La publicación de tebeos estadounidenses en España, puesta de vuelta y media con el paso de los derechos Marvel de Planeta a Panini, o los de DC de Norma a Planeta, cada día corre más de la mano de un cúmulo de editoriales secundarias (en tamaño) que se las ven y se las desean para pescar entre lo que las majors les van dejando. Productos interesantes hay. Lo que no está tan claro es si resultan lo suficientemente apetecibles para unos compradores con una inercia acumulada descomunal, poco tendentes a salirse de aquello que han leído toda la vida. De ahí que tengan que ingeniárselas con unos formatos distintos a los que se utilizaron en su publicación original (eso sí, más adecuados para seguir la historia), unos precios elevados que compensen las bajas ventas y una distribución limitada a las tiendas especializadas de rigor, que económicamente son más asumibles y permiten unas tiradas que no van a dejar miles de tebeos sin vender. Todos estos mecanismos abren las puertas a tebeos minoritarios, con unas ventas marginales en su país de origen que perviven gracias al interés de un grupo de lectores acérrimo. Ejemplos los hay a patadas: Mage de Matt Wagner, Malas ventas de Alex Robinson, La edad de bronze de Eric Shanower,… Y entre ellos se encuentran las obras del británico Paul Grist.
Grist no es un autor que gráficamente llame la atención. Es más, en un primer vistazo sus ilustraciones parecen toscas, rígidas, amateurs. No obstante, una lectura atenta de cualquiera de sus tebeos permite descubrir su indudable conocimiento del medio; la manera prodigiosa en que conjuga acción, ilustración y los recursos que el arte secuencial pone a su disposición para contar una historia. Cada una de sus páginas, tal y como se puede observar en la viñeta vertical que he situado a la derecha de estas palabras, es una clase magistal sobre cómo planificar la acción, una continua lección sobre cómo llevar la cabeza del lector por los diferentes hechos de la trama sin que haya el más mínimo tirón, produciendo la animación que pone en marcha el motor del denominado «cine de los pobres». Un maestro de eso que los anglos llaman storytelling.
Autor de obra escasa y que fundamentalmente se ha autopublicado sus historias en su editorial, Dancing Elephant Press, en España le hemos podido leer poca cosa. Sin hacer un repaso exhaustivo a su bibliografía, lo primero que nos llegó (si no me equivoco) no fue precisamente una muestra del trabajo que le puso en el «mapa» a comienzos de los 90. La serie limitada Daily Bugle, tebeo con el que Marvel le «atrajo» a su redil (el gancho económico de una major es siempre atractivo), fue publicado por Forum en el año 97. En él contaba el día a día de la redacción del diario en el que trabaja Peter Parker, logrando una historia sin temas superheroicos que sería mucho mejor si no fuese porque las horribles ilustraciones de Karl Kerschel echaban por tierra su atractivo. Era muy complicado sustraerse a tan lamentable despropósito.
El segundo cómic que nos llegó, esta vez ya como ilustrador, vino de la mano de Grendel Tales, donde realizó la serie limitada de 5 números El demonio entre nosotros. Guionizado por el siempre interesante Steven T. Seagle (nada que ver con el fondón especialista en ¿interpretar? excocineros/bomberos/polizontes/médicos reparteyoyas), ofrecía una entretenida aventura futurista en el polo en la que se mezclaban los típicos temas Grendel (nihilismo, poder, violencia, culpa, redención,…), con ingredientes extraídos de films como La Cosa de John Carpenter o las historias de Godzilla. Pasó de puntillas por nuestras tiendas y todavía es posible encontrarlo de saldo junto al acojonante Grendel Tales: Guerra de clanes, de los croatas Darko Makan y Edvin Biukovic.
Aunque ambos tebeos no eran una mala compra (sobre todo el segundo), resultaban poco representativos de aquello que le había hecho destacar. Tuvo que ser Planeta la que editase 6 números de su título más conocido, Kane, que, literalmente, fue un absoluto fracaso comercial; se suspendió la publicación sin llegar a los doce números prometidos. Una de las decisiones editoriales más criticadas por el fandom comiquero y que se originó en lo inapropiado del formato elegido. Al igual que Norma metió la pata intentando vender tebeo de superhéroes como si fuese delicatesen, no se debió vender como un vulgar comic book algo que tenía (y tiene) otro público. Han tenido que pasar unos cuantos años hasta que hemos podido seguir esta serie gracias a ese Guadiana recalcitrante que es Dolmen, esta vez con un formato ideal para degustar lo que se encuentra en su interior; tomos de formato reducido de unas 200 páginas, del que acaba de salir la segunda entrega.
