La primera narración de The Fictive Boarding House hablaba de dos familias que llevaban años peleándose por la posesión de una flor mágica. Mingolla perdió interés al llegar a la mitad, encontrando que era demasiado recargado y manierista, y llegando a la conclusión de que todos los miembros de las familias eran unos cretinos completos. No obstante, el cuento que daba título al volumen le había llamado la atención. Contaba con detalle un extraño contrato que habían hecho un escritor y los huéspedes de una pensión situada en un arrabal sudamericano. El autor se había ofrecido a educar a los hijos de los huéspedes, a garantizarles unas vidas cómodas, y a cambio los huéspedes pasarían el resto de sus vidas interpretando una historia escrita por el autor, una narración a la que iría añadiendo cosas año tras año, incorporando aquellos acontecimientos sobre los que no tenía control alguno. Al estar en una situación muy apurada, los huéspedes aceptaban la oferta, y aunque de vez en cuando protestaban y querían resolver el contrato, poco a poco sus deseos y esperanzas individuales se veían superados, subsidios en los temas que aparecían en la narración. Como resultado sus vidas habían cobrado un significado casi mítico, sus muertes llegaban a ser epifanías apasionadas. Solamente el autor, cuya salud había empeorado notablemente por haber consumido la energía necesaria en haber escrito aquellas vidas, que había concebido todo aquel proyecto como un capricho y que sin embargo lo había llevado al término como si se tratase de una obra de caridad trascendental, solamente él había tenido una vida normal y una extinción ignominiosa.
Pág 130 – Vida en tiempo de guerra
Lucius Shepard (Traducción de Santiago I. Corujedo)
Júcar