La novela negra nunca me ha atraído excesivamente. Salvo los clásicos que hay que leer de Chandler y Hammet y algún título suelto de Thompson, Himes y Highsmith, sólo me he sumergido con una cierta regularidad en la obra de James Ellroy, curiosamente después de leer en el primer número de Gigamesh (¡anda!) una crítica sobre El gran desierto. Llevaba tiempo sin leer una obra de este tipo y ha tenido que ser uno de los autores de moda, Cormac McCarthy, el que me devolviese a ella. Como me ha devuelto al western con Meridiano de sangre o a la novela apocalíptica con La carretera. Pero esa es otra historia que no sé si llegaré a contar por aquí (Se ha escrito tanto sobre ellos…).
No es país para viejos se inicia de forma potente, con la atroz ejecución de un ayudante de sheriff por parte de Anton Chigurh, un sociópata de tomo y lomo guiado por una ética aberrante. Basta decir que carga toda la novela con una pistola para matar ganado (una especie percutor conectado a una bombona de aire comprimido), que tanto le sirve para taladrar la cabeza a alguien como para abrir una puerta. Un preámbulo que nos pone sobre la pista de lo que sigue a continuación: la caza salvaje de Llewelyn Moss, antiguo combatiente de Vietnam que en algún lugar de la frontera entre Texas y México se encuentra con dos millones y medio de dólares provenientes de una batalla entre traficantes de droga. Dinero que se queda y que, por una imprudencia (ay, ay, qué fue de eso de no volver a la escena del crimen), pone sobre su rastro tanto a los que han perdido el dinero como a un Chigurh dispuesto a todo con tal de conseguir el botín.
Además de Moss y Chigurh hay otro personaje fundamental en la historia: Ed Tom Bell, el sheriff del pueblo que intenta salvar a Moss antes que alguien lo mate. Personaje «espejo» de Moss proveniente de una generación anterior, que gana importancia a medida que transcurre la novela, hasta el punto de convertirse en el protagonista principal de la historia.
Al comienzo de cada capítulo, antes de centrarse en las vicisitudes de Moss, Chigurh y Bell, McCarthy sitúa unos textos en cursivas que nos introducen en la perspectiva que tiene este último de la vida, de su país, de su historia, de su sociedad… y que, a la postre, me ha resultado lo más apasionante de No es país para viejos. Un poco porque suponen un pequeño «descanso» en la enérgica narración a la que nos somete el autor. Un mucho porque exponen, sin estridencias, la visión de un reaccionario; un hombre que luchó en la Segunda Guerra Mundial, que se ha ganado las lentejas ayudando a sus vecinos a tener una vida mejor y que observa cómo aquello en lo que creía se pierde inexorablemente por el cambio y el «progreso». Un cambio que ha convertido la tranquila y sencilla certeza de su existencia en confusión, violencia, desarraigo… Una visión conservadora bien trazada y elocuente, no exenta de una cierta demagogia, que define no sólo a Bell sino a los millones de estadounidenses «cortados» con el mismo patrón.
Hay muchos pasajes que han captado mi atención y que merecería la pena destacar. Sirva el siguiente texto como muestra:
Hace tiempo leí en un periódico de aquí que unos maestros encontraron de casualidad una encuesta que enviaron en los años treinta a varias escuelas del país. Incluía un cuestionario sobre cuáles eran los problemas de la enseñanza en las escuelas. Y encontraron unos formularios que habían enviado desde varios puntos del país respondiendo a estas preguntas. Y los mayores problemas mencionados eran cosas como hablar en clase y correr por los pasillos. Mastar chicle. Copiar los deberes. Cosas por el estilo. Cogieron uno de los impresos que estaba en blanco, hicieron fotocopias y los volvieron a enviar a las mismas escuelas. Curenta años después. Y he aquí las respuestas. Violación, incencido premeditado, asesinato. Drogas. Suicidio. Me puse a pensar en eso. Porque cuando digo que el mundo se está yendo al infierno la gente simplemente sonríe y me dice que me estoy haciendo viejo. Que ese es uno de los síntomas. Pero lo que yo creo es que cualquiera que no vea la diferencia entre violar y asesinar gente y mascar chicle tiene un problema mucho mayor que el que tengo yo. Y cuarenta años tampoco es tanto. Tal vez los próximos cuarenta sacarán a la luz algún problema más. Si no es demasiado tarde.
Por otro lado, como demanda una buena persecución, No es país para viejos mantiene un ritmo elevado que se sustenta en una narración mucho más directa y estilizada que la antes mencionada Meridiano de sangre y en los característicos diálogos de McCarthy: sin acotaciones, imbricados en el texto que los contiene y lanzados al aire por unos personajes parcos en palabras que, cuando lo estiman conveniente, golpean verbalmente a sus interlocutores como si su lengua fuese un látigo. He aquí un breve fragmento en el que Moss habla con su mujer nada más volver a casa con todo el dinero mientras se prepara para retornar a donde lo ha encontrado.
Voy a hacer la cosa más tonta del mundo pero voy a ir igual. Si no regreso dile a mamá que la quiero.
Tu madre está muerta, Llewelyn
Entonces se lo diré yo mismo.
Ella se incorporé en la cama. Me tienes muy asustada. ¿Es que te has metido en algún lío?
No. Duérmete.
¿Que me duerma?
No tardaré nada.
