Suck»:

    http://grumpygamer.com/2152210

  11. Xoota dijo:

    En un diálogo de ayer entre dos universitarios pude oír esto.
    «Yo es que los libros no los puedo ni ver, pero en un Final Fantasy puedo leerme todas las líneas que me echen».

  12. shingouz dijo:

    Muy interesantes las tres entradas sobre los neolectores, que me acabo de leer del tirón (¿la lectura de blogs cuenta en las estadísticas lectoras?)

    Me encantaría saber, si alguien lo tiene, el dato real de si ahora mismo se lee menos en España y entre los jóvenes que hace diez, quince, treinta o cincuenta años. Tengo la sensación de que la cifra puede haber bajado algo, pero ¿mucho?

    Lo que me parece más interesante es la reflexión de Nacho o Iván: estamos en un momento de cambio de formatos en la narración. Y eso quiere decir cambios en la forma de pensar.

    Cuando la gente empezó a leer libros, también cambió la forma de pensar. ¿No se quejaba Platón del odioso vicio de su discípulo, Aristóteles, de dedicarse a leer sin parar, en vez de a crear su propio pensamiento mediante diálogos peripatéticos? La lectura y escritura hizo que se pasara a un pensamiento secuencial: las ideas van una detrás de otra, según las escribes en el papel. Y, maravilla de las maravillas, ahí se quedan escritas, para que puedas avanzar mucho más deprisa en el desarrollo de nuevas ideas. La cultura oral es repetitiva (tienes que volver sobre lo hablado), la cultura escrita en libros es secuencial.

    ¿Cuál es el cambio que se produce ahora en la forma de pensar? Los estudiosos del mundillo web dicen que el cambio está en la fragmentación y la interrelación entre fragmentos. El zapeo, el navegar de página en página, el leer cinco libros a la vez, el cambiar de línea narrativa cada tres minutos.

    No sé si eso quiere decir mucho o no. Algo hay en esa forma hiperactiva de pensar y de actuar que a mí, lector de libros, me da un poco de pena: no permite que entres más adentro en la espesura. Claro que yo también practico esa forma de pensar fragmentada, dispersa y ansiosa de emociones: cada vez que me siento a ver la tele, y muchas veces cuando estoy delante del ordenador. Como todo, tiene sus momentos.

    Pero leer, coger un libro y dedicarle horas (aunque sea a minutos sueltos en el autobús durante meses para acabarlo), es un placer que me deja mucho más poso. Pena me dan tanto que nunca lo han conocido ni lo conocerán jamás. Sí, me dan auténtica pena. Aunque la compasión no sea políticamente correcta por humillante y menospreciadora, yo la siento por ellos. ¿Nunca habéis estado en la montaña un día de primavera con el viento en la cara y el sol en los ojos y os ha dado pena de vuestra novia, que no estaba allí para verlo con vosotros?

  13. Nacho dijo:

    Marc -> Gracias por el enlace. Luego lo leo.

    Aunque lo mío y las aventuras gráficas es pura nostalgia. Llevo sin jugar a una desde hace siete u ocho años. Creo que la última fue el segundo «Broken Sword». Los únicos juegos «narrativos» que han capturado mi atención desde entonces, shooters con mini historia a parte (genial el hard boiled «Max Payne»), son los de rol en plan «Baldur´s Gate» o «Knights of the Old Republic», que han reemplazado mi desviación por solazarme periódicamente en las dragonadas o fascistadas espaciales (salvo casos contados como las superentretenidas novelas de Honor Harrington).

    Lo que me sorprende es que con juegos como estos todavía haya gente que se lea ciertas novelas de la Dragonlance o Los Reinos Olvidados, porque ahora se tiene la oportunidad de, en la soledad de nuestras casas, dedicarnos al mismo onanismo sin necesidad de pasar páginas. La pasión por lectura no tiene tan mal futuro después de todo.

  14. Nacho dijo:

    shingouz-> ¿la lectura de blogs cuenta en las estadísticas lectoras?

    Y enlazando con lo que dice Xoota: ¿Y la de videojuegos que tienen muchas más de cien mil palabras de texto (una novela de unas 400 páginas)? ¿Y la de periódicos de cualquier tipo? ¿Y la de revistas? ¿Y la de pila de relatos que se leen por internet en todo tipo de páginas (de descarga, creativas, talleres,…)? ¿Y la de la wikipedia? (conozco en el cole un par de chavales que se la recorren de arriba abajo leyendo todas las tardes)

    Me parece que hay demasiadas cosas que se escapan de las estadísticas que se publican, que se niegan a considerar medios que existen desde hace un par de cientos de años o nuevas formas que tardarán en ser aceptadas y consideradas.