Kane es una serie policiaca que se adelantó en una década a la eclosión que vive este subgénero en el tebeo yanki (y de la que he hablado brevemente en mi comentario sobre Gotham Central). En sus páginas entramos de lleno en el día a día de la comisaría del distrito 39 de Nuevo Edén, ciudad fictica que no deja de ser la gran urbe estadounidense por excelencia: Nueva York. Allí se enfrentarán a los casos de cada día que tanto puede ser un hurto sin mucha importancia como el ataque de un experto en explosivos que amenaza con transformar en escombros varios edificios de la ciuda. Destaca la figura de Oscar Darke, el kingpin de Nuevo Edén, artífice de la caída en desgracia del detective Kane, protagonista principal (que no único) del tebeo.
La manera de desarrollar su argumento, al menos de lo que he podido leer hasta ahora (el primer tomo, que recopila los ocho primeros números de la serie), es típica de Grist. Historias bien copartimentadas que se construyen a partir de otras más pequeñas que va cruzando (o no) entre sí, algunas a modo de flashback, hasta llegar a un clímax. Una vez concluido éste se empieza otra vez con los personajes un poco más adelante y… Por el camino, mucha dinámica de personajes, diálogos ágiles y atractivos,… Una serie que ofrece hora y media de buena narrativa gráfica.
Jack Staff es algo distinto. Surgió de un proyecto malogrado para Marvel en el que tenía que poner al día un personaje de esos terciarios que aparecen de cuando en cuando por las series de la casa: Union Jack. La propuesta que presentó en «La casa de las ideas» (a finales de los 90) no fue del gusto de los editores y, sin inmutarse lo más mínimo, pegándole un pequeño lavado de cara, se lo autopublicó en Dancing Elephant Press. El resultado fue una maxiserie de 12 números en blanco y negro que todavía no ha llegado hasta nosotros. En ese momento, Image, siempre al acecho de esas series del panorama independiente que pueden satisfacer al lector de superhéroes, se fijó en él y le ofreció la publicación a mayor escala. De ahí surgió el segundo volumen de la serie, ya a todo color, que ahora mismo está publicando en nuestro país Recerca.
Hasta ahora han aparecido los cinco primeros números, recopilados en dos tomos con un papel satinado de alto gramaje y con una calidad de edición variada. Mientras que la primera entrega deja mucho que desear, con abundantes erratas y una rotulación deplorable, en el segundo número mejora gracias al trabajo de Sulaco Studios, que han conseguido una tipografía notable y, según cuentan, próxima a la que se puede disfrutar en la serie original.
En lo que se refiere al contenido, que puede leerse sin conocer la primera maxiserie (está pensada para atraer nuevos lectores), la historia se nota a la legua que estaba concebida para la Marvel. No ya en el personaje original o los secundarios que le rodean (con esa Spitfire pasada por un velo vampírico). Sin profundizar demasiado aparecen Hulk (Huracán), Iron Man (Tom Tom) o Nick Furia (Comandante Hawkes, que ha cambiado su condición de tuerto por la de manco). Además, a diferencia de Kane, es puro tebeo superhéroe. Eso sí, con una vena británica muy marcada. En Jack Staff prima la acción, pero ésta se desarrolla desde una perspectiva diferente a la que se observa entre los creadores norteamericanos que copan el mercado. No sólo por la escenografía, sino porque Grist, como se ya comenté con Kane, gusta de experimentar con la secuenciación de la historia, desarrollando en paralelo varios hilos, presentes y pasados, que van construyendo una narración en la que uno se puede perder si no presta la debida atención. Esto se puede interpretar como una prueba de que no ha mamado la narrativa superheroica estándar norteamericana, esa que se forjó en los tiempos gloriosos de la Marvel de Kirby y Ditko, y que después ha llegado hasta nosotros tras pasar alguna reestructuración, como la singular llevada a cabo por glorioso genio de la narrativa que era Neal Adams o los leves retoques aportados por la generación de los 80 como Miller o Simonson. O que la brutal influencia del manga actual le trae al pairo.
Y es que, con esos arquetipos, todavía se puede hacer lo mismo… de otra forma. Aire fresco, que dicen los que saben.
El problema que tiene es que por el primer prestigio (2 números de apenas 28 páginas cada uno) Recerca nos cobra 5,6 €, que visto el patio no está mal, pero por el segundo (3 números), 8,80 €. En estas cantidades interviene el excelente papel en el que se ha impreso, sólido y denso como pocos. Pero por un tebeo de superhéroes que además se lee tan rápido, por muy entretenido que resulte y lo gozoso que sea asistir al trabajo de Grist, es un gran handicap contra el que el común de los mortales chocan. Por esa cantidad se pueden conseguir tebeos como Powers casi con el doble de páginas, que duran bastante más y que en cuestión de calidad andan a la par.
A la espera de ver cómo siguen publicando esta serie, y lo que se hace con el primer volumen (que es posible que salga más asequible), denle una oportunidad a Kane y, si tienen dinero suficiente y un momento de debilidad, prueben con Jack Staff. Paul Grist merece el esfuerzo.
Nota final: Esta entrada llevaba un mes casi terminada y no he podido concluirla hasta ahora. Ando sin tiempo para hacer el friki. Snif, snif.