Como escribe Jan Nederveen Pieterse, del Instituto de Estudios Sociales de la Haya: «¿Cómo nos reconciliamos con el hecho de que haya chicas marroquíes que practican boxeo tailandés en Ámsterdam, que haya rap asiático en Londres, bagels irlandeses, tacos chinos, o indios que salen de carnaval en Estados Unidos…? Las experiencias culturales, pasadas o presentes, no han avanzado simplemente hacia la uniformidad y la estandarización culturales». Pieterse sugiere que estamos asistiendo a una «criollización de una cultura global». Y no se espera que dicha criollización vaya a adoptar una forma estándar. Ignorar los localismos, como los responsables de marketing de Céline saben perfectamente, es arriesgado. Asimismo, el modelo de hegemonía global presupone que no se producirá una influencia cultural recíproca en Occidente, pero estamos rodeados de pruebas que apuntan en el sentido contrario: actualmente, la música de los videojuegos asiáticos, por ejemplo, es una de las influencias más generalizadas entre los músicos de pop jóvenes. Y, como señala Pieterse, con la excepción de los grupos indígenas aislados, civilización e hibridación son sinónimos desde hace siglos.
Pág 63 – Música de mierda
Carl Wilson (Traducción de Carles Andreu)
Blackie Books