Vete al diablo, Llewelyn.
Retrocedió hasta el umbral y la miró. ¿Y si resulta que no vuelvo? ¿Son tus últimas palabras?
Ella le siguió hasta la cocina poniéndose la bata. Moss sacó un envase vacío de debajo del fregadero y lo llenó de agua del grifo.
¿Sabes la hora que es?, dijo ella.
Sí. Sé la hora que es.
No quiero que te vayas. ¿Adónde vas? No quiero que te marches.
En eso estamos de acuerdo, querida, porque yo tampoco quiero irme. Volveré. No me esperes levantada.
También hay detales que me han dejado entre sorprendido y descolocado, como el puzzle en el que a veces se transforma la novela, comprensible a pesar de que varias elipsis dejan una serie de secuencias capitales fuera de la narración (y que reivindican el uso del anticlímax como forma de reconducir cualquier relato). O cómo a medida que se aproxima la conclusión la historia se aleja del curso que marcan las convenciones.
Ésta fue la primera novela de McCarthy que leí. Después han venido dos más y ahora tengo a la espera otra, Suttree, que espero caiga en breve. Creo que sobra decir nada más.
Nota: Éste es el trailer de la adaptación de la novela que han hecho los hermanos Cohen. Se estrena en España a comienzos de Marzo (una pena que por aquí tengamos que verla doblada)
Después de la relativa decepción que me llevé con «Meridiano de Sangre» (digo relativa porque, aunque me gustó, no me pareció la «gran novela americana» de nuestro tiempo, como se suele vender), creo que voy a seguir por este título, más que nada porque tengo entendido que el estilo narrativo es menos contemplativo e imagino que se podrá leer con más «facilidad» (el otro nunca llegó a engancharme).
La película de los Coen no me la pierdo seguro, pero habrá que esperar hasta marzo en España.
No sé si Meridiano es la «gran novela americana» ni si McCarthy es ese justísimo candidato al Nobel que, probablemente, se quede sin él. Sin embargo su lectura me supuso un (azaroso) placer por lo que supone como redefinición de una temática, el western, aparentemente agotada en todos los sentidos (argumento, escenario, personajes…), por su propuesta estética y, sobremanera, por la manera en que nos aproxima al horror más absoluto y primario. Después hay detalles que no me han terminado de agradar, como su extensión y cómo se acaba enquistando en un patrón argumental a mi modo de ver demasiado reiterativo. Pero el viaje, sin duda, me ha merecido mucho la pena por el grado de emoción (a veces conmoción) que me ha deparado. No sé, ha sido una experiencia literaria que me ha despertado un tanto de la modorra de los últimos meses…
Por cierto, un par de trailer más. Eso sí, esperad a oír algunos de sus diálogos completos. Los de la moneda te mantienen el corazón en un puño
Como he escrito en la anterior entrada, me extrañó la preferencia por Morgan en los Ignotus 2007, pero no me molestó ni nada parecido.
Ahora bien, y lo aviso con tiempo, el año que viene procuraré estar presente en la Hispacon, y si La carretera no obtiene el Ignotus a mejor novela extranjera, entonces sacaré de mi gabardina un arsenal parecido al de Neo en Matrix y montaré tal masacre que ríete de Carrie y de Meridiano de sangre.
Avisados estáis. Palabrita de mccarthiano.
Tendré que hacerme socio y asistir yo también para ayudar a limpiar la sangre. 🙂
Desde luego leer «Meridiano…» es toda una experiencia, escenas como las de los Indios vestidos con los restos (tanto materiales como humanos) de sus víctimas son de esas que quedan en tu memoria por mucho tiempo, pero me pareció algo aburrido y reiterativo por momentos. Queda ampliamente salvado por los chispazos de genio (está claro que McCarthy sabe trasmitir todo tipo de emociones) y el terrorífico final, casi se podría decir que es un western de terror.
La escena de la moneda que comentas me parece cojonuda, tengo ganas de leerla y ver al Bardem interpretándola.
Estoooooo… si Gigamesh es capaz de sacar «Festín de cuervos» antes de Navidad os tendré que llevar el turrón a la cárcel, porque a pesar de que dicen que es flojo no veo yo al público votante rompiendo su idilio con George R. R. Martin.
¿Qué puedo decir que no haya dicho ya? Mi escritor favorito del momento. A mí en ningún momento me aburre Meridiano de sangre. Desde que entré en ella (porque casi es un acto físico) hasta que salí, fue un intenso disfrute. Soy consciente de que tiene muchos ingredientes que pueden hastiar a quien no disfrute con ellos, desde el estilo barroco, repleto de arcaicismos, hasta la omnipresencia del horror como única intención argumental. Me fascina tanto la manera anteriror de escribir de McCarthy que podía haber leído mil páginas más, o las que hubiera querido poner. Es lo más parecido a la poesía que he encontrado sin ser poesía. Espero que disfrutes Sutree, Nacho, oscura e igualmente hipnótica.
Sobre «No es país para viejos» no digo nada, que me has pisado la reseña y la coy a dejar para más adelante. 😉
Y doy por sentado que La carretera ganará el Xatafi-Cyberdark, pero no el Ignotus. Y va a ser más humillante que este año, porque aún no he visto nada importante (nuevo, no reedición) publicado en coleción de género). Espero a Nova Swing, claro, aunque si la tienen que votar por loq ue les gustó Luz…
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