    Sobre la estadística de la evolución… servidor desconoce el dato (aunque espero publicar mañana un artículo de El Mundo que habla del tema). De hecho todo lo que he escrito, salvo lo que he documentado, surge fruto de mis percepciones… que pueden ser completamente erróneas; tanto el mundo que observo como mi conocimiento sobre él es rudimentario. Sin embargo creo que, a pesar de los pesares, no se lee menos. Y en algunos sectores (infantil) se lee bastante más. ¿Paradójico?

    Por cierto, que me encanta la exposición que has hecho sobre la evolución en la forma de pensar según el soporte utilizado para la transmisión de conocimientos (lo desconocía por completo) y lo que has escrito al final. Los que leemos sentimos que es algo que merece la pena y queremos que los demás experimenten las mismas sensaciones. Es una pena que ese placer se pueda perder.

  15. Xoota dijo:

    Shingouz dijo que hay «Algo hay en esa forma hiperactiva de pensar y de actuar que a mí, lector de libros, me da un poco de pena: no permite que entres más adentro en la espesura»

    Yo también soy un lector de libros. Sé machacar un párrafo (o tengo el espejismo formado en mi cabeza de saber machacar un párrafo, porque si no no habría podido con la época que me dio por Theodor W. Adorno o Marcuse). Pero sé también que en la época de la información, es difícil hacerlo. Es más, la generación anterior a la mía, mi generación y las posteriores, estamos hechos a la información sintetizada… No nos paramos a leer los menús, ya sabemos lo que ponen. Pinchamos aceptar y ya está. Si me juego un RPG y la historia no me interesa lo más mínimo (por seguir el ejemplo del Final Fantasy, en el Final Fantasy Tactics de Game Boy Advance lo hice), le doy al botón para que pase el cuadro de diálogo rauda y velozmente y me pongo a dar hostias a los malos como panes. ¿Acaso esto es malo? Creo que no. Yo creo que es una criba propia a la información. Una suerte de pensamiento crítico adecuado al siglo XXI, leer un menú o una mala historia no me va a cambiar la vida. No es tan malo saltarme el opíparo festín del capítulo quinto de la última novela de George R.R. Martin si sé que es un opíparo festín que tampoco está *TAN* bien escrito y al final el poso que me va a quedar es «joder, se pusieron hasta las tetas los Lannister»… La información está ahí, nosotros seleccionamos, y al final el cliente siempre tiene la razón.

    ¿Nos cargamos un género, nos cargamos la literatura, nos cargamos a los escritores, desvirtuamos la obra? No lo creo. Sólo es una forma más de comunicarnos con aquel interlocutor que no responde llamado escritor. De la misma manera que no prestamos atención durante un momento en esa conferencia dada por Umberto Eco sobre semiótica porque en ese mismo instante estamos pensando en que en cuanto acabe esto nos vamos a zampar un buen bocadillo de chorizo porque nos rugen las tripas.

    Aun así, también defenderé la postura del lector exhaustivo. Y la defenderé en el marco del s. XXI. Además defenderé la de aquel que no contento con leerse el libro de marras, además se lee apéndices y toda la literatura secundaria que va detrás de la novela que se está leyendo. Y creo que las nuevas tecnologías también potencian este tipo de lectura; es más, *permite y permitirá que uno se adentre aún más en la espesura*.
    Ahora, si me estoy leyendo un libro y quiero encontrar la referencia a un hecho acaecido 200 páginas atrás y que es crucial por los acontecimientos que se están dando en el capítulo 25 de la página 324; cojo, me pongo con el ordenador, abro una copia electrónica del libro, control+b o +f (a gusto del consumidor) y busco la referencia con teclear la frase; y ¡zas! puedo acceder a ese párrafo que quería rumiar.
    Gracias a la maravilla de Internet, puedo coger el Arco Iris de la Gravedad, leerme un capítulo (o tratar de hacerlo), y tras leerlo buscar todo tipo de referencias que pueda tener, al igual que la Bibliografía de Pynchon, su foto de la marina, y leer sobre el mito que se ha creado en torno a él.
    Estoy seguro, de que dentro de unos años tendremos PDAs conectadas a Internet en WIFI, leeremos en la misma pantallita (¡o incluso papel electrónico!) y si quiero buscar información sobre Pinocho (o leerme la novela), porque tal o cual persona lo ha citado, podré hacerlo.

    Y, cómo no, también podré coger un libro de la estantería, sentarme en mi butaca, y leer sin más. Al fin y al cabo, una cosa no quita a la otra.

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